Opinión Bolivia

  • Diario Digital | viernes, 29 de marzo de 2024
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Muerte de músicos expone precariedad del sector, agravada por COVID-19

La falta de un seguro social y de una ley o normativa que reconozca al rubro se traduce en una inexistencia de ciudadanía frente al Estado.

El grupo paceño Loving Darks, cuyo baterista Boris Rodríguez (primero de la izquierda) falleció la pasada semana.               CORTESÍA BASUALDO
El grupo paceño Loving Darks, cuyo baterista Boris Rodríguez (primero de la izquierda) falleció la pasada semana. CORTESÍA BASUALDO
Muerte de músicos expone precariedad del sector, agravada por COVID-19

En la última semana, tres músicos bolivianos de diferentes épocas y estilos han fallecido por la pandemia de la COVID-19 o su influencia directa en la saturación de hospitales y efectos de la cuarentena. Bajo su faceta de artistas, todos ellos murieron abandonados por el Estado, que ahora más que nunca saca a luz su incapacidad para institucionalizar y amparar al sector.

Los artistas y las personas afines al que hacer cultural nunca han contado con un seguro social de ninguna clase; tampoco pueden jubilarse. No existe alguna normativa que reconozca sus derechos y deberes, como sí han avanzado otros países de la región como Ecuador y Paraguay. Esto se traduce en una ausencia de “ciudadanía” e “inexistencia” de los músicos para el Estado, según declara la cantante y asambleísta Estela Rivera.

El pasado domingo se conoció el fallecimiento del vocalista Willy García, fundador del grupo chica Los Puntos de los años 90, quien no pudo resistir al virus, pese a la intensa campaña de sus familiares por encontrar un donante de plasma. Lucio Gonzales, creador y miembro de la banda orureña Iberia, que comenzó a realizar presentaciones públicas en noviembre de 1980, fue víctima del colapso de hospitales, sin vacantes por el que atraviesa Cochabamba, según declararon a medios sus familiares.

Uno de los pilares de la fundación del movimiento del rock en Bolivia, el baterista Boris Rodríguez, vio agravada su cardiopatía a causa de la presión alta que le generó el estrés del encierro obligatorio del confinamiento. El abandono del Estado hacia los músicos y artistas en general ha existido desde siempre y no es novedoso, pero ahora se ha echado en falta más que nunca.

“En la pandemia se ha develado, que uno de los sectores más vulnerables y marginados del Estado y su la Constitución, es la de los artistas y los músicos en particular. Una gran población ha quedado desempleada, sin derechos laborales y sociales. Expuestos a la muerte sin remedio. En estos días hemos perdido a muchos compañeros. Uno tras otro se ha ido, ante la indolencia de nuestras autoridades que invisibilidad el valor del arte, de la música, como factor fundamental de una sociedad. Esa indolencia es casi un genocidio, en estas circunstancias tan difíciles. Sin embargo, hay que seguir avanzando en la normativa, la organización, el reconocimiento social y laboral”, comentó Rivera.

Las movilizaciones por un reconocimiento público se remontan a la década del 60, con antecedentes prácticamente actuales como la Ley Municipal de Culturas de La Paz y la de Patrimonio de Cochabamba; sin embargo, aún no han avanzado en su promulgación ni repercutido en la acción práctica. “Estamos igual que siempre, peor que siempre”, finaliza Rivera.