Opinión Bolivia

  • Diario Digital | jueves, 28 de marzo de 2024
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Mamás en pandemia, historias de mujeres bolivianas que curan, educan y cuidan

ASÍ destaca la labor de tres madres bolivianas que son el reflejo de otras tantas que dividen su tiempo entre sus hijos y su trabajo, y enfrentan, en muchos casos, en primera línea la pandemia de COVID-19.

Mamás en pandemia, historias de mujeres bolivianas que curan, educan y cuidan. DANILO BALDERRAMA-CORTESÍA
Mamás en pandemia, historias de mujeres bolivianas que curan, educan y cuidan. DANILO BALDERRAMA-CORTESÍA
Mamás en pandemia, historias de mujeres bolivianas que curan, educan y cuidan

A lo largo de los años, las mujeres han luchado por tener espacios laborales estables, con igualdad de salarios y bajo las mismas condiciones de trabajo que cualquiera. También, se ha buscado romper el cristal romántico que muchas veces envuelve a la maternidad y mostrarla real, con sus defectos y sus virtudes como cualquier otra actividad que solo se aprende con el tiempo. En ese punto, uno de los primeros pasos fue demostrar que se puede llevar de la mano una carrera profesional exitosa y la labor de madre, sin culpas y con plenitud.

La crisis sanitaria que vive el mundo actualmente ha sido una prueba más del gran trabajo que realizan algunas mujeres, muchas veces en silencio y en primera línea, en trabajos que las tienen a veces más de 30 horas alejadas de sus hijos, pero con el compromiso de equilibrar sus dos pasiones: ser mamás y profesionales. 

La revista ASÍ destaca la labor de tres madres bolivianas que son el ejemplo de persistencia, dedicación y responsabilidad, mostrando que, cuando hay pasión por lo que se hace, los límites no existen. 

ANGELA LAVAYÉN, EL RETO DE SER MADRE JOVEN 

ANGELA

Jessebel Angela Lavayén Plaza, de 35 años, es médica especialista en Medicina Crítica y Terapia Intensiva. Trabaja en el Hospital Viedma, el Hospital Belga, Univalle y en la clínica Arévalo.

Como su especialidad es una de las más requeridas en esta pandemia, y sumado a los múltiples trabajos que tiene, aprovecha al máximo su tiempo libre para compartir con su hija, Emma Luciana, de 14 años. 

Dividir sus actividades y dar más del 100% de ella misma para cumplir con todo es algo que aprendió desde muy joven, cuando se convirtió en madre a los 21 años, mientras estaba en el cuarto año de la facultad. 

Angela es oriunda de Sucre. Estudió Medicina en la Universidad San Francisco Xavier. Recuerda muy bien el día en que Emma llegó a su vida, tenía la última prueba del año. “Mi examen final fue a las 11:30 y a las 13:30 me fui al hospital porque la tuve por cesárea. Fue una coincidencia”, afirma. 

Cuenta que tenía retardo de crecimiento uterino, placenta calcificada y que iba dos veces por semana al médico el último mes de embarazo, debido a esto la pequeña nació de 35 semanas. Ese fue el cambio más grande de su vida. “Al principio fue duro, pero tuve el privilegio de tener el apoyo incondicional de mi mamá”, afirma y recuerda: “Yo vivía a cinco cuadras de la facultad, entonces, en los puentes que tenía iba a verla, a darle mi pecho y volvía a las clases”. 

Cuando Emma tenía dos años y seis meses, Angela tuvo que dejarla al cuidado de su mamá para poder seguir estudiando, era momento de empezar su especialidad y decidió hacerla en Argentina. “Ha sido muy difícil, pero sabía que valía la pena”, asegura, entre lágrimas de emoción. 

Sus vacaciones coincidían con el cumpleaños de su hija, así que siempre volvía a Bolivia para verla o, a veces, la menor viajaba a Buenos Aires para estar con ella; era infaltable que se vean entre dos o tres veces al año. Además, se hablaban por Skype todos los días. Trataba de estar presente siempre, pese a la distancia física. 

Luego de esa prueba bastante difícil que duró   casi ocho años, Angela retornó al país en 2017 y se instaló en Cochabamba a raíz de una invitación de trabajo, que no dudó en aceptar porque era una oportunidad para ejercer su profesión. 

Cuando inició la crisis sanitaria empezó a extremar cuidados para no contagiar a Emma porque ella trabaja, literalmente, en la primera línea de lucha contra la enfermedad atendiendo a pacientes con COVID-19. 

Relata que tiene una muda de ropa para el hospital, se la quita en su auto y la deja en una bolsa afuera de su casa. Su hija se encarga de abrirle la puerta, ella pasa directamente al balcón para dejar su otra ropa y se mete a la ducha sin importar la hora a la que llegue. Luego de hacer todo ese procedimiento, recién habla con su hija y la abraza. “Ha sido una experiencia dura, yo creo que la pandemia ha sacado lo peor de todos. Fue muy difícil”, rememora visiblemente emocionada. 

“Había días en los que ya no quería ir a trabajar porque era muy deprimente. Cada guardia llegaba y tenía que firmar certificados de defunción. Me preguntaba qué estamos haciendo mal para que tanta gente muera”, añade.

Ver la desesperación de las personas es parte de su día a día desde que inició la pandemia y, lamentablemente, el panorama no ha cambiado.  

El apoyo de su mamá, Janet Plaza, y su hermano, Segrid, ha sido fundamental todo este tiempo. De hecho, su progenitora llegó a Cochabamba hace poco para ayudarle con el cuidado de Emma. 

Sobre su rol de madre y su trabajo como médica, Angela destaca que es complicado, pero no imposible. “(Hay que tener) paciencia, persistencia y sacar fuerzas de donde no hay, así llegues cansada, no importa la hora, tienes que estar pendiente de tu hijo. No es pretexto decir no tengo tiempo. Tienes que darles calidad de tiempo”, enfatiza. 

ALEJANDRA LASERNA, PILATES Y MATERNIDAD

ALEJANDRA

Otra de las profesiones que se ha adaptado a los cambios de esta pandemia es la docencia. El nuevo reto de enseñar en línea en muchos casos está a la par de la maternidad. 

Alejandra Laserna Fernández, de 46 años, es un referente del pilates en Bolivia y su amor por dar clases se reforzó durante la cuarentena, al igual que los lazos con sus hijas y su esposo. 

Hace unos años, la idea de ser mamá y ser profesora no pasaba por su cabeza, pero la vida la encaminó a lo que hoy son sus dos pasiones. 

Alejandra es bióloga de formación y tiene una maestría en Ecología Humana. Desde pequeña le encantaba estar en constante movimiento, practicaba danza, hacía gimnasio y otros ejercicios. 

En 2002, durante su estadía en Bélgica mientras hacía su maestría, descubrió el pilates. Al mismo tiempo, su hermana, quien había sufrido un accidente, empezó con este ejercicio. “Fue una disciplina que significaba el siguiente paso en lo que yo hacía. Estaba acostumbrada al trabajo físico, el verse bien, pero el yoga y el pilates fueron una mirada hacia mi salud interna y conectar mente y cuerpo, ese fue el regalo más grande que me dio”.

Alejandra es una mujer con espíritu libre, vivió en diferentes partes del mundo, y sus planes estaban enfocados en ejercer su profesión en Bolivia y continuar su formación. “En mi cabeza, yo iba a tener una vida académica, me iba a dedicar a la investigación, hacer proyectos”, dice. Sin embargo, al volver al país abrió junto con su hermana Mundo Pilates, uno de los primeros centros de este tipo en Bolivia. 

En ese momento, esta disciplina seguía siendo su hobbie, hasta que se embarazó de su primera hija, Olivia, hace 12 años. Cuenta que su maternidad fue bastante pensada, la cataloga como una sorpresa esperada para ella y su esposo, Javier Altieri. “Yo siempre tenía la idea de ser una mamá que dé su tiempo a sus hijos, no completo ni quedarme en casa, pero sí estar presente”, asegura. 

Así, comenzó a dedicarse de lleno al pilates. “Esa fue otra sorpresa en mi vida: no pensé que enseñar me iba a gustar tanto, y eso ha alimentado mi pasión por enseñar el pilates y la vida saludable”. 

Su actividad física le permitió disfrutar de sus dos embarazos y tener partos naturales. “Yo enseñé hasta el mismo día que ella (Olivia) nació, luego de mi última clase de pilates me fui directamente a la clínica porque ya estaba en trabajo de parto”, cuenta. Su segundo alumbramiento, de su hija Florencia, de 9 años, también fue similar. 

La pandemia fue una etapa para reforzar la unión familiar. Explica que, para llevar en armonía su rol de madre con su trabajo, distribuyó todo por cuartos y se organizaron entre todos para hacer las labores de casa. 

Algo que mejoró su labor fue que empezó a dar clases en línea para alcanzar a más personas de otros países. En 2016, creó su marca personal en su página en Facebook, Instagram, Youtube y página web alelaserna.com. “Quiero crear contenido para poder tener libertad de trabajo para estar más tiempo con mis hijas y que la gente siga pasando mis clases”, afirma.

Vivir a pleno la maternidad y el trabajo es algo que Alejandra recomienda: disfrutar al máximo cuando están con los hijos sin pensar en el trabajo, y trabajar enfocada en las labores correspondientes sin sentir culpabilidad. “Es importante respetar tus etapas. Esa idea de que una mujer es súper mujer porque lo puede hacer todo hace que no lo disfrutemos tanto. Si vas a trabajar, pues trabaja y disfrútalo, no pienses en que no estás pasando tiempo con tus hijos. Y si estás con ellos, no pienses en todo lo que te estás perdiendo en tu trabajo. Sé presente en lo que haces”. 

Otro consejo importante que da Laserna es respetar los ritmos y los tiempos como madre y profesional. “Ninguna de nosotras, por nuestra condición de mujeres, llega con el chip de madre. Todo es un proceso y cada hijo te enseña algo diferente”, asegura y añade: “Siempre digo que mis dos hijas me han encontrado a mí y han sido la mayor sorpresa y felicidad que he encontrado en mi vida”. 

RAQUEL TERRAZAS, EL LEGADO MATERNO 

RAQUEL TERRAZAS

El ejemplo de entregarse a un trabajo y ser buena madre es algo con lo que Raquel Terrazas Urquidi creció. Aprendió de su progenitora, Ludgarda América Urquidi, la dura tarea de ser parte del sistema de salud, ya que ella era enfermera en la Caja Nacional de Salud.

Raquel, de 33 años, estudió Medicina en la Universidad Mayor de San Simón y es especialista en Medicina Interna. Trabaja en la Caja de Salud Cordes y el Hospital Viedma. Es mamá de Luciana Thaís, de cinco años, quien nació cuando ella estaba en el segundo año de su residencia en el hospital Viedma. “Fue muy sacrificado”, recuerda, pero destaca que tuvo el apoyo incondicional de su mamá y la abuela paterna de su pequeña, quienes le ayudaban en sus turnos que duraban hasta 36 horas corridas. 

Otro momento complicado fue cuando realizó su año de provincia, en Punata. Durante esa etapa dejaba a Luciana con su mamá a primera hora y luego la recogía al final del día o cuando terminara su turno. Desde ese momento aprendió a darle tiempo de calidad y aprovechar al máximo sus actividades juntas. “Desde que ella era pequeña hemos estado con este ritmo de vida, tener que dejarla para ir a las guardias o cuando había urgencias. Ella entendió muy bien que a veces mami tiene que trabajar y ver pacientes”, cuenta Raquel. 

Durante la pandemia su trabajo se incrementó y recrudeció frente a toda la crisis que vive el país por la COVID-19. En la primera etapa trabajó en la clínica Los Ángeles, uno de los puntos de referencia de esta enfermedad. Por ello, tuvo que extremar cuidados. Su mamá sufre una enfermedad de base, entonces no podía verla muy seguido para no exponerla. Aplicar el protocolo de desinfección también era fundamental. “Nos mataba a ambas porque tenía que entrar primero a la ducha y evitar que ella (Luciana) me toque y lloraba porque no me podía abrazar. Fue muy doloroso”, recuerda. 

Estar en contacto todos los días con la muerte le ha servido para valorar lo vital: “Lo más importante es la familia y la salud, la parte económica queda de lado. La pandemia mostró lo que es cada persona verdaderamente, ha sacado lo mejor y lo peor de la sociedad”, dice. 

Sobre su labor de madre y su profesión, tiene claro que es importante que una mujer se realice en ambas cosas. “Siempre hay que poner una división entre el trabajo y la familia. Uno no debe opacar al otro, tienen que estar a la par. Tu hijo siempre tiene que ser tu prioridad, pero tu trabajo es el ejemplo que le das”. 

Su hija quiere “ser como mami” y estudiar Medicina. Sin duda, predicar con el ejemplo es algo que viene de familia. “Sin mi mamá no hubiera logrado absolutamente nada, ni llegar donde estoy. Le agradezco muchísimo. Ella ha sido un ejemplo de que se puede ser madre siendo también trabajadora en el ámbito de la salud.  Yo ya tenía su ejemplo”, finaliza.