Opinión Bolivia

  • Diario Digital | jueves, 25 de abril de 2024
  • Actualizado 00:06

LA DESPEDIDA DE UNA VERDADERA GENERACIÓN DE “DIOSES DEL OLIMPO” Y LA BIENVENIDA A LAS NUEVAS FIGURAS MUNDIALES DEL DEPORTE, MARCARON LOS JUEGOS OLÍMPICOS DE RÍO 2016 QUE COMENZARON CUESTIONADOS, PERO CONCLUYERON CON EL DE

Se apaga el fuego de Río con Tokio 2020 en la mira

Se apaga el fuego de Río con Tokio 2020 en la mira



Un gimnasta con una fractura impresionante y una amazona renunciando a seguir para salvar la vida de su caballo son dos imágenes que abrieron el telón de los Juegos Olímpicos Río de Janeiro 2016 que comenzaron con muchas dudas y sombras sobre su organización, pero que cerraron con el deporte como referente principal.

Y es que la primera Cita Olímpica en un país sudamericano, lejos de la opulencia, el dinero y lo prolijo del primer mundo, fue calificada de entrada como la más austera de la historia. Sigue en la retina aquella imagen de unos niños, que abrazados en una favela de Río observaban el mítico y ahora olímpico estadio Maracaná vestido de luces de artificio, ofreciendo su bienvenida a miles de visitantes, en la apertura.

Sin embargo, ni la latente inseguridad de un país cuyo pan del día es una paradójica amalgama de carnaval, belleza, turismo, pujanza industrial y también miseria, ni unos posibles atentados terroristas, ni el zika, ni las deficiencias de organización habrán marcado tanto estos Juegos, como las memorables gestas deportivas que ya son referencia de una generación.

Es así que los gigantes como el nadador estadounidense Michael Phelps, que se despidió con 28 medallas (24 de oro) en toda su carrera gracias a las 6 que regaló en Río (5 de oro); o el velocista jamaiquino Usain Bolt, que cerró el círculo del “triple triple”, tres medallas de oro en 100, 200 y 4x100 metros en los últimos tres Juegos Olímpicos hicieron de Río 2016 un antes y después.

Esos verdaderos dioses del Olimpo han deslumbrado a millones de personas alrededor del mundo y opacado con sus hazañas los entretelones de la organización. Heredaron el fuego sagrado a figuras emergentes como la gimnasta estadounidense Simone Biles, que debutó en estas citas con 5 medallas (4 de ellas de oro), o el japonés Kohei Uchimura que se convirtió en el nuevo rey de la gimnasia con dos metales dorados y que, junto a otras estrellas como el fondista británico Mo Farah (doble oro), son los nuevos héroes.

En la anécdota quedaron las graderías vacías del inicio, los abucheos y hasta una piscina verde. Río se recordará por proezas que se cumplieron contra todo pronóstico, como el de la nadadora húngara Katinka Hosszu que logró tres doradas. O la luchadora japonesa Kaori Icho, que se convirtió en la primera en conquistar cuatro medallas de oro en unos Juegos.

En 2016, el espíritu olímpico quedó reflejado en acciones como la caída de dos atletas que se ayudaron a levantarse y seguir en carrera; también en la corredora que perdió la zapatilla siendo líder y que quedó séptima y sin lugar en la final, pero cuyo sacrificio fue recompensado por la organización con una clasificación especial.

Río también es esa niña de la favela y aquel niño abandonado que le regalaron sendos oros al organizador de los Juegos, Brasil, encarnados en la yudoca Rafaela da Silva y el saltador de pértiga Thiago Braz que hoy son un símbolo de lucha y superación. Neymar le dió al país del fútbol el único trofeo que le faltaba en sus vitrinas y que el Olimpo le había negado. Por si fuese poco, 2016 despidió a esas generaciones doradas de basquetbolistas de las legendarias selecciones de España y Argentina.

Los Juegos de la tecnología también abrieron un nuevo capítulo en ese orden y pasaron la posta a otros que tendrán lugar justamente en la ciudad de la tecnología: Tokio 2020.