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  • Diario Digital | martes, 23 de abril de 2024
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“Seamos serios. No es incompatible con la alegría”

Gustavo Dessal, escritor y psicoanalista.
Gustavo Dessal, escritor y psicoanalista.
“Seamos serios. No es incompatible con la alegría”

PRIMERA PARTE

La reciente novela del escritor pakistaní Moshin Hamid, “El último hombre blanco”, tiene un comienzo que resuena de inmediato: “Una mañana, un hombre blanco llamado Anders descubrió al despertarse que se había convertido en alguien de un color marrón profundo e innegable”. Al principio, la reacción de Anders (un apellido cuya raíz germánica se corresponde con nuestro español “Otro”) experimenta un odio incoercible hacía sí mismo, pero poco a poco recompone su ánimo al enterarse de que se trata de una especie de pandemia, y que todos los hombres y mujeres blancos van perdiendo su color. Solo hay una excepción -de allí el título de la obra-: el padre de Anders, un anciano moribundo que no cambia de color, tal vez un símbolo de la relación histórica entre el Padre y el Discurso del Amo. Finalmente la distopía desemboca en un mundo en el que ha desaparecido el odio racial. En tiempos tan convulsos en los que gravísimos problemas como el cambio climático, la guerra, los crecientes totalitarismos, la extensión de los discursos de odio trascienden incluso las polaridades ideológicas, esta novela puede resultar algo ingenua, pero finalmente parte de la posición del autor, sin duda respetable: podemos ser mejores, tal vez, puesto que hemos demostrado que sería difícil superarnos en lo peor. 

Se está desarrollando un comprometido debate sobre las consecuencias que los acontecimientos actuales tienen en el plano moral y cómo prepararnos para lo que nos aguarda, cuando el presente nos indica que el número de estados democráticos está disminuyendo a gran velocidad. ¿Debemos improvisar sobre la marcha, o es preciso anticiparse a un futuro que nos pisa los talones y en ciertos aspectos ya se nos ha precipitado? ¿Cuáles son los valores que deben ponerse en discusión? Todo esto nos conduce al antiguo problema del bien, que recorre la historia de la filosofía y las religiones. Ahora el contexto tiene la singularidad que un Kant no tuvo oportunidad de conocer: lo que las tecnologías pueden hacer con nosotros.

Aquellos estudiosos cuya posición ética les permite una mirada y una perspectiva crítica sobre el tema, trazan una línea que no es infalible, pero que al menos sirve de orientación. Los riesgos, las contingencias imprevisibles y probablemente inmanejables crecen en todos aquellos proyectos concebidos para durar un largo tiempo. ¿Cuál es la razón? Que estos propósitos se conciben de tal modo que se instale una cadena autónoma de Inteligencia Artificial. En otras palabras más cercanas para quienes somos profanos en estas materias: que un sistema de I.A. tenga la suficiente “libertad” de crear un segundo sistema por su propia cuenta, este un tercero y así de forma sucesiva. Esto no significa que la serie siga un curso matemáticamente aleatorio, pero las probabilidades de errores y desviaciones internas, así como las infiltraciones de agentes externos, se multiplican. 

NOTA: Para cualquier consulta o comentario,  contactarse con Claudia Méndez Del Carpio (psicóloga), responsable de la columna, al correo [email protected] o al  teléfono/WhatsApp  62620609. Visítanos en Facebook como LECTURAS SUTILES.