Opinión Bolivia

  • Diario Digital | jueves, 25 de abril de 2024
  • Actualizado 00:06

Entre la espada y la pared

Entre la espada y la pared

A mitad del primer mes del año 2021 tengo la sensación de que será mucho más intenso e incierto que el pasado por las señales preocupantes, poniendo en primer lugar la pandemia que parece quedarse, con olas cada mes más atemorizantes.

La profecía del científico Stephen Hawking, cuando dijo que la humanidad puede exterminarse, no por bombas atómicas, sino por virus letales, parece hacerse realidad paulatinamente, porque no existe familia en el mundo que no haya sido afectada, -directa o indirectamente- por la COVID-19.

Mientras tanto, los ciudadanos guardamos las apariencias, según la idiosincrasia, tratando de vivir normalmente como si nada estuviera ocurriendo en cada pueblo.

En la loca mezcolanza, difícil mantener cierta indiferencia sin sentir miedo por lo que pasa cerca nuestro, con seres queridos y conocidos, que tienen mucha importancia, individual y colectiva, percibiendo que mañana podemos ser nosotros mismos engrosando la estadística.

Es cuando uno se pone a pensar en la disimilitud de las personas, en cualquier circunstancia, pero más en la crisis sanitaria, donde escuchamos historias de solidaridad, empatía, altruismo, compasión y dedicación del personal en clínicas y hospitales.

Conozco a médicos y sé de muchos que atienden a sus pacientes con humanitarismo y profesionalismo, cobrando lo que corresponde o inclusive gratuitamente, según los casos.

Pero también se escuchan relatos espantosos, de gente que está lucrando exageradamente con la pandemia, desde la especulación en el precio de los medicamentos, hasta palabras grabadas de médicos, que como aves de rapiña exigen sumas exorbitantes, antes de atender las urgencias.

Nuestra alta desconfianza en las actuales autoridades nos hace sentir indefensos ante la pandemia que azota el mundo. La vacuna y medicamentos adecuados es lo que necesitamos, porque no basta con saber que estamos o no contagiados.

Muchos recurrimos a la fe y esperanza, que nos debería hacer reflexionar más profundamente, en procura de ser mejores hasta el último de nuestros días.

No creo que Dios nos cause daño o imponga castigos por errores cometidos; son los humanos que se creen autosuficientes y juegan a dioses, aunque son mortales -como todos- los que provocan estos males.

Mis circunstancias

MOISÉS REVOLLO 

Periodista deportivo

[email protected]