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  • Diario Digital | jueves, 25 de abril de 2024
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El soldado de Pompeya

El soldado de Pompeya
El año 79 (después de Cristo) el volcán Vesubio entró en frenética actividad y sus erupciones de lava, piedras y cenizas, en miles y miles de toneladas, se desencadenaron como un verdadero río de fuego por las laderas de la montaña hasta sepultar, debajo de varios metros de espesor, a dos florecientes ciudades: Pompeya y Herculano. En una esquina de la plaza principal un soldado hacía guardia poco antes de la erupción. Había recibido la consigna de su capitán de permanecer firme en su lugar, garantizando el orden en la ciudad.

Cuando, hace ya algunos años, se logró ir despejando los miles de toneladas de escombros, se encontraron muchos datos y elementos, sin embargo, lo que más llamó la atención de los investigadores fue el haber encontrado a un soldado muerto por causa del volcán pero en posición erguida, como haciendo guardia. A pesar de la lava ardiente que le iba cubriendo, él permaneció firme, desafiando la furia del volcán. Murió cumpliendo fielmente las órdenes recibidas. Uno de mis formadores tenía que desarrollar para nuestro grupo de 20 estudiantes el tema “El joven de carácter” y tomó el ejemplo del soldado de Pompeya para exponerlo como modelo de ser fiel al deber. Recuerdo que nos dijo: “Ahí tienen ustedes, jóvenes, un excelente ejemplo de conducta, con un claro sentido del deber. Ese soldado debe ser el ejemplo y el modelo para ustedes… Deben ser como él, jóvenes de carácter de tal modo que las circunstancias de la vida, por duras que sean, nunca les aparten del cumplimiento de su deber… Todos estábamos impresionados con la conferencia y con la anécdota del soldado. Pero, a la salida del salón, un sacerdote muy viejito, cargado de años y, sobre todo, de experiencia y buen

criterio, que había escuchado las ideas del conferenciante, nos reunió en torno a él y en voz baja nos dijo:

“No hagan caso a esas ideas. Ese soldado no es ningún modelo de conducta para nadie. Era un legalista totalmente deshumanizado. ¿Cómo puede ser que la orden de su superior jerárquico de permanecer firme en su puesto sea para él más importante que salvar su propia vida y la vida de tantas otras personas…? ¿Qué es lo que vale más, la vida de la gente o las órdenes intranscendentes de un capitán…?, Ese soldado no debe ser su modelo de conducta.

Él mismo era una víctima de una mala formación recibida, totalmente deshumanizada y legalista. Yo les digo una cosa: guíense siempre por los grandes valores de la vida. Las leyes y las normas tienen que estar siempre supeditadas a la libre opción de cada persona y al bien común de toda la gente y de la sociedad”. Los sabios consejos de ese sacerdote me han acompañado, afortunadamente, toda mi vida.