Opinión Bolivia

  • Diario Digital | viernes, 19 de abril de 2024
  • Actualizado 00:24

Insomnio

Claudia Sandra Palau
Claudia Sandra Palau, Claudia Sandra Palau Psicologa Magister en Psicoanalisis.

Se suele nombrar como insomnio a distintos tipos de alteración o de interrupción del curso del sueño. Pero, también es sabido que las preocupaciones nos desvelan, no nos dejan dormir. Uno de los principales estados que genera el insomnio es el de ansiedad. Intentamos dormir, pero acuden a nuestra cabeza infinidad de ideas ligadas a situaciones a resolver. Miramos el reloj, las horas pasan de una forma extraña, diferente. Por momentos parecen interminables, queremos que avancen, que amanezca de una vez.

El tiempo de descanso se agota y debemos transitar un nuevo día, con el mismo problema, pero enredados en un manojo de pensamientos oscuros, que nos consumieron parte de nuestra energía psíquica, como si se produjera una distancia enorme entre el tiempo lógico o psíquico y el cronológico.

Intentando resolver, nos sumergimos en un estado de angustia, a punto tal que algunas personas hacen síntomas cuando comienza a caer el día. Esta ansiedad no solo se manifiesta en ideas que nos preocupan, sino también  con síntomas físicos, que se enlazan a la sensación de que algo grave nos  está ocurriendo.

Nuestro psiquismo se encuentra poblado, tomado por algo que se nos impone y que insiste aunque intentemos, inútilmente, oponer resistencia. De este modo nos internamos en la repetición sucesiva o intermitente de un malestar tristemente conocido, pero difícil de terminar.

A diferencia de ese problema o situación que nos desvela, que puede ser o no solucionado, este síntoma es recurrente. Y, por lo tanto, está dispuesto a enlazarse a cualquier nueva representación para salir a la luz nuevamente. De esta forma el sujeto queda sometido a la ferocidad de sus pensamientos que lo mantienen en un estado de  alerta. 

Le quitan el sueño, pero al mismo tiempo le consumen el presente. Esta es una de las características propias de los estados de ansiedad, consumir el  presente en busca de un futuro incierto, alterando nuestra calidad de vida, causándonos sufrimiento. La incertidumbre desempeña un papel para nada menor, sobre todo en el insomnio como una alteración sintomática característica de estos tiempos de pandemia. De esta manera sobrevienen, entre otras cosas, la frustración y la tristeza, dos grandes cómplices del insomnio.

En ocasiones la frustración nos enoja, nos arrastra a un elevado nivel de tensión, nos altera de forma tal, que nos resulta imposible conciliar el sueño, y en caso de poder hacerlo, se da en forma interrumpida o pesadilla. No nos permite descansar ni despiertos ni dormidos, ya que el horror que sentimos aparece, no nos da respiro, no descansa y tampoco logramos deshacernos de él. La tristeza, el otro sentimiento gran aliado del insomnio, generalmente es asociada a  situaciones dolorosas de pérdida y a la sensación de no saber o no poder seguir adelante. En ella nos internamos en una suerte de contraste, entre el pasado y el presente. Entre lo que tuvimos y lo que perdimos, entre lo que fuimos y somos y lo que vivimos y estamos viviendo, entre otras cosas. Nos anclamos nostálgicamente en algunos casos o en forma melancólica en los más patológicos, en el pasado.

El futuro se desdibuja, pierde su atractivo queda absorbido por un presente desinteresado y sin ningún aprecio. El tiempo y la vida pierden su valor, carecen de sentido. El sujeto se debate entre un sinnúmero de recuerdos de un pasado idealizado, de un presente del que casi no se percata o le suele resultar eterno y un futuro sin proyecto.

Este presente eterno, le quita el sueño, la persona habita en un tiempo que rechaza porque desprecia esa realidad impuesta de la que se siente víctima, sobre todo de un suceso indeseado, que le ocasionó un cambio rotundo en la dirección de su vida, por lo tanto se siente desorientado, desganado y sin motivos para continuar.

Le cuesta el día, pero también la enorme cantidad de horas que componen la noche. En estos casos, el dormir no tiene sentido, ni tampoco el despertar.

El sujeto se entrega a su tristeza, se resigna como si se tratase de una condena. En algunas ocasiones  se trata de un estado temporal que se puede elaborar y recuperar interés por situaciones actuales, pero en otros no. En  los estados de melancolía, el sujeto está tomado por lo irremediablemente perdido, quedando enlazado a él y sentenciado al sufrimiento.