Opinión Bolivia

  • Diario Digital | jueves, 28 de marzo de 2024
  • Actualizado 00:01

Vicky Ossio abraza a la naturaleza a través de la Senda Verde

Hace 17 años dejó toda su vida en la ciudad, se mudó a Coroico y fundó un refugio que actualmente alberga a más de 800 animales. 
Vicky Ossio abraza a la naturaleza a través de la Senda Verde

Con un proyecto por delante y un objetivo claro, Vicky Ossio Peña nunca olvida el momento en el que Coroico cambió su destino. “He encontrado el lugar donde quiero pasar el resto de mis días. He llegado y he sentido que la naturaleza me abrazaba”, fueron las palabras que le dijo a su esposo el día que conoció el sector donde ahora está emplazado el refugio de animales Senda Verde. 

De aquel primer contacto ya pasaron 17 años y, lo que comenzó como un espacio dedicado a otras personas, se convirtió en un santuario para más de 800 animales, que agradecen la valentía de dos esposos que decidieron asumir un reto. 

“Nunca pensamos en tener un refugio de animales. Son esas cosas que tenían que suceder, sucedieron y damos gracias al universo de que así haya sido porque es un hermoso trabajo”, dice Vicky. 

A pesar de que ella estaba acostumbrada a relacionarse con la naturaleza a menudo, nunca había pensado dedicarse de lleno a ella, y más aún estar a cargo de otros seres vivos. La responsabilidad, el compromiso y el amor fue algo que nunca le faltó a Ossio y, pese a todos los obstáculos que debe atravesar para mantener de pie la Senda Verde, en los animales encuentra la motivación y el impulso necesario para seguir firme. 

UN ANTES Y UN DESPUÉS DE ARUMA  

La aventura de Vicky comenzó junto a su esposo, Marcelo Levy, cuando deseaban crear un lugar donde las personas de La Paz puedan ir a conectarse con el medioambiente y aprender sobre el respeto a la biodiversidad. “No puedes pretender que la gente cuide algo que no conoce o que no quiera”, explica Ossio.

La familia de Marcelo tenía una casa en Coroico, donde ellos planeaban comenzar el proyecto. Cuando estaban en todo el proceso, unos trabajadores les comentaron que en Yolosa, a unos 500 metros de Coroico, un camionero pretendía llevarse a un mono capuchino para venderlo en la ciudad. 

Ante eso, Marcelo fue a hablar con el conductor y durante más de tres horas se dedicó a persuadirlo para que libere al animal. Finalmente, les entregó al mono y la pareja lo cuidó. 

A las dos semanas, llegaron dos guacamayos y al mes otro primate. La voz fue corriendo y los lugareños llevaban a los animales donde Vicky y Marcelo para que cuiden de ellos. El objetivo del matrimonio era rescatarlos del tráfico y enviarlos a  algún refugio. Sin embargo, todo cambió cuando llegó Aruma, un oso jukumari. 

Ya tenían 15 rescatados y estaban a la espera constante de poder entregarlos. Pero, recibieron la petición de hacerse cargo de Aruma, quien fue encontrado en la provincia Inquisivi. “Nos cayó por sorpresa porque ahí nos dijimos que, si tendríamos un oso, todos los demás animales se quedarían y tendríamos que ver cómo formalizar este tema y cambiar nuestro proyecto de vida”, cuenta Ossio. 

Luego de una evaluación entre los esposos, decidieron aceptar el desafío y comenzar los papeles para   establecerse como un refugio. “Aruma marca un antes y un después en Senda Verde. Ahí asumimos el compromiso”. 

Leer, pasar cursos y capacitarse   constantemente, así fue la nueva vida de Vicky y Marcelo. “Si vas a cuidar animales, los tienes que cuidar bien. Les tienes que dar bienestar. Ellos son los maestros, nos inspiran cada día”, enfatiza. 

“LA EDUCACIÓN ES LA MEJOR HERENCIA”

Tener un refugio no fue el primer reto que Ossio enfretó. Cuando tenía 20 años se convirtió en madre y, al ser joven, tuvo que asumir la responsabilidad de criar a su hija sin descuidar sus estudios. 

Ella es socióloga de profesión, pero siempre estuvo muy involucrada en el área académica. Entre algunos de sus trabajos, fue parte de la Reforma Educativa a inicios del 2.000. 

Sus padres, Javier Ossio y Nora Peña, la apoyaron siempre porque, para ellos, la mejor herencia que podían dejarle era el estudio. “Me tocó momentos duros porque tuve que trabajar y estudiar para sacar a los chicos adelante. Lo importante es aprender. Si tenía que trabajar en  cuatro lugares al mismo tiempo, yo lo hacía para darles la mejor educación a mis hijos”. 

Con el tiempo, les pasó esa misma enseñanza a sus dos retoños: Carolina es educadora y Rodrigo es músico profesional. 

Vicky se considera “bien boliviana”, su papá es de Potosí y su mamá de Santa Cruz, donde ella también nació, pero desde los dos años vive en La Paz. “Soy coroiqueña y paceña de corazón”, manifiesta.

Levy, quien es su segundo esposo, es su compañero hace más de 20 años. Los dos son amantes de la naturaleza, son amigos hace décadas y comparten muchos principios. “Lo que nos une a Marcelo y a mí es algo que supera muchas cosas. Cuando tu relación se basa no solo en el     cariño que le puedes tener a la otra persona, sino en el compromiso, un objetivo de vida que compartes, eso hace que puedas unir fuerzas”. 

UN REFUGIO DE AMOR

Desde que era pequeña, Vicky tuvo inclinación por la naturaleza. Le gustaba ir al campo a pasar las vacaciones. Por eso, no le costó mucho adecuarse a su nueva vida en medio de la selva. “Fue más fácil de lo esperado. Lo único que me pareció raro, fue prender mi computadora y no estar conectada”, comenta entre risas.

Uno de los momentos que marcó su vida y que ella recuerda claramente fue cuando conoció el sitio donde está el refugio. “Yo llegué a la Senda Verde y me enamoré del lugar. Cuando volví a mi casa le dije a Marcelo: ´He encontrado el lugar donde quiero pasar el resto de mis días. He llegado y he sentido que la naturaleza me abrazaba´. Fue exactamente eso”, cuenta.  

Casi dos décadas después, Ossio no cambiaría por nada el rumbo que tomó su vida. No fue fácil, los desafíos constantes por mantener a flote el refugio muchas veces los llenaron de preocupación. 

La Senda Verde se sostiene gracias a las visitas de los turistas, pero, desde que comenzó la pandemia, permanecen en cuarentena estricta y su única manera de sobrevivir es gracias a las donaciones. La crisis sanitaria y los conflictos sociales del país mantiene en jaque a este centro. 

Con 61 años en la actualidad, Vicky concibe la vida como un constante aprendizaje. Lo que comenzó como un gran desafío, hoy se convirtió en un refugio de amor, donde ella quiere pasar el resto de sus días para que la naturaleza la siga abrazando. “He aprendido desde muy chica que el éxito no es por cuánto tienes, sino por lo que haces con tu conocimiento, qué das al mundo, al planeta y a la vida”, finaliza.