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  • Diario Digital | jueves, 28 de marzo de 2024
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“Bao”: los avatares de los lazos familiares

“Bao”: los avatares de los lazos familiares
En "Bao", una mujer de ascendencia china tiene una segunda oportunidad de ser madre cuando uno de sus dumplings cobra vida como un niño alegre y risueño. Mamá acoge con entusiasmo a este nuevo pedacito de felicidad en su vida, pero Dumpling comienza a crecer rápido, y ella tendrá que llegar a la agridulce revelación de que nada permanece lindo y pequeño para siempre.

Este cortometraje de Pixar, ganador del Oscar a Mejor Corto de Animación este 2019, explora los altibajos de las relaciones entre padres e hijos. En él podemos encontrar varios temas que son posibles de analizar y comentar, la familia, la maternidad, la función paterna, el lugar del hijo y el amor.

Un aspecto interesante que puede leerse en el desarrollo de la historia

es que la familia es un concepto dinámico, no tiene definición unívoca ni composición fija. Al inicio se ve la mesa con la pareja y un asiento vacío, pero en el fondo se ven las fotos donde el hijo está incluido.

Ese asiento vacío es el inicio de toda la historia. ¿Qué hacer con esa ausencia? ¿Cómo lidiar con la falta? ¿Cómo evitar quedar atrapados en la nostalgia de la familia que fue? Es justamente ese el recorrido por el que nos lleva el cortometraje. De la pareja a la familia, pasando por el duelo y, posteriormente, a la ampliación familiar con la inclusión de la pareja del hijo.

El hijo llega como lo más preciado, es inicialmente una extensión de la madre, va con ella y hace lo que ella hace. Sin embargo, poco a poco, empiezan a aparecer deseos e intereses propios de parte del hijo, tiene intentos de socializar e ir más allá del vínculo con la madre.

El hijo pasa al campo social, al vínculo con semejantes y posteriormente se produce la elección de pareja. Ante este proceso de separación, la madre se preocupa, se opone, se frustra, llegando -posteriormente- al enojo que la lleva a comerse a su hijo antes de consentir a su partida.

En inicio del lado de la madre se trata de un amor imaginario, es decir, un intento de tapar, de colmar al hijo. ¡Que no le falte nada! aparece como el imperativo para ella. Por contingencia se arma un ritual donde madre e hijo comen algo juntos, cuando el hijo llega a la adolescencia la madre trata de mantener ese ritual, de colmarlo con un festín para que no desee nada más, pero el hijo tiene su interés puesto en el mundo exterior. Al final, ese objeto deja de ser un obturador, la comida pasa a ser un medio para reestablecer el lazo, se vuelve signo de amor.

El padre aparece en el corto solo en dos momentos, al inicio y al final. En

la primera, aparece simplemente como un hombre que come rápidamente los dumplings preparados por su esposa y se va a trabajar, y al final es quien, literalmente, empuja al hijo hacia la madre para reestablecer el lazo entre ambos.

La función paterna, ya desde los planteamientos freudianos, tiene como fin la articulación de la ley con el deseo. Esto quiere decir que el padre

introduce la ley, la regulación, el no como algo fecundo, algo que pone

límites pero que a su vez introduce posibilidades de funcionamiento

y de tramitación. En ese sentido, es a condición de que el padre pueda

funcionar, que un duelo es elaborable, que la falta puede no vivirse como vacío y que la separación no se transforma en destrucción.

No será el padre más amoroso, pero cumple su función, una presencia que da el empujoncito necesario para que las cosas se muevan y encuentren un funcionamiento posible, no sin síntomas y/o dificultades, pero sin llegar al desamparo, la incertidumbre y el vacío.



NOTA: Para cualquier consulta o comentario, contactarse con Claudia Méndez Del Carpio (psicóloga), responsable de la columna, al correo

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