Testigo: “Vi cómo volaba una pierna sobre mi cabeza”
15 de abril de 2013 (21:19 h.)

En la confluencia de las calles Berkley y Boylston, junto a la boca de metro Arlington, varios corredores deambulaban cubiertos con mantas térmicas y mirada desorientada. Muchos se habían estado preparando durante meses para una de las carreras más prestigiosas del mundo, pero a pocos kilómetros de la meta notaron que algo raro ocurría. El público, lejos de corearles como suele suceder, miraba sus teléfonos móviles mientras muchos comenzaban a marcharse. A apenas 2.000 metros del final, Ingrid, de Nueva York, fue detenida por los asistentes de la carrera. “Al principio estaba desolada, porque quería acabar”, explicaba. No comprendía lo que pasaba.
A la confusión de las personas que abandonaban la zona, se sumaba la incredulidad de los corredores que llegaban. Muchos no eran conscientes de la tragedia que acababa de sufrir la ciudad y se quejaban por la marca conseguida debido a la interrupción de la carrera. Otros tomaban conciencia de lo sucedido cuando cesaban los efectos de la fatiga en sus cuerpos. Galina, una inglesa residente en Orlando (Florida), buscaba a su marido, quien debía esperarla en la línea de meta. “No lo veo. Voy a marcharme al hotel por si hubiera regresado allí”, aventuraba.
Mientras, se sucedían las alarmas, falsas o no. Un paquete sospechoso estallaba en la biblioteca pública JFK y otro era desactivado en el Mandarin Hotel, se decía que otro en la Universidad de Harvard… La North Eastern University pedía a los alumnos que no salieran del campus, mientras los corredores que aún no habían cruzado la meta eran desviados por una avenida lateral. Quienes permanecían en las cercanías del lugar de las detonaciones estaban especialmente impresionados por las lesiones sufridas por los heridos: “Había gente con los pies cortados por los talones”, relataba un corredor al diario Boston Globe.
(elpais.com)