Opinión Bolivia

  • Diario Digital | jueves, 18 de abril de 2024
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El expresidente Alan García, el Apra y la gente

El expresidente Alan García, el Apra y la gente
Tras Victor Raúl Haya de la Torre, Alan Garcia ejerció el liderazgo del Apra hasta miércoles, el día de su inesperada muerte. ¿Qué implica su desaparición física para el Apra y la política peruana? Propongo una hipótesis y un potencial problema.

Las grandes figuras (léase los líderes con sentido de trascendencia) tienden a buscar sucesores que continúen su legado. El problema con García (cuyo sentido de trascendencia ha quedado claro ahora más que nunca) es que no pareció estar demasiado concentrado en esa labor. Siempre se le vio más embarcado en cultivar su propia imagen antes que la de su partido, el Apra. Más allá de reuniones y coordinaciones con jóvenes cuadros del partido, muy útiles para su estrategia de difusión de mensajes de autodefensa y ataque a sus adversarios, siempre pareció preferir figuras externas. Véase, por ejemplo, el caso del corredor de autos Mario Hart, ubicado en las últimas elecciones por encima de los sacrificados jóvenes apristas, que siempre se han desvivido por hacer favores y quedar bien ante su líder. O, por otro lado, el caso del hijo de una exministra del gobierno de Kuczynski, que fue designado como orador en la fraternidad del año 2017. Pese a todo esto, el Apra, un partido de emprendedores políticos antes que de cuadros dependientes, tiene una generación de recambio.

El problema de esa generación de recambio, y de los recursos humanos apristas en general, es que, por la dinámica instalada por García (no brindar demasiado poder para que nadie lo ensombrezca), no existe una figura que sobresalga por encima de los demás. El Apra es un partido fraccionado que hoy se ha quedado sin su factor de unidad. En este contexto, después del duelo, los abrazos y los respectivos juramentos de lealtad, es de esperar que siga una encarnizada lucha por el poder. Viendo así las cosas, sería sencillo pronosticar un quiebre dentro del partido. Sin embargo, me gustaría concentrarme en un detalle que ha pasado desapercibido: pese a los señalamientos que el aprismo ha venido experimentando, no se ha quedado solo. No estamos frente a los casos de Alejandro Toledo o Susana Villarán, abandonados por la opinión pública y las élites. En los últimos años, y gracias al giro conservador de García y a la “alianza estratégica” con el fujimorismo, el Apra ha venido siendo frecuentado por figuras conservadoras como, por ejemplo, Phillip Butters y Roque Benavides. Mi hipótesis es que, más allá de un gran rompimiento, lo que podríamos observar es que designen, sobre todo mirando hacia el 2021, una figura no aprista como factor de unidad.

Por lo demás, es preciso entender que las rupturas al interior de una organización política no necesariamente implican una crisis o su extinción. El Apra, con más de 90 años encima, es un vivo ejemplo de ello. Tras la salida de Andres Townsend en 1981, el partido se unificó a través de Armando Villanueva y Alan Garcia. Dos años después llegaron al gobierno. Solo en los casos en que la facción más competitiva se va es cuando se puede hablar de una crisis. En el Apra de hoy, hablamos de grupos e, incluso, personalidades, que pierden más solos que unidos. Una eventual confección de nuevas dirigencias o, incluso, listas parlamentarias, podría crear grandes problemas.