Opinión Bolivia

  • Diario Digital | miércoles, 22 de marzo de 2023
  • Actualizado 21:19

Padres inspiradores: historias de hombres que heredan su legado profesional a sus hijos

Marcos Loayza, Ricardo Laredo y Juan Carlos Montalvo son tres padres que destacan por su labor profesional, pero, más allá de eso, se esfuerzan por legar su vocación a sus hijos, o inspirarse en ellos para ayudar a otros. 

El médico Juan Carlos Montalvo, el arquitecto Ricardo Laredo y el cineasta Marcos Loayza. CORTESÍA-DICO SOLÍS
El médico Juan Carlos Montalvo, el arquitecto Ricardo Laredo y el cineasta Marcos Loayza. CORTESÍA-DICO SOLÍS
Padres inspiradores: historias de hombres que heredan su legado profesional a sus hijos

Mientras Marcos Loayza les enseñaba a filmar películas a sus hijos, Ricardo Laredo compartía libros con los suyos y Juan Carlos Montalvo materializaba su sueño de hacer bebés con Natalia, su hija. Los tres construyeron destacadas carreras profesionales en sus respectivos rubros a la vez que se realizaban como padres. Con los años, también pudieron ver los éxitos de sus retoños y alentar sus caminos. Ahora, dos de ellos continúan heredando sus conocimientos mientras el otro se inspira de quien no está para ayudar a aquellos que lo necesitan. 

Estos tres padres cuentan sus historias de vida enfocadas en el amor, el amor hacia su trabajo, su familia y, sobre todo, sus hijos.

UNA CAMPANITA LLAMADA NATALIA 

Juan Carlos Montalvo junto a su hija, Natalia. CORTESÍA/DICO SOLÍS
Juan Carlos Montalvo junto a su hija, Natalia. CORTESÍA/DICO SOLÍS

Natalia llegaba a la Clínica Montalvo y todos los trabajadores y pacientes se alegraban. Su trabajo complementaba el de su papá, Juan Carlos Montalvo, y juntos le daban la posibilidad a cientos de mujeres y hombres de convertirse en padres. 

Pero, su repentina muerte, en enero de este año, cambió todo para quienes la conocieron, aunque, pese al dolor, hoy su vida es fuente de inspiración. 

El médico Juan Carlos Montalvo es pionero en reproducción asistida en Bolivia. A través de su clínica, creada hace más de 20 años, marcó hitos en la medicina nacional, como el nacimiento del primer bebé probeta y la posibilidad de tener mellizos, trillizos o cuatrillizos. Con una destacada carrera como médico especialista en Reproducción asistida, Ginecología y obstetricia, Endocrinología ginecológica, Cirugía laparoscópica e histeroscopia, Ecografía y Biología de reproducción humana, Montalvo pudo hacer “mujeres y bebés felices”, como dice el lema de su clínica. 

Su hija, Natalia, fue su gran compañera. Cuando ella volvió de estudiar Medicina en la universidad de Stanford, Estados Unidos, y Biología de la reproducción, se sumó a la clínica de su padre y se enfocó en laboratorio. Entre sus logros está brindar la posibilidad de elegir el sexo en los embriones. 

Juan Carlos sentía que estaba cumpliendo sus sueños viendo a su hija realizarse profesionalmente, hasta que, el 6 de enero, falleció de un infarto al corazón. Esto lo obligó a retomar el trabajo de Natalia. Se capacitó en Estados Unidos y al volver descongeló unos óvulos que había dejado. “Fue muy duro caminar donde ella estuvo”, dice. 

Para Montalvo, la paternidad tiene dos connotaciones, la primera es la felicidad de acompañar a los hijos en su crecimiento, pero también está el dolor de quienes deben enfrentar la pérdida. 

Este será su primer Día del Padre sin Natalia. El dolor es inhumano, describe. Algo difícil de entender. “Yo era un hombre feliz, miraba al cielo y decía que podía morir en paz porque había hecho todo lo que deseaba y había visto coronarse todos mis sueños. Pero cuando ocurrió lo de Natalia y vi su asiento donde se sentaba feliz y manejaba todo con tanta destreza, ha sido una de las cosas más duras”. 

Montalvo describe a Natalia como la “Campanita” de la clínica, tenía una dulzura única que se ganaba el cariño de quienes trabajaban con ella, aunque tampoco tuvo una vida fácil. Cuando tenía dos años tuvo leucemia. De los seis niños que empezaron el tratamiento con ella, fue la única sobreviviente. En los años en los que trabajó, ayudó a hacer casi 400 bebés. Amaba crear embriones y ayudar a las personas que llegaban con el sueño de ser padres a la clínica.  

Para Montalvo, la vida está comenzando de nuevo, aprendiendo a vivir con la pérdida física y la nueva presencia de su hija. Cuenta que entiende el significado de vivir con un “ángel”. “Ahora soy otro tipo de padre. Soy el padre que reza por su hija y por el hijo que tengo”, describe el médico, quien también es padre de un varón.  

Su hijo, su nieto y su esposa son su razón de seguir adelante, los que le piden que no se pierda en el dolor, al igual que las 60 familias que dependen de su clínica. 

“Ella viene y me ayuda, y se me aclaran las cosas y puedo seguir. Es un constante hablar con ella”. 

“Mi sueño sigue siendo el mismo que fue hace 30 años, quiero seguir ayudando a las personas a que tengan bebés. Hay que hacer mamás y bebés felices. Ahora sé que estoy ayudado por un poder muy grande, que es Natalia”, afirma Montalvo y añade: “Mando un abrazo a los padres, que como yo, la vida los somete a este sacudón. Porque aquí se mide el tamaño de amor que uno tiene. No cicatrizará nunca esta herida, pero iremos viviendo día a día”. 

LA HERENCIA DE LA INNOVACIÓN

Ricardo Laredo rodeado de sus hijos y su esposa. CORTESÍA/ DICO SOLÍS
Ricardo Laredo rodeado de sus hijos y su esposa. CORTESÍA/ DICO SOLÍS

Desde que Mamut comenzó a cosechar éxitos por su innovadora idea de hacer pisos y otros productos de construcción con neumáticos, la historia de los hermanos Laredo, Manuel y Antonio, comenzó a darse a conocer. 

Lo que quizá no se sabe es que esos dos jóvenes son hijos de Ricardo Laredo, un arquitecto que destaca por su trabajo de restauración y refacción de edificaciones patrimoniales. Su labor fue reconocida por la municipalidad en cinco ocasiones. A lo largo de su carrera se encargó de la restauración de importantes construcciones departamentales, como el palacio Portales, la casona Santiváñez, el edificio de la heladería Donald y dos casas antiguas, una en Cala Cala y otra en la plaza Colón. 

Además de ser accionista de la Empresa Industrial Laredo-Garnica (Eminilaga), se dedicó a la docencia universitaria durante más de una década. Previamente a esta etapa profesional, tuvo la experiencia de ser mochilero y viajar por muchos países de Sudamérica y Europa, lo que le permitió expandir su mente y sus sueños. 

Hace 10 años le diagnosticaron Parkinson, lo que le hizo reflexionar sobre las actividades que realiza. Así se animó a incursionar en la pintura, las caricaturas o la construcción de juguetes de parquet. Su casa es un reflejo de todo su talento, desde el diseño de la edificación hasta las piezas que la adornan. 

La etapa de la pandemia le sirvió para llevar adelante proyectos relacionados a la construcción en varios departamentos del país y publicó un libro, que se sumó a dos publicaciones anteriores. 

Laredo es la primera persona de Bolivia que fue operado para tratar el Parkinson. Su cirugía se realizó en Santa Cruz y estuvo a cargo de dos médicos argentinos. “Ahora ya no tiemblo nada, ha funcionado”, cuenta Laredo mostrando sus manos. 

Junto con sus hijos también tiene proyectos personales y trabaja en el crecimiento y expansión de Mamut. Dentro de poco llevará a cabo un viaje a Paraguay para consolidar la presencia de la empresa allá y, paralelamente, está diseñando edificios en Santa Cruz, La Paz y Cochabamba. “Lo que hay que comprender de Mamut es la capacidad de logro que tienen ellos (Manuel y Antonio) porque utilizan metodologías contemporáneas”. 

Ricardo destaca que Manuel siempre estuvo muy enfocado en el estudio y la lectura. Por su lado, Antonio complementó a su hermano desde su formación en Derecho. 

“Creo que recibieron los instrumentos para interpretar con determinada posición la realidad, les han mostrado que es posible implementar una empresa de este tipo en Bolivia”, afirma el arquitecto.  

EL CINE COMO LEGADO 

Marcos Loayza acompañado de uno de sus hijos. CORTESÍA/ DICO SOLÍS
Marcos Loayza acompañado de uno de sus hijos. CORTESÍA/ DICO SOLÍS

Desde que la película “Utama” se estrenó el año pasado, sumó más de 40 premios. Su director, Alejandro Loayza, mostró con su ópera prima que el talento viene de familia y que su herencia es, sin duda, el cine. 

Así también lo entiende su papá, Marcos Loayza, quien marcó una época cinematográfica en Bolivia con sus filmes “Cuestión de fe”, “Escrito en el agua”, “Corazón de Jesús”, “Las bellas durmientes”, “El estado de las cosas” y “Averno”. Los últimos años estuvo enfocado en apoyar a sus hijos Alejandro y Santiago, quienes decidieron seguir sus pasos. 

Loayza participó como productor ejecutivo en la película “Utama”, a través de su empresa Alma Films. Pero, su trabajo fue más allá de la producción, también se encargó de supervisar el guion y acompañar todo el proceso de Alejandro.

“Es una maravilla. ‘Utama’ es de esas películas que, desde que se empezó a escribir el guion, ha fluido, todas las puertas se han abierto. Además, creo que hemos tenido la suerte de tomar todas las decisiones correctas, que no siempre es fácil en el mundo del cine”, dice el cineasta

Las primeras lecturas del guion de “Utama” fueron hechas por Marcos. Destaca que el proceso fue largo y desgastante, tanto para él como para sus dos hijos. Sin embargo, todo se compensa con el orgullo de ver el éxito de la cinta. 

“Sientes que la principal labor de a la vida la hiciste bien, que estás cumpliendo. Además de que el orgullo de padre es indescriptible”, afirma. 

Loayza explica que esta labor requiere ciertos sacrificios, pero que, al final, valen la pena en su totalidad. 

Pese a que la pasión por el cine une a la familia Loayza, trabajar en equipo siempre representa retos. “No es fácil, porque, al ser una empresa familiar, no se separan las cosas”. Dice que Alejandro, Santiago y él son muy diferentes y eso ocasiona discrepancias en la construcción de sus proyectos, pero también sirve para enriquecerlos. 

La entrega absoluta que implica hacer una creación requiere el apoyo de quienes son parte del equipo. Y así se trabajó “Utama”, con el apoyo entre ellos de por medio.

Actualmente, Marcos sigue trabajando con su productora Alma Films y está preparando una obra teatral llamada “Tres muertes”, para presentar en mayo, y dos películas, una de él, “Los abrazos”, y otra de Alejandro. 

Sostiene que su nueva cinta ya comenzó a pensarse hace años y están buscando financiamiento para poder filmarla. 

Asimismo, la obra que está escribiendo aún no está terminada, hace el guion a medida que avanzan los ensayos. Por ahora está pensada para presentarse en La Paz, pero no descarta que llegue a otras partes del país. 

Marcos asegura que hay una nueva generación de directores que está demostrando su gran talento y su formación técnica. Sin embargo, pese al avance de los años, no se materializó la Ley de Cine ni el apoyo a la cultura en general. “No hay una consciencia del valor que tiene la cultura para el desarrollo económico de nuestro país”, indica. 

Tiene muchos retos, su plan es narrar historias más complejas, entablar un dialogo consciente con el público y tratar de explicar la modernidad. Mientras tanto, disfruta el éxito de sus hijos. 

“(La paternidad) es difícil porque cuando uno trabaja en cine tiene que entregar a la película casi todo su esfuerzo y eso significa dejar a los hijos, no pude atenderlos cotidianamente. Pero, lo puedes suplir después del rodaje. Ver crecer a tus hijos es uno de los sentidos y propósitos de la vida”, sentencia.