Opinión Bolivia

  • Diario Digital | viernes, 19 de abril de 2024
  • Actualizado 13:26

Guardianes que luchan por preservar la vida de las ranas desde Cochabamba

Son 18 profesionales y voluntarios que dedican su tiempo al cuidado e investigación de características, hábitos y protección de estos anfibios, muchos en peligro debido a la contaminación, cambio climático y expansión urbana. También hay enfermedades amenazantes .

Cría en cautiverio de ranas en el Museo de Historia Natural Alcide d´Orbigny. /CENTRO K´AIRA
Cría en cautiverio de ranas en el Museo de Historia Natural Alcide d´Orbigny. /CENTRO K´AIRA
Guardianes que luchan por preservar la vida de las ranas desde Cochabamba

Cuidar e investigar a las ranas puede ser una tarea bastante complicada, y más para los guardianes del Centro K’ayra que cumplen esta tarea las 24 horas del día y los 7 días de la semana velando por su alimentación, comodidad, temperatura, calidad de agua e incluso procurando que conserven su buen carácter, para evitar peleas.

Los guardianes que trabajan por preservar la vida de las ranas en -y desde- Cochabamba, actualmente, son 18. Pero hay decenas de auxiliares voluntarios que pasaron por este centro, que forma parte importante del Museo de Historia Natural Alcide d’Orbigny desde su fundación oficial en 2018 y varios años antes, realizando trabajos de investigación, de campo en distintas zonas del país y al interior de sus laboratorios y sitios de cría en cautiverio.

A pesar de las dificultades diarias que deben enfrentar, en medio de la falta de personal, colaboración e insumos, las 250 ranas que habitan en la parte posterior del museo guardan todas sus esperanzas de vida en los jóvenes veterinarios, biólogos, químicos, ingenieros ambientales y de otras carreras que, sin esperar retribución material alguna, dedican sus días a la protección de estos anfibios.

Las ranas que habitan en cautiverio y bajo cuidados especiales en el museo están distribuidas en dos contenedores metálicos que fueron adaptados para replicar las condiciones de vida que tendrían los anfibios en su hábitat natural, que son iguales o se asemejan a los bosques nubosos bolivianos. Desde hace algunos años, ambos ambientes tienen pinturas y graffitis en su exterior, con figuras de ranas realizadas por artistas locales.

Aunque el hecho de mantener a las ranas en el centro parece simple, el proceso es bastante delicado y requiere esfuerzos titánicos.

El proceso de cría también se aplica al alimento que consumen las ranas, pues las lombrices y otros insectos que son su sustento diario se obtienen a través de un proceso minucioso de compostaje, al cual se aplica un monitoreo y vigilancia que asegure que estos tendrán una calidad nutritiva óptima.

Una rana, al interior de los contenedores del cría del Centro K´aira. /CENTRO K´AIRA
Una rana, al interior de los contenedores del cría del Centro K´ayra. /CENTRO K´AYRA

VOLUNTARIOS

María José Borda Rivero, ingeniera ambiental y una de las encagadas de cría en cautiverio del centro, asegura que el “fuerte” del trabajo en la institución son los auxiliares. Se trata de profesionales y estudiantes que cuidan, alimentan y estudian a las ranas allí, tanto in situ como ex situ (en el sitio donde habitan, con expediciones, y en los laboratorios y centros de cría del museo).

Borda, junto con su compañero Ricardo Zurita Ugarte, médico veterinario y encargado del centro K’ayra, lideran el grupo de protección, cuidado e investigación de las ranas.

Oliver Quinteros, investigador y jefe del departamento de herpetología del museo Alcide d’Orbigny, lleva más de 10 años indagando y trabajando por la protección de las ranas en esta institución.

De hecho, Quinteros fue uno de los principales protagonistas del realce y establecimiento de este proyecto a nivel nacional e incluso internacional, habiendo emprendido la campaña para que la rana Romeo, un ejemplar del género telmatobius yuracare, pudiera “encontrar pareja” para salvar su especie. Esta fue una acción que puso el cuidado de estos anfibios en Bolivia en el radar de varias organizaciones ambientalistas y de conservación de animales a nivel internacional como Rewild.

Los auxiliares voluntarios, durante este periodo, son Tamara Araujo, Adriana Águila, Alejandra Ledezma, Eliana Cabrera, Andrea Merino, Erika Cadima, Ismael Caín Choque, Katerin Tito, María Esther Mercado, María José Castro, Naira Quispe, Yumi Velázquez, Mayra Guzmán y Leinad Baldivieso.

“Siempre me ha interesado mucho la conservación y dejar una huella positiva, realmente aportar desde nuestras profesiones para evitar que se sigan realizando tantos daños al medio ambiente y la naturaleza, así que empecé por curiosidad, por ver de qué trataba el centro y realmente me enamoré de los animales, del cuidado y de toda la conservación como tal”, afirma Tamara Araujo, ingeniera ambiental y auxiliar voluntaria del Centro K’ayra, desde hace cuatro años.

“Sin duda, el trabajo aquí es 24/7, porque se trata de cuidar un ecosistema simulado que se tiene para las ranitas. Aquí hay que estar siempre al pendiente. Los coordinadores siempre están atentos, nos organizan bastante bien para la alimentación, para ver cambios de agua de las ranas, la luz que esté similar con el ambiente, para la reproducción igual”, señala Adriana Águila, bióloga y auxiliar voluntaria del Centro K’aYra, desde hace nueve años.

QuIen encabeza el equipo del museo es su director Ricardo Céspedes, presente en las múltiples actividades y haciendo un llamado a la población para visitar esta institución y generar mayor conciencia sobre el respeto a la vida de los animales.

Una voluntaria el Centro K´aira trabaja en la cría de alimento para ranas. /CENTRO K´AIRA
Una voluntaria el Centro K´ayra trabaja en la cría de alimento para ranas. /CENTRO K´AYRA

EN PANDEMIA

Borda y Zurita recuerdan con tristeza, pero también con mucho orgullo, lo difícil que fue cuidar de las ranas durante los periodos de cuarentena rígida a causa de la pandemia de la COVID-19, sobre todo en 2020 con la suspensión de actividades, restricciones de transitabilidad y cierre de múltiples negocios y servicios.

“Fue muy complicado conseguir los permisos de circulación, para venir tres veces a la semana a alimentar a los animales y cuidar los sitios donde habitan”, relata Borda.

Entre marzo y abril de 2020, Cochabamba y todo el país vivieron periodos restrictivos con el objetivo de frenar la expansión del coronavirus. Las prohibiciones de circulación, apertura de negocios y reuniones afectó a todo tipo de negocios, empresas e instituciones, y el museo no quedó al margen.

Con mucho esfuerzo y perseverancia los encargados y auxiliares consiguieron autorizaciones para poder acudir al cuidado, no solo de las ranas, sino de otras especies que también habitan esta institución y forman parte de otros programas de estudio y rescate.

“Es toda una cadena de la cual depende el cuidado de las ranas. Desde la casera que nos vende las verduras, los agricultores, el espacio donde se cría su alimento, las lombrices y otros insectos, velar que sea de buena calidad. Hay que ver que el agua donde permanecen esté en óptimas condiciones y que el ecosistema simulado en esos contenedores sea lo más parecido posible a su hábitat natural todo el tiempo”, agrega Zurita.

“Por ejemplo, si ellos tienen que estar a 13 grados, y por un descuido la electricidad falla, venimos y están a 20, eso ya es un problema y tenemos que apresurarnos y estar siempre al pendiente de que las conexiones no fallen. A veces surgen emergencias cuando no estamos, entonces tenemos que acudir pronto. Estamos pendientes todo el día y todos los días, porque las ranitas no conocen de paros, feriados, Navidad, Añonuevo, nada”, señala Borda.

CENTRO K’AIRA

Aunque el Centro de Investigación y Conservación de Anfibios Amenazados de Bolivia del Museo de Historia Natural Alcide d’Orbigny, K’ayra, fue establecido oficialmente en 2018, los investigadores y profesionales que forman parte del mismo llevan varios años cumpliendo sus labores de cuidado, estudio y protección de ranas acuáticas altoandinas que viven en los bosques nublados de Bolivia.

El departamento de Herpetología tiene vigencia dentro del museo desde el año 2008.

Borda destaca que la prioridad tanto del programa como de esta ala del museo es la investigación y el estudio del hábitat de los distintos géneros de ranas.

“Nosotros no somos un centro de rescate de estos anfibios, sino de investigación. El motivo principal de esta labor es conocer a las especies para preservarlas de forma correcta y,  a través de la cría en cautiverio y otros procedimientos, de hecho, poder reinsertarlas en su hogar”, indica.

“El centro K’ayra está especializado en cría en cautiverio, esto quiere decir que mantenemos a especies que están en cierto grado de peligro en su hábitat. Trabajamos con especies altoandinas, especificamente con el género telmatobius”, agrega Ricardo Zurita Ugarte, médico veterinario y encargado del centro K’ayra.

Telmatobius yuracaré, rana Romeo. / ROBIN MOORE/GLOBAL WILDLIFE CONSERVATION
Telmatobius yuracaré, rana Romeo. / ROBIN MOORE/GLOBAL WILDLIFE CONSERVATION

ESPECIES DE RANAS

El centro K’ayra enfoca su trabajo en el cuidado y preservación de siete especies de ranas acuáticas altoandinas, dos de las cuales fueron recientemente incluidas en su esquema.

Se trata de la telmatobius culeus, que es la rana gigante del lago Titicaca, una especie bandera a nivel nacional; la telmatobius yuracare, que corresponde a la especie de la rana Romeo, que puso al país en la agenda mediática ambiental internacional al publicar la búsqueda de una pareja para su reproducción; la telmatobius simonsi, que es la rana veloz de Sucre; telmatobius gigas, que habita entre Oruro y Potosí; rhinella justinianoi; nymphargus bejaranoi; y la telmatobius hintoi, que suele habitar en las torrenteras de Cochabamba.

DIFICULTADES

Lamentan que la desinformación derive en la falta de interés, tanto de la población como de muchas autoridades, por las labores del museo y de los distintos programas de protección e investigación de animales.

La falta de recursos económicos suficientes impacta en proyectos dentro del mismo museo y también en gran medida en el financiamiento de posibles investigaciones que permitan que la labor de preservar la vida de los anfibios y otros animales sea más efectiva; pues, para realizar trabajo de campo e indagaciones in situ (en el lugar) el dinero juega un papel muy importante en cuanto a traslado, alimentación y viáticos.

La contaminación y el calentamiento global son dos grandes obstáculos para el bienestar de las ranas en las zonas de los bosques nubosos. Sumado a ello, existe un tipo de hongo, quitridiomicosis, que afecta la piel de estos anfibios. Generalmente, cuando se procede con el rescate o colecta de algún ejemplar de ranas se realizan exámenes para estar seguros de que los animales estén libres de esta enfermedad o si necesitan tratamiento. Esta también es una forma de prevención contra contagios y para que no alcancen estados críticos.

La reducción del espacio de las torrenteras y la expansión urbana también es una amenaza en los sitios de estadía y hábitat de las ranas. Cada vez son menos vistas -u oídas- en las áreas verdes de zonas urbanas, espejos de agua y canales donde, hace algunas décadas, su croar era prácticamente algo normal y cotidiano.

“Hay muchos factores que influyen en la conservación de las especies, pero creo que la concientización es muy importante, la educación y es lo que hacemos justamente en el lugar donde nos encontramos ahora que es el museo, es una institución clave por nuestro trabajo”, indica Oliver Velazco, jefe del departamento de Herpetología del museo. l