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  • Diario Digital | jueves, 28 de marzo de 2024
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Madres longevas, vidas llenas de historia y dedicación

Madres longevas, vidas llenas de historia y dedicación

Conocer cuál es el secreto para una vida larga es una de las grandes incógnitas que envuelven la historia del ser humano. Aunque es sabido que -en algún       momento- todos tenemos el mismo fin, siempre queda la esperanza, en algunos casos, de alargar más los años.  A lo largo de las últimas décadas, la expectativa de vida creció -a nivel general- en el mundo entero. Los factores pueden variar de acuerdo a la región, pero, la mayoría, tiene rasgos en común como la  alimentación saludable y la actividad constante, por ejemplo.
En Bolivia, hasta 2018 los adultos mayores representaban el 8.1 por ciento del total de la población, según datos proporcionados por el Instituto Nacional de Estadística (INE). Hasta el 2020 se estima llegar al 9.5 por ciento y al 11.5 por ciento el 2030. Estas cifras demuestran que la esperanza de vida es cada año más alentadora en el país.
Actualmente, es de 69.1 años para hombres y 75.9 años para mujeres, y se proyecta que para el 2020 suba hasta 70.5 años para varones y 77.5 años para las féminas. Como muestran los datos, en el país la presencia de mujeres es mayor.
Su rol dentro de la sociedad es fundamental. A un día del Día de la Madre, instaurado en 1927 en honor a las Heroínas de la Coronilla que lucharon y ofrendaron su sangre por la libertad e independencia de Cochabamba frente a los realistas españoles, la revista Así recolectó dos historias de madres longevas mayores de 90 años que se mantienen activas, lúcidas y llenas de ilusión.
ENTREGA ABSOLUTA
Un día se dio cuenta que el hogar que tenía no era el que ella había soñado toda su vida, así que hizo maletas, tomó a sus seis hijos y dejó Brasil para comenzar de cero en su país, Bolivia. Su hijo mayor tenía nueve años y el menor 11 meses, en ese entonces. A pesar de que la incertidumbre la invadía, no flaqueó un instante, depositó su confianza plena en Dios y siguió adelante.  
Corina Beatriz Rivero Mercado, nació el 7 de mayo de 1928 en Cochabamba (91 años). Ella es la mayor de siete hermanos, cuenta que tuvo una infancia maravillosa y disfrutó mucho de su familia. Estudió en el Colegio Irlandés unos años y salió bachiller del Instituto Americano.
Al culminar sus estudios secundarios inició la carrera de Bioquímica y Farmacia, pero no la terminó porque descubrió que no era su vocación. Posteriormente, cuando tenía 22 años, se casó, vivió un tiempo en Bolivia y luego migró a Brasil con toda su familia. Allá, terminó de tener a sus últimos tres hijos, hasta que tomó una difícil decisión. “Éramos muy felices, pero en un momento dado me di cuenta que ese no era el hogar que yo había soñado para mis hijos, así que decidí  separarme”, cuenta Beatriz.
De vuelta a Cochabamba, con seis hijos a su cargo, emprendió un camino complicado, pero, como ella misma relata, lleno de felicidad. “Era un desafío terrible. La gente me aconsejaba de diferente manera, pero yo confiaba en Dios. Mi idea principal era llevarlos por el camino correcto, educarlos para que sean hombres de bien. Me enfoqué a esa meta y conseguí aquello”, afirma Rivero.
Beatriz tenía tan solo 32 años y una gran responsabilidad, así que no dudo en trabajar de lo que podía para sacar adelante a sus hijos.  
“Hacía de todo. He pasado momentos muy difíciles económicamente. Tenía una máquina de tejer, así que comencé a hacerlo más frecuente, hacía eso de noche y de día. A pesar de todo, esa fue la etapa más hermosa de mi vida”, dice con emoción Rivero.
Beatriz nunca más se casó, su vida se centró únicamente en criar a sus hijos, una labor que la llenó de felicidad y satisfacción plena. “Yo pienso que ser madre es lo más importante en la vida de una mujer. Es una responsabilidad inexplicable. Esos seres dimi- nutos e indefensos están al cuidado de una mujer y ella tiene que pensar en su presente y su futuro. Una madre debe dar un amor incondicional y dedicar su vida a ellos”, explica

Actualmente, cuatro de sus hijos viven en Estados Unidos y dos en Brasil. Debido a      esto, ella pasó más de 24 años fuera de Bolivia, un tiempo corto en el país norteamericano y el resto en la nación carioca.  Hace alrededor de un año que se estableció en Cochabamba, su “tierra amada”, aunque destaca que el Brasil está en su corazón. Además, explica que uno de los motivos fundamentales de su retorno fue que para sus hijos era más fácil llegar aquí para visitarla. 
Su sobrina, Rita Polo, se encarga de gran parte de su cuidado ya que es la familiar más cercana que tiene Beatriz en la ciudad. Polo destaca la vitalidad de su tía y afirma que le sorprende lo activa y lo lúcida que se mantiene. Rivero es vegetariana, cuida mucho que su alimentación esté correctamente balanceada, pero, más allá del aspecto físico, ella asegura: “lo que me mantiene viva es mi confianza en Dios”. Muy creyente, asiste a la Iglesia Adventista todos los sábados y ha creado lazos de amistad importantes.
Con 12 nietos y 5 bisnietos, la energía que desborda Beatriz sorprende a cualquiera que la conoce por primera vez. Lejos de pensar en el descanso, se encuentra en busca hacer algún voluntariado relacionado a los animales desprotegidos. “Trato de vivir al máximo, la vida es linda. Disfruto con la gente que quiero y que me quieren. Estoy buscando   algo a qué dedicarme en el tiempo que me sobra. Quiero mimar a los perros, me encantan. Pronto ya tendré uno”, cuenta Rivero.
SERVICIO AL PRÓJIMO
COMO VOCACIÓN
Su mirada a veces se pierda en el horizonte, opacada por la neblina que cubre sus ojos, cada día la visión le falla más. Hay que hablarle en voz alta, hace unos tres años que su audición empeoró. Camina con la ayuda de un andador, mantenerse en pie le cuesta. Pero, si algo no cambió Martha en los 97 años de vida que tiene es su sonrisa, honesta, cariñosa y acogedora. La dulzura es parte de su ser y ayudar a los que más lo necesitan es el plan de vida que escogió.
Martha Elena Prado vda. de Cuadros, nació el 20 de septiembre de 1922 en Cochabamba. Fue la mayor de tres hermanos, el primero falleció durante la Guerra del Chaco y la segunda dejó este mundo hace poco. Ella cuenta que su infancia fue muy feliz y muy dolorosa a la vez, ambas cosas “están unidas siempre” dice Martha

Desde que era muy joven se dedicó a la beneficencia. En su esposo, Augusto Cuadros, encontró el compañero de vida perfecto para potenciar más su labor social. Cuadros fue ministro de Estado en varias ocasiones durante la presidencia de Víctor Paz Estenssoro.
Además, se desempeñó como embajador         en diferentes lugares del mundo. Todo ello        le permitió a Martha crear contactos importantes que puedan colaborar con su deseo        de ayudar.
Comenzó joven en la Cruz Roja de Bolivia, institución de la que fue presidenta a nivel nacional. Ahí, inició una larga trayectoria que no ha parado hasta la actualidad. Entre sus labores más destacadas fue presidenta de la Asociación de Damas Bolivianas y Diplomáticas. Durante su estadía en África, fue vicepresidenta de las Damas de Ayuda Social de la      Cooperación Internacional. En Bruselas, fue vicepresidenta de Damas del Grupo Diplomático Latinoamericano. Ya en Cochabamba, fue miembro de las Damas Voluntarias del Hospital Viedma; participó de la Legión de Lucha Contra el Cáncer y  fue representante de la Asociación de Damas Voluntarias de Ayuda       al Sordo de la que actualmente es presidenta vitalicia, entre un sinfín de instituciones más       a las que colaboró

Su labor no podía quedar al margen del reconocimiento público, eso la hizo merecedora de otra gran cantidad de distinciones por parte de la Cruz Roja Nacional, la Alcaldía de Cercado, en varias ocasiones, las Damas Salesianas de Ayuda al Sordo, la Confederación Nacional de Instituciones Femeninas Cochabamba (CONIF) y otras.
Cuando se le consulta a Martha sobre cuál fue su principal motivación para hacer beneficencia ella responde: “sería muy difícil nombrar cada uno de los detalles, pero mi vida siempre ha estado dedicada a ayudar, a servir a la gente”. Prado es madre de Augusto, tiene tres nietos y una bisnieta. Le encanta pasar tiempo con ellos y darles todo su amor.
“Me siento sumamente orgulloso de ella. Me enseñó a tener consideración del prójimo. Cuando no tenía alguna organización, se movía para conseguir regalos”, cuenta su hijo

Augusto considera que uno de los secretos para que su madre se mantenga tantos años a su lado es, por un lado, la buena alimentación, y por el otro, la actividad constante, destaca que Martha siempre emprendía proyectos y cumplía sus propósitos

Hoy, después de casi un siglo de vida, Martha Prado le hace frente a la vida y, aunque las energías no la acompañen como antes, su amor se refleja a través de su eterna sonrisa. “Estoy enferma, pero soy resistente”, finaliza.