Opinión Bolivia

  • Diario Digital | miércoles, 24 de abril de 2024
  • Actualizado 20:43

Los fines de año

Eva Avaca, psicoanalista especialista en trastornos de ansiedad  y trabajo con adultos mayores.
Eva Avaca, psicoanalista especialista en trastornos de ansiedad y trabajo con adultos mayores.
Los fines de año

Tiempos de despedidas, de conclusiones, de replanteos y balances. De brindis y recuerdos; de mirar lo que fue, pero también de pensar en lo que no pudo ser.

Es inevitable ubicar al fin de año como un sinónimo de final de varias cosas. Y esto nos remite a distintas emociones, algunas positivas pero otras no tanto.

Todos los principios tienen una energía inicial. En los comienzos hay una especie de ilusión, de optimismo y de ganas de que las cosas salgan bien; o al menos que salgan como lo esperábamos. Como si un libro en blanco, de pronto, estuviera lleno de hojas de colores. Como una ilusión, que tiene más que ver con un pensamiento mágico e infantil. Muy lindo, tan lindo como irreal. Tengamos en cuenta que si algo comienza, hubo algo que terminó previamente.

Pensar en los finales, nos deja un sabor a nostalgia. Un final es lo previo a un duelo. Hay una palabra que nos remite a final; esa palabra es “pérdida”. Lo duelado es algo que se perdió y ya no volverá. Justamente eso es lo que nos recuerda, en reiteradas oportunidades, el espíritu navideño. Ver la mesa para mirar a quien ya no está. Entender la falta, mejor dicho, esa falta… duele. 

Las tradiciones, tienen doble cara. Por un lado nos encuadran en una cultura que nos sostiene, pero también nos juegan una mala pasada, como si nos envolvieran en una trampa. Repetir modos y costumbres nos confronta a un quiebre cuando, por algún motivo, algo se perdió en el camino. No todo es igual cuando ya no somos los mismos. Pero ¡tranquilos! Esto en necesario que sea así. Las personas no somos solamente hoy, sino que seguimos siendo.

Los tiempos nos mantienen en constante movimiento; los movimientos traen cambios y esos cambios traen miedos aparejados. Miedo a lo nuevo, e inseguridad por lo desconocido. Pero es imposible pensar una vida plena y sin cambios. La vida es un proceso, no es un estado.

Hay una manera que puede permitirnos pensar la vida con más alivio, y es que vivimos en una continuidad. Dejemos de armar balances obligatorios como si tuviésemos que rendirnos cuentas del año a nosotros mismos. En tal caso, en todas las épocas del año, hacemos lo que podemos. Pareciera que en los últimos días de diciembre todos corriésemos bajo la presión de un “terminar”. ¿Terminar qué? ¿Con qué o con quién? ¿Será que buscamos la excusa en un almanaque para modificar cosas que durante el año venimos posponiendo?

Seamos más amables con nosotros mismos y con quienes nos acompañan todos los días, no solo en esta sensación de “recta final”.

Cada costumbre y tradición debería ser tomada tan solo como una opción, sin reproches ni quejas, sobre todo cuando no quieren o simplemente no pueden llevarse a cabo. Aprendamos a improvisar, eso le puede dar más sonrisas naturales a los encuentros, que a veces solo se inundan de sonrisas “cumplidas” para la foto, esa que luego “queda bien” publicar. 

Y a quienes hayan tenido un año triste o difícil, y no deseen festejar, no se preocupen. Pronto llegará Enero. Todo pasa… 

NOTA: Para cualquier consulta o comentario,  contactarse con Claudia Méndez Del Carpio (Psicóloga),  Responsable de la columna, al correo [email protected]  o al  Teléfono/WhatsApp  62620609 Visítanos en Facebook como LECTURAS SUTILES.