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  • Diario Digital | viernes, 19 de abril de 2024
  • Actualizado 18:38

El salto del tigre... ¿o el tigre que nada?

Lucas Ariel Lagos, Psicoanalista.
Lucas Ariel Lagos, Psicoanalista.
El salto del tigre... ¿o el tigre que nada?

No hace falta ser psicoanalista para darse cuenta de lo difícil que puede llegar a ser arriesgar, tomar decisiones y jugarse por alcanzar aquello que deseamos.

Hace años Freud investigaba acerca de las neurosis. Se encontraba con casos de personas que habían enfermado, pero cuya etiología no se podía encontrar en el organismo. A causa de mecanismos psíquicos, vislumbraba que en los síntomas había una satisfacción. Al respecto, hablaba de formación de compromiso. ¿Entre qué? Por un lado, pulsiones, que solo buscaban alcanzar la satisfacción y, por el otro lado, el yo, a quien esos destinos de las pulsiones le resultaban intolerables. El resultado entonces: el síntoma, un punto medio.

El problema es evidente: ¿Quién desea una vida minada del padecer de los síntomas? Justamente un término de lo más importante es el deseo: el motor de nuestro andar. Si hablamos de una formación de compromiso es por no poder soltarnos para perseguir nuestros anhelos. Nos acobardamos y nos empantanamos con mil cosas, eso que Freud llamó neurosis; nos conformamos con menos, o eso es lo que nos queda en muchos casos, y finalmente enfermamos.

Lo particular del asunto es que en la actualidad nos encontramos con un nuevo condimento, que podríamos resumir con el término fluidez.

Lo encontramos en las redes, en los medios tradicionales, en boca de muchos. Las publicidades son un ejemplo muy gráfico: hoy se trata de romper lo establecido, quebrar las reglas, tirar abajo, dejar a un lado, licuar... y nos quedamos con lo fluido.

Pero, ¿cuál es el punto con esto? Con algo de memoria podemos ubicar ciertos eventos que no faltaban en las vidas. El bautismo de los hijos y la catequesis. El bien y el mal, temas de conversación en la mesa familiar. El deporte al que los padres enviaban a sus hijos, el cual no se trataba solo de un ejercicio físico, sino del aprendizaje de la cooperación, del equipo, de la camaradería y demás valores. Las fechas patrias de las escuelas, las formaciones, el timbre, las aulas, el guardapolvo, no simples caprichos sino una enseñanza de estructura, lugar, orden, respeto y demás.

El punto no es moral, sino de presencia o ausencia de algo. De un marco, una referencia, la cual puede parecernos bien o mal, más agradable o menos, nueva o vieja. Pero, a fin de cuentas, una referencia, con la cual asentir y poder continuar, o disentir y cambiar hacia otra cosa, trazando un camino propio.

Deshaciéndonos de muchas de estas cuestiones, dejamos atrás un andamiaje. No navegamos por un río con las orillas de referencia, sino en medio del mar. El viraje puede darse desde tratar de alivianar esas estructuras, que podían llegar a ser pesadas, para animarnos a ir por nuestros deseos, a directamente encontrarnos con un anhelo empobrecido. El salto del tigre, necesario para aflojar la neurosis, hoy tal vez se trate del nado en los tiempos de la fluidez.

NOTA: Para cualquier consulta o comentario,  contactarse con Claudia Méndez Del Carpio (psicóloga), responsable de la columna, al correo [email protected] o al  teléfono/WhatsApp  62620609. Visítanos en Facebook como LECTURAS SUTILES.