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  • Diario Digital | viernes, 19 de abril de 2024
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K’enchas, mufas y perdedores

Favio Javier Sandoval López
Favio Javier Sandoval López
K’enchas, mufas y perdedores

En la Grecia antigua, Fortuna o Tyche era la diosa que regía el destino de los seres humanos. Se trataba de una figura importante, pero indecisa. Conociendo este aspecto, los griegos tenían como precepto no vanagloriarse de la fortuna personal, ya que el humor de la deidad era ambiguo, y así como un mortal era recompensado con el toque dorado de Midas, al día siguiente podía caer en la más abyecta miseria. Aristóteles trabajo el tema de Tyche, pero para el filósofo esta voz era indicativa de la mala suerte. En todo caso, es señal de la época antigua esa tensión existente entre las fuerzas que rigen el universo y la vida de los seres humanos. Una máxima se erige al respecto: frente al designio de los dioses, no existe más que sobrio estoicismo. 

En la actualidad, tal discusión ha desaparecido. Los eruditos se jactan de afirmar que los actos humanos son obra del libre arbitrio, es decir, que no se hallan determinados por un irremediable destino final. Pero, en ocasiones, parece que la experiencia los desmintiera: ¿acaso no hemos tropezado, como dice la canción, dos veces con la misma piedra? De hecho, es bastante común que sintamos a la fatalidad enfurecida contra nosotros. Es más, a veces, la desgracia es tan persecutoria que parecería precedernos. Existe un maravilloso blues compuesto por Albert King titulado “Born under a bad sign”, que expresa bien esta situación: hay seres signados por la mala fortuna y que han nacido bajo un mal signo.

¿Qué significa nacer bajo un mal signo? Desde tiempos inmemoriales se ha atribuido la aparición de señales inusuales en el alumbramiento como símbolos inequívocos del infortunio posterior de un sujeto. En la Roma antigua, los augures atendían mucho el vuelo de los pájaros y los fenómenos celestes en el nacimiento de los grandes personajes, pues creían que los mismos determinaban la épica o la tragedia del héroe. Es una tradición que perdura en la actualidad, tanto que la superchería general atribuye la desventura como consecuencia de los nacimientos sucedidos en martes 13 o en Luna menguante, en parte por cierta superstición heredada del cristianismo medieval, la numerología cabalística y la astrología, pero también, ante la supuesta evidencia de los hechos. Es así, en consonancia con lo dicho antes, que existen ciertos sujetos que parecieran sufrir la desdichada impiedad de la mala fortuna.

En algunos países se los llama mufas, y se los evita como si se tratara de peste o lepra. Incluso, se han construido mecanismos preventorios en el caso de que el contacto con ellos sea inevitable. En general el procedimiento es simple y consiste en el tocamiento de los genitales o, en el caso de las mujeres, de uno de los pechos, ante el contacto con el desgraciado. No realizar este ritual, supondrá años de infortunio y miseria. En nuestro país, a estos desventurados se los llama k’enchas.

Se ha definido al k’encha como un individuo al cual la mala suerte le persigue. Su inmanencia, el “k’encherio”, por otro lado, es contagiosa e inevitable: impregna con desgracia todo lo que toca. Se dice, por ejemplo, que la derrota de algunos clubes de fútbol, están supeditados al tutelaje de ciertos hinchas, signados por la mala suerte. Por ello, la cábala es una medida tan popular, extravagante y efectiva.

El psicoanálisis se caracteriza por ser la antítesis de la superstición. Para este campo, los individuos desafortunados, los k’enchas, los mufas, los perdedores o como quieran decirles, son asediados por esa acuciante instancia llamada Superyó, que se ocupa, de manera constante y cruel, a juzgar al sujeto con su ideal. Frente a esa perfección no hay escapatoria, solo indignidad. Puede ser, también, que el psicoanálisis yerre, y que el infortunio sea algo propio del destino. De todas formas, una cosa es segura: en este panorama, existen ciertos sujetos que fracasan al triunfar.


Favio Javier Sandoval López

Psicólogo

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