Opinión Bolivia

  • Diario Digital | viernes, 19 de abril de 2024
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La hija que hizo de enfermera por fe y montó un “hospital” en su casa

Miriam, un ama de casa sin noción sobre cuidados intensivos, atendió a su padre en su hogar. Usó un perchero para el suero. Agradece haber sido guiada por Dios.
Juan Estanislao Copa, el pastor que fue tratado por coronavirus y Miriam Copa, la hija que asistió a su padre. Gentileza familia Copa
Juan Estanislao Copa, el pastor que fue tratado por coronavirus y Miriam Copa, la hija que asistió a su padre. GENTILEZA FAMILIA COPA
La hija que hizo de enfermera por fe y montó un “hospital” en su casa

A Miriam Copa, mujer cristiana de 31 años, uno de los tantos doctores particulares consultados le dijo que debía buscar un espacio libre en terapia intensiva para internar a su padre, Juan Estanislao, de 67, lo antes posible. El tiempo apremiaba y la necesidad era de vida o muerte. En una suerte de tour urgente por los nosocomios de Cochabamba, no quedó ninguno por visitar. Ella recorrió todos, “peinó” el departamento. Pasó por el Hospital del Norte, la clínica privada Univalle y también por Los Ángeles. Estos últimos, con aranceles imposibles para el bolsillo de la mayoría de los mortales. En ninguno encontró respuesta positiva. Solo en la última parada, el Hospital del Sur, recibieron a su papá convaleciente, pero con la advertencia de que no contaban con una unidad de terapia intensiva (UTI), por lo que la estadía duró apenas unas horas y la búsqueda volvió a activarse enseguida.

Con su esposo al volante, Miriam estuvo desde las 23:30 hasta las 6:00 procurando un centro sanitario sin pausa, aprovechando cada segundo. El retorno a casa reflejó solo cansancio tras seis horas y media a bordo del auto. No dio con el requerimiento esperado. Ya en el hogar de la familia Copa, situado en Chilimarca, Tiquipaya, se encontró con su madre. Le comentó sobre la situación y le dijo que descansaría un poco para reponer energías y continuar con el plan de búsqueda. Así fue. Miriam describe que se durmió y que tuvo una “revelación” no grata. “Hasta las 10.00 descansaré, dije. Empecé a cerrar los ojos. A mediodía, vi en una pantallita chica a mi papá intubado. Él me habló, me dijo: ‘hijita, sácame de aquí’. Desperté de prisa, me olvidé del almuerzo, llegué al hospital y les mencioné a los doctores que quería pasar a verlo, a lo que contestaron que no podía porque era un paciente positivo a COVID-19. Respondí que yo fui su enfermera, a pesar de que no lo soy”.

A partir de ese momento, tras el traslado de su padre dependiendo de un respirador a su vivienda, comenzó la dura experiencia de Miriam, de sus nueve hermanos y de su madre. Pero todo fue particularmente más complejo de digerir para ella, que montó un “hospital casero” y se vistió de enfermera sin tener conocimientos siquiera básicos sobre dicha profesión. Lo hizo movida por la fe, según relata. “Han sido tres días muy difíciles para mí, especialmente. Ver a mi padre en ese estado fue doloroso. Tuvimos que tratar de ayudarle en la alimentación y en todo. No tenía conocimientos. Una persona en terapia intensiva, ¿cómo está? Dios me iluminó. El día que llegó mi padre en la noche, oré y le dije al Señor: ‘no tengo un hospital en la casa, pero por la fe voy a montarlo. No sé cuáles son los equipos necesarios en una terapia intensiva. Tú serás el doctor de los doctores, y en cada cosa que deba hacer, tú me guiarás’. Y en aquello que ni sabía, solo Él me iluminaba”.

En la habitación, situada en el primer piso, tenía un perchero que cumplía su función sujetando el suero fisiológico. Al costado, contaba con un timbre que apretaba para alertar a sus hermanos cuando precisaba agua caliente, paños u otro elemento. Además, recibió fármacos y un respirador como donaciones. “Tenía un estetoscopio, medicamentos, jeringas y el suero se suspendía de un perchero. Ese fue mi colgadorcito. Mi papa no quiso que lo atendieran mis hermanos, sino yo, pero ellos me ayudaban con el oxígeno. Si faltaba algo, caminaban para eso. De ese modo hemos trabajado, en conjunto. También disponía de un timbre que tocaba para que alguien subiera.  Era como en el hospital”.

No olvidaba tomar apuntes del estado de su papá en una pequeña libreta que actualizaba cada hora, según lo indicado por los galenos que consultó. 

Fueron tres días muy duros desde que Juan Estanislao, el referente paterno de la familia que dedicó su vida a la prédica como pastor en la Iglesia cristiana, regresó a casa para intentar restablecerse. Previamente a ello y a que fuera internado en el Hospital del Sur, ya estaba descompensado, pero los Copa acudían a médicos particulares que los iban guiando. Es por ello que ya contaban en su vivienda con parte de los elementos básicos para asistirlo. Emanuel, uno de los hijos menores, describe que el 8 de enero su papá comenzó con síntomas de un aparente resfrío. Al notar que su estado empeoró, le tomaron una prueba rápida que dio positivo a coronavirus. Fue entonces cuando amigos y allegados les donaron tanques de oxígeno que posteriormente también fueron útiles en el improvisado “hospital casero”.

El segundo día en que fue asistido en casa, Miriam notó que su papá tenía inflamación de edemas. “Esa madrugada, cerca de la 1.00, lloraba. En su manito vi caer tres gotas de sangre. Yo dije: ‘señor, tú vas a ser el médico y yo tu enfermera’. Ha sido así”. Ya la tercera jornada, la saturación de oxígeno mejoró. “Empezó a saturar el oxígeno en 95 y 93 el corazón, como una persona sana. El doctor lo revisó y me dijo que estábamos muy bien. Mi papá hablaba hasta media hora. Le hicimos sacar exámenes de orina y sangre. Los estudios dieron bien”. 

Luego incluyó licuados y frutas. Comió bien, incluso terminó un durazno. Sin embargo, su salud volvió a desmejorar. “Me pidió 10 uvas. Masticó y dije que íbamos bien. Después me pidió el jugo del durazno. Se lo di. Le lavé los dientecitos y le dije que podía dormir. Al otro día estaba bien y al siguiente volvió a descender. Expresó que se sentía cansado. ‘Ya no puedo’, me dijo”, recuerda Miriam.

Después, ella se fue a descansar. Sus hermanos la anoticiaron sobre el estado de saturación de Juan Estanislao y Miriam fue a asistirlo. Le notó las manos frías. Tomó el estetoscopio y también lo nebulizó. Veinte minutos después de las 3:00 recogió los elementos, volvió a escuchar su corazón. “Mi padre tomó un aliento y a las 3:35 nos dejó. Luché hasta el final junto a mis hermanos”.

Ahora, los Copa, que rememoran al padre de la familia como un “varón de Dios que amaba al prójimo”, quieren donar los medicamentos que quedaron. “Felices, porque mi padre ya goza de una mejor vida”, señala Emanuel.