Opinión Bolivia

  • Diario Digital | viernes, 19 de abril de 2024
  • Actualizado 22:24

PEDAGOGÍA

El temor de hablar en quechua

Un análisis sobre la importancia de la revitalización de las lenguas originarias en Bolivia.
Eugene Lee.
Eugene Lee.
El temor de hablar en quechua

Siguiendo el mandato de la Nueva Constitución Política del Estado Plurinacional, hoy en Bolivia existen Leyes orientadas a la revitalización de las lenguas originarias; entre estas están la Ley General de Políticas Lingüísticas y la Ley de Educación Avelino Siñani Elizardo Pérez; esta última señala que la enseñanza debe ser impartida en lengua indígena en las poblaciones en las que haya predominio de hablantes de lengua indígena y el castellano debe ser considerado como una segunda lengua. Esta Ley señala también que en poblaciones en las que predomina la lengua castellana, la enseñanza debe ser impartida en castellano, y la lengua originaria de la región debe ser considerada como una segunda lengua. Otra Ley relacionada con la revitalización de las lenguas originarias es la 269; esta establece que, de forma obligatoria, todos los funcionarios públicos deben hablar la lengua originaria del lugar en el que trabajan como funcionarios.

Sin embargo, y como muchos de nosotros sabemos, estas normativas no han podido evitar que el uso de las lenguas indígenas siga siendo relegado a la intimidad del hogar;  son muy pocos los espacios públicos en los que se hace uso de estas lenguas. No hay duda de que continúa la tendencia a desplazarlas; esto hace que cada vez sean menos los hablantes de las mismas. No hay duda de que prevalece aún la colonialidad que nos hace pensar, consciente o inconscientemente, que las culturas y las lenguas originarias son inferiores. Esto explica, en parte, el por qué los hablantes de lenguas indígenas tienen actitudes lingüísticas negativas hacia sus propias lenguas: prefieren dejar de transmitirlas, relegar su uso solamente al hogar y, en el peor de los casos, dejar de hablarlas definitivamente. 

Fasold definía las actitudes lingüísticas como la postura que asumen unos hablantes en relación a una determinada lengua. Esas actitudes tienen que ver con tres componentes: las ideologías (conjunto de creencias, ideas y convicciones), lo afectivo (sentimientos favorables o desfavorables) y el comportamiento (la tendencia a actuar de modo congruente con los sentimientos e ideas en diversas situaciones). Bajo esta perspectiva, dicen otros expertos, en la formación de las actitudes lingüísticas tienen influencia decisiva aspectos como el género, la edad, el tipo de escuela, la habilidad para hablar una segunda lengua, el prestigio que implica hablarla, etc. Este último aspecto tiene que ver con el hecho de que los hablantes elijan usar o aprender una lengua sobre todo por el prestigio que implique hablarla. No hay duda de que en el contexto cochabambino y el boliviano en general, el castellano sigue siendo la lengua que goza de mejor prestigio; lamentablemente las lenguas originarias siguen siendo subvaloradas.

En nuestra experiencia como docentes de lengua originaria en el nivel secundario hemos podido constatar que los jóvenes que hablan una lengua originaria siguen siendo los más propensos a dejar de hablarla; ciertamente están en proceso de formación de su identidad y son más vulnerables al dejarse influir por un contexto social en el que su familia, la escuela, los medios de comunicación, etc. los llevan a dejar de hablar su lengua originaria por razones asociadas al desprestigio que puede implicar comunicarse en su lengua en un contexto urbano. Hemos podido observar que los estudiantes que provienen del área rural de Cochabamba y que tienen como lengua materna el quechua se sienten “amordazados” por sus propios prejuicios y por los del entorno; no se sienten libres de usar su lengua originaria en el colegio y por conveniencia se habitúan a hablar en castellano. Ciertamente está el hecho evidente de que el contexto escolar desde ya tiene demarcadas preferencias y actitudes lingüísticas que no los motivan a hablar en su lengua originaria. Incluso, pese a tener conocimiento de que algunos de sus compañeros o profesores hablan quechua, ellos prefieren comunicarse en castellano.

Algunos de ellos han sido directamente discriminados por  hablar en quechua. En alguna entrevista que hicimos a unas estudiantes les preguntamos si les gustaba hablar en quechua; una de ellas nos respondió: “Sí, con mi familia hablo pura quechua.” Al preguntarles si en el colegio hablaban quechua, la misma estudiante nos respondió que no y que si lo hacía era algunas veces en la materia de quechua. Aclaró que en otras materias no se hablaba en esta lengua. Cuando preguntamos sobre el por qué no hablaban quechua en el colegio esta estudiante nos respondió: “Es que nos discriminan.” Otra dijo: “Se nos burlan.”

Esta y otras situaciones hacen que  los estudiantes se sientan inseguros de hablar quechua en el contexto escolar; hablar en lengua originaria en este contexto está muy lejos de ser algo espontáneo. No hay duda de que los hablantes de lenguas originarias sienten que hablar su lengua les hace ver menos ante los demás; a la larga esto hace que valoren muy poco su lengua y no tengan ánimo para transmitirla a futuras generaciones. Es un gran desafío a futuro para nuestra sociedad el reflexionar sobre los valores, percepciones, emociones, sentimientos y accionares relacionados con la actitud lingüística que se asume ante el quechua. Esta reflexión es necesaria para poder proyectar las líneas de acción que revitalicen el uso de las lenguas originarias. Es necesario, por ejemplo, comenzar a trabajar desde la perspectiva de la intraculturalidad; si no se dan procesos de descolonización de la subjetividad, es muy difícil que los hablantes de lenguas originarias cambien la actitud lingüística que asumen ante sus propias lenguas. Sin estos procesos será muy difícil desplazar la inseguridad lingüística en los jóvenes estudiantes, es decir, el temor o vergüenza que sienten al hablar su lengua originaria en un contexto escolar.

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