Opinión Bolivia

  • Diario Digital | martes, 23 de abril de 2024
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Museo Artecampo preserva y revaloriza el arte de las Tierras Bajas

Durante años, el trabajo artístico de los pueblos orientales fue perdiéndose debido al poco cuidado que se le daba. Este centro intenta salvaguardar la historia y cosmovisión de esta región del país promoviendo la organización de sus protagonistas.
Museo Artecampo preserva y revaloriza el arte de las Tierras Bajas


“Llegábamos a las comunidades y nos acercábamos a las ancianas que atesoraban el saber de sus pueblos; fueron ellas las que lo fueron transmitiendo a las más jóvenes que empezaron a sumarse, entusiastas, a la iniciativa. Poco a poco, fuimos rescatando diseños, técnicas y materiales, al tiempo que los grupos de mujeres empezaban a sentir la necesidad de organizarse en asociaciones”, cuenta Ada Sotomayor de Vaca, directora y fundadora del Centro de Investigación, Diseño Artesanal y Comercialización Cooperativa (CIDAC).

Las Tierras Bajas de Bolivia ocupan casi dos tercios de todo el territorio nacional. Los departamentos de Beni, Pando, Santa Cruz, parte de Tarija, Chuquisaca y La Paz componen esta región. Una característica notable del lugar es la presencia de gran variedad de flora y fauna. Cientos de kilómetros de bosques y ríos cubren la extensión total.

Las poblaciones que habitan allí son, en algunos casos, reducidas. Sin embargo, la diversidad artística que anidan es impresionante.

La cosmovisión que las envuelve se ve reflejada en cada obra artesanal que realizan.

Al ser pueblos pequeños y sin poder evitar la torbellina modernización, con el paso del tiempo fueron perdiendo la habilidad de elaborar trabajos propios de su cultura, como esculturas en cerámica, tallado en madera, pintura y tejido. O, en otros casos, le daban tan poco valor a su oficio que intercambiaban sus obras por víveres y alimentos.

“Antes no conocíamos el valor de nuestro trabajo. Un kilo de azúcar, dos jabones, una botella de aceite, era suficiente para entregar la hamaca”, dice Cuñaendi, una tejedora guaraya.

Con la firme idea de revalorizar la producción plástica de los pueblos del Oriente, el año 2017 se creó el Museo de Arte Originario y Popular de las Tierras Bajas como parte del trabajo que realiza el CIDAC y la Asociación de Artesanas y Artesanos del Campo (Artecampo). Además, recibieron apoyo de la Alcaldía de Santa Cruz y de los Amigos del Museo.

A partir de este proyeto se intenta volver rentable este oficio, reviviendo, de esa manera, la producción artística y expresando las nuevas realidades de las comunidades.

El museo cuenta con 205 obras expuestas fruto de las 27 actividades realizadas en torno a ellas. El detalle minucioso con el que están elaboradas le brindan al visitante la posibilidad de transportarse a esas selvas inmensas, llenas de leyendas y paisajes que atesoran un universo en cada rincón.

Para impulsar el crecimiento del museo se estableció y desarrolló, de acuerdo a normas internacionales, una agenda de actividades que permite involucrar a las personas externas mediante talleres, conversatorios, ferias, desfiles, investigaciones, conferencias, visitas de delegaciones y más.



SABIDURÍA FEMENINA

Entre los beneficios que acompañan la creación de este museo se encuentra el cambio de vida positivo que tuvieron muchas mujeres artesanas pertenecientes a estos pueblos. Saber que su trabajo es valorado y ad- mirado por muchas personas las impulsa a mejorar y explotar sus saberes ancestrales y su creatividad individual, potenciando su organización y liderazgo.

De forma más personal también logró fortalecer los lazos entre las mujeres de las comunidades debido a que todos los conocimientos que poseen son heredados de sus antepasadas evitando así su desaparición.

“El dinero que ganamos con nuestro trabajo artesanal nos ha permitido a todas nosotras tener más independencia y sentirnos bien, sabiendo que aportamos a nuestros hogares y a nuestras comunidades”, cuenta María Jesús Velarde, integrante de la Asociación de Tejedoras de Palma de Ichilo.



DOS INSTITUCIONES VARGUARDISTAS

El año 1984, como resultado de una investigación sobre el estado de la artesanía en el departamento de Santa Cruz, se creó el Centro de Investigación, Diseño Artesanal y Comercialización Cooperativa (CIDAC).

El estudio constató que la mayoría de los conocimientos y técnicas artesanales estaban en proceso de extinción. A partir de ello, su objetivo se centró en promover el reconocimiento del doble protagonismo de la mujer indígena como generadora de ingresos y como heredera, creadora y transmisora de cultura. Esta institución trabaja apoyando a 14 grupos de artesanas afiliadas a Artecampo.

Esta última (la Asociación de Artesanos del Campo) es una organización de base de las artesanas campesinas creada en 1985, como resultado de un proceso de capacitación, intercambio de experiencias y apoyo por parte del CIDAC.

Estas asociaciones locales están compuestas, en un 90 por ciento, por mujeres de los grupos étnicos guaraní, ayoreo, guarayo y chiquitano, además de las comunidades mestizas de Cotoca, Vallegrande y Los Tajibos, entre otras.

Durante más de tres décadas de trabajo, ambas instituciones se convirtieron en las pioneras en salvaguardar la obra plástica de las Tierras Bajas.

Actualmente, la tienda de Artecampo es un espacio de referencia en la venta de artesanía de alta calidad del oriente nacional.



AFILIADAS AL MUSEO

La organización es clave para mejorar los procesos de trabajo que tienen estas personas. Debido a esto, 64 comunidades que pertenecen a las Tierras Bajas integran estas 14 asociaciones en las que canalizan sus conocimientos y su labor artesanal.



Artecampo está compuesto por: Taller de Jóvenes Pintores de Urubichá, Asociación de Tejedoras de Hamacas Cooreporaviqui, Asociación de Bordadoras de Ascensión, Asociación de Tejedoras de Palma de Ichilo, La Primavera - Asociación de Bordadoras de Los Tajibos, Asociación de Tejedoras de Chipas y Bordadoras de Lomerío, Asociación de Talladores de Madera de San Miguel de Velasco, Asociación de Tejedoras de Garabatá Ayoreode, Asociación de Loceras de Cotoca, Taller Experimental de Santa Cruz, Asociación de Artesanas de Vallegrande, Artesanas Alfareras de Tentayapi, Asociación de Tejedoras Sumbi-Regua y Artesanos Talladores de Weenhayek.

Cada una cumple una función importante contribuyendo al museo con sus obras. Por ejemplo, el Taller de Jóvenes Pintores de Urubichá, acompañados por el artista Lorgio



Vaca, fueron explotando sus habilidades de pintura en cerámica.

“Dibujamos la costumbre guaraya, la vida de nuestra gente de Urubichá y el campo, los árboles y los animales que conocemos”, explica Juan de la Cruz Iraipi, pintor guarayo.

El taller cuenta con jóvenes artistas que encontraron en la pintura un medio de expresión y una opción de vida que los liga a su tierra y su identidad. Son cronistas fieles de su pueblo, recopilan mitos y cuentos de los abuelos, muestran la vida en la comunidad y los cambios sociales resultados del contacto con la cultura urbana.

Por su parte, la Asociación Ayoreode de Tejedoras de Garabatá se dedica a la pro- ducción artesanal de tejidos de bolsas de fibra vegetal de garabatá (planta nativa de la familia de las bromeliáceas). El proceso aproximado de elaboración de un bolso de estas características (mide 40×40 cm) es de 22 días.

El trabajo se inicia con la recolección de la fibra, luego se seca al sol, se moldea el hilo sobre la pierna para afinarlo, después se tiñe con materiales naturales como raíces de especies locales o cáscaras de ajunao, pequí y paquío, y finalmente se teje el bolso.

En el caso de las Loceras de Cotoca, ellas trabajan partiendo de formas y modelos locales. El proceso de realización de una escultura de 80 cm dura unos 60 días.

La arcilla de Cotoca es de color rojizo y de gran plasticidad, por esta razón, el levantamiento de la escultura es lento. Cada vasija es realizada a mano desde el proceso de obtención de la materia prima hasta la cocción final en el horno.

Gracias al trabajo conjunto del CIDAC y Artecampo se hizo visible el patrimonio artístico autóctono que poseen los nativos orientales. Se despertó el orgullo por las expresiones culturales indígenas y, lo más importante, se logró evitar, hasta ahora, su desaparición. l