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  • Diario Digital | viernes, 19 de abril de 2024
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Pandemia y subjetividad No puedo respirar (PARTE 2)

Ernesto Pérez, Médico Psiquiatra, Psicoanalista.
Dr. Ernesto Pérez Médico Psiquiatra Psicoanalista erperezpromenzio @gmail.com Buenos Aires-Argentina
Pandemia y subjetividad No puedo respirar (PARTE 2)

El virus es un irrepresentable en el discurso que trae la muerte con el aire que respiramos, fractura el fantasma de la realidad. En la representación tratamos de ponerle algún velo a este agujero para calmar la angustia. “No puedo respirar” también implica la basura contaminante de un ambiente cada vez más cargado de objetos inservibles.

El velo de la realidad es donde nos movemos con nuestros deseos siempre y cuando el objeto "nada" esté sustraído. Entonces no vemos la polución contemporánea que nos rodea, hipnotizados por los objetos brillantes de nuestra fantasía en los escaparates del mercado. Este brillo es lo que cae con el virus. Nos encontramos de golpe respirando basura.

Pero, apenas ese objeto sin representación se presenta, a través de indicios de imágenes y signos, comienza lo siniestro, el espacio tridimensional se rompe, el lazo social se deshace y el cuerpo imaginario se fragmenta. Basta salir por las calles desiertas, que en algunos lugares se han poblado de animales; basta ver las persianas cerradas de negocios habitualmente llenos de gente consumiendo; basta ver a los pocos transeúntes con barbijos y tratando de no rozarse para darnos cuenta que se trata de otro espacio. Terminó el tiempo de la prisa porque no hay que ir a ninguna parte más allá de comprar lo esencial y volver a encerrarse. La experiencia de la soledad es vivida como insoportable por el corte de las relaciones con el otro y el cuerpo aparece fracturado por la idea de ser llevado e intervenido con cánulas y respiradores. Estamos en el espacio de la angustia.

Esto es lo que está sucediendo con el coronavirus, la experiencia subjetiva de otro espacio y tiempo. La comunicación a través de internet es una realidad que se está convirtiendo en la única forma del lazo social, que va deshumanizando, deja sujetos tristes, solos y delirados.

¿El teletrabajo y la teleenseñanza, igual que la atención de servicios médicos con videollamadas, se van a transformar en permanentes? Entonces, ¿los cuerpos tendrán como lugar el ostracismo? Esto puede traer más ahogo: “No puedo respirar” puede ser la consigna de la época si este estado de shock, como diría Noemí Klein, es capitalizado para producir más ajuste económico y más ahogo. Se avecinan tiempos difíciles, el futuro está abierto para que los sujetos puedan encontrar otra manera de respirar o ser sometidos cada vez más por la maquinaria robótica que va a producir más pobreza y segregación, y una conflictiva social sin precedentes.

El objeto sin los velos agalmáticos es la angustia y puede disparar a la confusión. Trastornos de ansiedad con equivales somáticos, el acting (gente cantado en los balcones, esperando ser vistos y ser incluidos en algún lazo) y pasajes al acto de distinto tipo (manifestaciones negando el virus o salir a correr por el solo hecho de escapar del encierro). También aparecen síntomas como la fobia (ataques de pánico), que puede girar a la obsesión por la limpieza excesiva, tomarse la temperatura cada media hora, la queja histérica contra las autoridades y hacerlos responsables de lo que está pasando. Pero también a distintos grados de síntomas donde la falta de aire es de los más comunes e importantes.

Sujetos atrapados por no poder huir, ni siquiera a un hospital por temor a contagiarse y el “no puedo respirar” no solo es una consigna. Sujetos que estigmatizan y discriminan a posibles enfermos, a los que tienen sintomatología y al personal de la salud. Mienten sobre sus síntomas por temor a ser llevados y no volver.

El psicoanalista tiene que escuchar lo singular de como cada sujeto transita la pandemia. No suponer nada de antemano. No hay que generalizar un supuesto padecimiento para todos. Hay sujetos que estar encerrados les hace bien, otros que niegan la existencia del virus e imaginan distintas teorías conspirativas de tinte paranoico.

Cada sujeto tramita esta angustia a su manera, con los recursos psíquicos que dispone, son sus mecanismos de defensa, armando cada cual su fantasma que remite a algún acontecimiento traumático de su historia. Todo esto para restablecer de alguna manera un cuerpo imaginario y algún lazo con el Otro y no quedar arrasados. Contener estas ansiedades permite seguir analizando lo traumático de cada historia.