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  • Diario Digital | viernes, 19 de abril de 2024
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El saber-poder como constructo psicosocial

ÓSCAR ARLEX QUILLA Z., Psicólogo Docente-Investigador
Oscar Arlex Quilla Zurita, Psicólogo Docente-Investigador
El saber-poder como constructo psicosocial

El constructo analítico de Michel Foucault permitió descubrir la insondable e íntima relación existente entre el poder y el saber. El último requiere un entramado de poder para su concreción y viceversa, siendo a su vez el saber un producto del poder. En este orden, la    realidad, al ser una construcción social, está constituida por elementos con los cuales se ordena. Desde una perspectiva cognoscitiva es el producto del conglomerado de datos, informaciones, pautas, vivencias, experiencias y percepciones que se asimilan de la propia    realidad social y cultural. 

El procesamiento mental de la realidad y la actividad consciente, necesarios para ordenar y entender las cambiantes circunstancias, para lograr la adaptación y el consecuente equilibrio, es permanente. Pero esa realidad no siempre es fiable o agradable, de hecho, es muchas veces frustrante ya sea por efecto de la educación, el aprendizaje, las ortodoxias, las apariencias, las pautas de comportamiento cultural, las nuevas tecnologías, el efecto multimedia o la curiosidad y la  necesidad de saber. Lo cierto es que nos encontramos sumergidos en un contexto de intereses, discursos y ejercicio del poder implacable, pero real.

Se tiende a pensar que los mecanismos disciplinarios de poder y control están únicamente centralizados en el Estado y eso es falso, pues el poder se experimenta y se ejerce en todas partes del entramado social (Foucault: 1975) y tiene la potestad de articular y legitimar discursos, que a su vez se concretan en saberes. Estas prácticas sociales son intersubjetivas y dominantes, controlan, transforman y/o conservan el poder en sus diferentes ámbitos, generado discursos objetivados en saberes.  

Un acto de violencia normativa tiene lugar sobre los sujetos que introyectan, aun sin saberlo, la subjetividad impuesta por las estructuras de poder, supeditada a los intereses de los que se benefician de él, asimilando y reproduciendo la situación de dominación como algo natural. La disciplina genera individuos que producen y reproducen discursos expresados no solo en una microfísica en los cuerpos, el lenguaje (Foucault: 1978), la conducta, el comportamiento, las estructuras de pensamiento y los esquemas mentales.

Se incrustan en la educación los aprendizajes y saberes formales y no formales; es por tanto totalizante, es una funcionalidad dialéctica saber-poder/poder-saber, en el que las prácticas discursivas y el arte de conocer dejan ver sustantivamente una acción sobre los sujetos, son mecanismos de modelamiento y dominio.  La cotidianidad imperceptiblemente ha dejado de ser propia porque el poder subyuga y constituye al sujeto subsumiéndolo a comportamientos y prácticas preestablecidas, pero son a la vez potenciales polos de resistencia.

Estos mecanismos entrecruzan la esfera pública, privada y cotidiana del sujeto, que al ser asimilados terminan sitiando desde dentro a los actores sociales. Este fenómeno involucra también a la ciencia, la tecnología la política, el estado y la economía. Detrás de un pensamiento, una palabra (Foucault: 1966), una conducta o cómo vivimos construimos y deconstruimos nuestra  realidad y toda nuestra vida social; está el saber distinto del saber hacer.

Razonamos con formalidad, como mandan las buenas costumbres y las normas, las cuales están atravesadas por el poder que nos determina e impulsa a una vida social donde somos efecto de un orden establecido, escindidos de nuestros deseos y autonomía, engullidos por una estructura real, enajenante e impía de saber y poder.