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  • Diario Digital | martes, 23 de abril de 2024
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Mujeres, droga y poder: historias de las dueñas del narcotráfico

En Colombia y México hubo mujeres que lideraron cárteles  de narcotráfico y que, por ende, tomaron mucha fuerza en ese ámbito. Esa situación las llevó a tener apodos como “la Reina del Pacífico”, “la Viuda Negra” y “Narcomami”, entre otros.

Mujeres, droga y poder: historias de las dueñas del narcotráfico

El narcotráfico dejó de ser un asunto reservado exclusivamente a los varones desde hace bastante tiempo.  Colombia y México han tenido casos referenciales y marcados: Griselda Blanco, Sandra Ávila y Enedina Arellano Félix, que tomaron las riendas, lideraron cárteles de gran relevancia, ocuparon terreno e incluso ejercieron una importante hegemonía.

Estas son las historias de mayor revuelo en sus respectivos países donde construyeron imperios de narcotráfico.

ÁVILA: “LA REINA DEL PACÍFICO” 

Era glamorosa e intocable. Sandra Ávila Beltrán subió a la cima del crimen para convertirse en una de las pocas reinas del narcotráfico.

Nació en Mexicalli, Baja California, en 1960. Sus padres, María Luisa Beltrán Félix, y Alfonso Ávila Quintero, fundador del Cártel Guadalajara, le abrieron la puerta en el mundo del tráfico de drogas: le revelaron los movimientos financieros y las negociaciones con organizaciones criminales.

Ávila Beltrán, sobre quien se ha tejido un mito de historias, quería ser periodista. A los 18 años se inscribió en la carrera Ciencias de la Comunicación en la Universidad Autónoma de Guadalajara que, en ese entonces, al inicio de los años 80, tenía poco de inaugurada.

Solía llegar tarde a clases, casi siempre dos horas después de iniciada la jornada. Entraba en silencio y se sentaba en la primer banca disponible. De actitud callada, con pocos amigos y desconfiada, Sandra no pasaba desapercibida. A esa universidad privada, solía llegar a bordo de autos lujosos.

“Bajaba superemperifollada (ostentosa) con muchas joyas. Usaba collares gruesos de oro que estaban de moda en esa época”, recordó un excompañero para la BBC. 

A todos les parecía sospechoso. Tenía una imagen de ser parienta de narcos o novia de uno de ellos, pues todo ello marcaba demasiada ostentación.

En abril de 2013, frente a una corte en Miami, Estados Unidos, Sandra Ávila se declaró culpable del tráfico de cocaína.

Las autoridades indicaron que Ávila pertenecía a una organización que traficaba cocaína desde Colombia a los Estados Unidos. Los fiscales estadounidenses aseguraron que ella ayudó a almacenar y trasladar los envíos de la droga de México a los Estados Unidos. En 2015 fue liberada y, desde entonces, busca recuperar los contactos de antes.

GRISELDA BLANCO: “LA VIUDA NEGRA” 

Cuando manejaba su auto por el sur del estado de Miami, Jesús Chucho Castro (sicario a sueldo) recibió una lluvia de balas enviadas por su patrona narcotraficante, porque días antes había pateado a uno de sus hijos. El hasta entonces hombre de confianza se salvó de milagro, pero no ocurrió lo mismo con Jhonny, su bebé de dos años que venía en el puesto trasero desde donde recibió dos disparos. "Ya estamos a mano", fue lo único que dijo la mujer al enterarse acerca del error de puntería.

Así era la colombiana Griselda Blanco, la “Reina de la cocaína”, la pionera del tráfico de droga de Colombia a Estados Unidos, negocio con el que levantó un imperio de millones de dólares en el que trabajaban más de 1.500 delincuentes. La mujer inventó las mulas y las estrategias hasta ahora conocidas para camuflar los cargamentos. Y ella fue también quien inició a Pablo Escobar, el rutilante y temido líder del Cartel de Medellín, en el narcotráfico. 

"Si no hubiese existido, no habría habido guerras de cocaína en Miami", la describe el mafioso Max Merlmestein en su libro “El hombre que vio llover coca”. En efecto, Blanco tiñó de rojo las calles de la ciudad de Florida en las décadas de los 60 y 70 con el asesinato de más de 250 personas, incluyendo tres de sus esposos. Puso a la DEA en jaque e intentó secuestrar a John F. Kennedy Jr., hijo de quien fuera presidente de Estados Unidos en aquella época.

Pese a lo que muchos creen, fue ella, y no Escobar, la verdadera patrona del mal.

Desde su nacimiento, Blanco estuvo marcada por la crueldad. Su madre, Ana Lucía Restrepo, la concibió en Cartagena luego de ser obligada por su patrón a mantener relaciones con él en la misma finca donde trabajaba. Parió a escondidas, pero fue despedida cuando la señora de la casa conoció lo sucedido. Con la bebé en brazos, tuvo que mudarse a la comuna 13, el empobrecido y peligroso barrio fundado por desplazados en Medellín.

Sin más salidas, Griselda rápidamente siguió la única oportunidad de movilidad social y se convirtió en una carterista profesional a sus escasos 11 años. Pero la ambición creció. En busca de mayor rentabilidad agrupó a varios amigos para secuestrar a un niño adinerado de su misma edad. No obtuvieron la recompensa que esperaban, entonces, sin pensarlo mucho, Blanco tomó un arma y le disparó a su víctima amarrada. Ahí comenzó su prontuario asesino.

A los 14 años abandonó su hogar tras haber sido violada por su padrastro, hecho que su madre nunca le creyó. Las inseguras calles de la comuna la terminaron de criar, y no necesitó saber leer ni escribir para crear un multimillonario imperio de lujos y extravagancias, como siempre soñó.

Blanco conoció el mercado negro de Estados Unidos de la mano de su primer esposo, Carlos Trujillo, un alcohólico que falsificaba visas del país norteamericano, con el que tuvo tres hijos. Al morir de cirrosis, ella se adueñó del negocio y a los tres meses de un entierro sin duelo se fue a vivir con su amante Alberto Bravo para continuar con sus labores de construir su propio imperio.

Con él se inició en el negocio de la coca, que para entonces apenas empezaba a surgir.

Los contactos que ya había hecho con la delincuencia de Estados Unidos fueron la clave para convertirse en el puente entre los productores colombianos y los distribuidores americanos. Pero, al poco tiempo, hizo su propia red de fabricación y tráfico de droga, siendo “La madrina” de todos los narcos del país, y la única dueña de las rutas del narcotráfico a través de Miami, que ella misma diseñó.

Dentro de los 1.500 delincuentes de poca monta, estaba Pablo Escobar, un entonces joven bandido cuya visión lo mantuvo pegado a Blanco. Con sus consejos, dejó de vender la droga que producía en su primer laboratorio para los Ochoa y creó su propio cartel, junto a una sangrienta carrera criminal solo superada por su mentora. Después de ayudarse, él enviando el clorhidrato camuflado en llantas de aviones y ella recibiéndolo en Miami, se convirtieron en enemigos asiduos.

Para entonces, claro, Blanco ya tenía un imperio de millones de dólares en drogas en los que enviaba a Estados Unidos más de una tonelada y media de cocaína al mes, por mar y aire. Creando estrategias de camuflaje históricas en el mundo del narcotráfico, como las mulas, unas señoritas bonitas que tenían sus sostenes y tacones llenos del adictivo polvo blanco. Su osadía superaba lo impensable en esa época.

El apodo de viuda negra se debió a que todos sus amantes terminaron muertos.

ARELLANO: “NARCOMAMI” 

La mexicana Enedina Arellano Félix es jefa única del Cártel de Tijuana. De 57 años, la llaman "La Jefa", "La Madrina" o la "Narcomami" y su mano derecha es su propio hijo.

Durante los años 80 y 90, ella era la responsable financiera y del lavado de dinero del cártel que operaban sus hermanos y desde 2008 se convirtió en su líder, tras la aprehensión de hermano Eduardo Arellano Félix, en 2008.

Es contadora y junto con su esposo, Luis Toledo Carrejo, tiene compañías en Tijuana (ciudad fronteriza con Estados Unidos), mediante las cuales lava dinero proveniente de las ganancias ilícitas del narcotráfico, según el reporte de Time, firmado por Ioan Grillo. “Narcos” (Netflix) contará su historia.