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  • Diario Digital | jueves, 28 de marzo de 2024
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Freud, Einstein y el porqué de la guerra

Freud, Einstein y el porqué de la guerra
En el año 1932, Albert Einstein pregunta a Signund Freud, a través de una carta, si es que ¿existe algún medio que permita librar a los hombres de la amenaza de la guerra? En la misma misiva agrega otra interrogante: ¿Existe algún medio que permita canalizar la agresividad del ser humano y armarlo mejor psíquicamente contra sus instintos de odio y de destrucción?.

Estas inquietudes salen a la luz debido

al contexto de la época, dominado por el fascismo nazi que está pronto a conducir una guerra. A pesar de la distancia temporal que separa el presente de estas preguntas, las mismas no pierden validez.

Freud responde a la pregunta de Einstein indicando que, en cualquier conflicto entre los hombres, generalmente, se llega

a un punto en el cual uno de los bandos acaba con la diferencia del otro, pues,

pese a que en la construcción misma

de la sociedad existen ciertos mecanismos que regulan la violencia, paradójicamente, solo se llegó a ellos estos a través de la fuerza (violencia).

La historia de la humanidad está escrita con sangre, puesto que las sociedades se han creado en base a actos violentos, que han segregado, y de esta manera ordenado, los estratos sociales. Se pueden plantear soluciones ilusas a este problema, pero todas ellas estériles, pues jamás se puede pensar una medida igual para todos los seres humanos, una ley que regula para todos en algún punto, pues la misma seria rechazada por un grupo de personas que se sientan afectadas por ellas, enfrentando a quienes la apoyen. Se calcula erradamente planteara Freud, que, si no se tiene en cuenta que el derecho fue originalmente fuerza bruta, y que aún no puede renunciar al apoyo de la fuerza. Entonces, en las relaciones humanas es constante este elemento; hay algo en cada ser humano que trae consigo la agresividad.

El ser humano, constantemente, encuentra la forma de justificar ciertos

actos violentos contra otro, pues el ser viviente protege en cierta manera su propia vida destruyendo la vida ajena. Esto nos posicionaría dentro de un debate clásico, introducido por el filósofo inglés Thomas Hobbes, quien plantea que: “El hombre es malo por naturaleza y, por lo tanto, se une en sociedad con el único interés de sobrevivir”. Por contrapartida, el filósofo suizo Jean-Jacques Rousseau menciona que el “hombre es bueno por naturaleza, pero que actúa mal forzado por la sociedad que le corrompe”; po-dríamos enrolarnos en dicho debate

y apoyar un lado o el otro, sin embargo, hacer eso generaría tensión.

Una opción al abordaje de la violencia es la que plantea la psicoanalista Graciela Ruiz, ella indica que, el poder tomar cada fenómeno de violencia e interrogarlo en la singularidad del mismo, apartarse de explicaciones universales, que por muy bien intencionadas que sean no dan luces reales del verdadero resorte del problema. La violencia, nos dice Jacques Lacan, es exactamente lo contrario a la palabra, es la violencia o la palabra. dar uso de la palabra en cada uno de los

sujetos que cometen un acto violento,

es decir hallar la lógica singular que cada uno conlleva, ir buscando soluciones a la medida de cada persona.



NOTA: Para cualquier consulta o comen- tario, contactarse con la psicóloga Claudia Méndez Del Carpio, responsable de la columna, al correo [email protected] Visítanos en la páginas de Facebook: LECTURAS SUTILES