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  • Diario Digital | miércoles, 24 de abril de 2024
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CARLOS DECKER MOLINA

“Antes de ser escritor, soy periodista”

“No me atrevo a dar consejos a mis compatriotas”, señala el literato que radica en Suecia.
“Antes de ser escritor, soy periodista”





Según lo publicado por un periódico orureño, Carlos Chino Decker-Molina es un periodista boliviano con una trayectoria profesional solo comparable con la de Lowell Thomas, James Michener y Frederick Forsythe. Como los nombrados, es un internacional trotamundos, intelectual trashumante; comenzó su carrera en Oruro, la Real Villa de San Felipe de Austria.

Fue director de Radio El Cóndor y también de Radio Universidad en un periodo político complicado, los años 60 y 70; sus ideas libertarias signaron su existencia como las de muchos otros hoy anónimos ciudadanos que salieron del país, forzados, única alternativa ante el riesgo inminente de ir a dar a una prisión política. Actualmente reside en Estocolmo, Suecia, desde 1977.

P. ¿Quién es Carlos Decker Molina como profesional?

R. Antes de ser escritor soy periodista.

Me habría gustado ser dibujante. Y me gusta el teatro. No me atrevo a escribir una pieza, pero tengo el secreto deseo de escribir un monólogo sobre las identidades múltiples. Tengo un ensayo sobre el tema, publicado en alguna revista.

Soy sencillo con un grado de arrogancia intelectual sobre todo en el campo del análisis político.

Tengo gran capacidad de reírme de mí mismo y también de los otros. Si he pervivido en ambientes periodísticos extraños, con prejuicios sobre la capacidad del boliviano, es por mi capacidad de reflexión, paciencia, tolerancia y confianza en mí mismo. Y, una permanente curiosidad. Mi lema es conocer antes que creer.

P. ¿Cuál es su rasgo más sobresaliente de su personalidad?

R. Ya saben, la timidez, la capacidad de liderazgo, de trabajo, la capacidad de aventura… la sencillez, la arrogancia, el mal carácter, capacidad de reflexión, la confianza en lo que haces…

P. ¿Qué lo llevó a irse al extranjero?

R. El golpe de 1971, ocasión en la que me dieron por muerto y salí al exilio, primero a Buenos Aires de allí pasé a Santiago de Chile, donde trabajé en Radio Antofagasta como reportero, libretista y locutor.

En Santiago de Chile (cuando me trasladé de Antofagasta, donde vivía) trabajé en una agencia.

Con el golpe de Pinochet salí a París para luego de dos años en Francia volver a la América Latina concretamente a la Argentina, donde trabajé en dos diarios y fui secretario de prensa de la Confederación de Empresarios, entonces caí preso y luego, en 1976, llegué a Estocolmo (Suecia), país donde he hecho mi carrera profesional como periodista de Radio Suecia Internacional, donde terminé siendo el primer extranjero jefe de la división de Lenguas Extranjeras.

Comencé como reportero, enviado especial, corresponsal, redactor, secretario de redacción y finalmente jefe de Redacción.

He tenido dos ocasiones en las que trabajé en las Naciones Unidas en Nueva York como redactor (1984 y 2004).



P. ¿Qué tareas desempeña actualmente?

R. Soy jubilado, colaboro con algunos diarios, entre ellos uno de Bolivia y escribo libros. Mis libros son: “Exilio nuestro de cada día” (Los Amigos del Libro), “Sobrevivientes – réquiem para el siglo XX” (Correveidile), “Tomasa” (novela finalista del Premio Internacional Kipus 2014), “Soledad” (novela), Kipus, “Carlos el lector” (novela) Adarve- España y “Crónicas” (Plural – Bolivia) que salió en la FIL de La Paz y estará en el stand de Plural en la FIL de Cochabamba.

P.¿Cómo ve la educación en Suecia comparada con su país de origen?

R. Sería demasiado lanzar una opinión comparativa entre la educación sueca y boliviana, porque no vivo en Bolivia desde 1971, es decir no sé nada sobre el avance o retroceso de la educación en Bolivia.

En Suecia la educación es vital, además es gratuita, almuerzo, meriendas y libros incluidos.

Se enseña la lectura crítica y la comprobación de fuentes. Las matemáticas y los idiomas son fundamentales.

De hecho, el inglés es la segunda lengua en Suecia. La universidad tiene prestigio mundial.

P. ¿Algunos consejos para los bolivianos?

R. No me atrevo a dar consejos a mis compatriotas ni a nadie.

Cada uno es constructor de la llamada suerte. Es decir, no hay suerte en el sentido lato de la expresión, lo que hay es un esfuerzo por la superación. Quizá lo único que pueda decir es que no hay peor analfabeto que el que no quiere leer.

P. ¿Cuál es su manera de entender este mundo extraordinario?

R. Leí un extraordinario libro de Antonio Muñoz Molina, “Todo lo que era sólido”. A pesar de que se trata sobre España, hay parecidos con el desmoronamiento de la sociedad de bienestar. Vivo en Suecia, que en los 70 y 80 fue un “modelo de sociedad de bienestar”, hoy sigue siendo una sociedad bastante más igualitaria que otras. Ese ejercicio político que pasaba por el enfrentamiento entre la derecha y la izquierda está última representado sobre todo por el reformismo, ha dado paso a una dicotomía entre los de arriba y los de abajo, una contradicción inventada por el populismo y el nacionalismo.

“Tomasa”

La incursión de Decker Molina en la ficción es a través de “Tomasa”, una novela finalista de un premio internacional; cuenta la historia del exilio boliviano en Suecia, no solo el choque cultural, sino la pérdida de identidad.

60 y 70

fueron las décadas en las que sus ideas libertarias signaron su existencia como las de muchos otros hoy anónimos ciudadanos que salieron del país, forzados, única alternativa ante el riesgo inminente de ir a dar a una prisión política.