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  • Diario Digital | miércoles, 24 de abril de 2024
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Flavia Lavorino, una madre que no puede ver a su bebé de vientre subrogado

La mujer argentina y su esposo no pudieron viajar a Ucrania a recibir a su hijo, quien nació con la ayuda de un vientre de alquiler. La prohibición de los vuelos internacionales, les impide conocer a su primogénito.

Flavia Lavorino, una madre que no puede ver a su bebé de vientre subrogado

Cuando Flavia Lavorino decidió tener un bebé por gestación subrogada, ubicó Ucrania en un mapa y calculó la distancia. Unos 12.800 kilómetros entre Buenos Aires y la capital ucraniana, Kiev. "Cuando ya estábamos vencidos y sin esperanzas y habíamos decidido dejar de intentarlo, un compañero de trabajo nos comentó de la gestación subrogada en Ucrania", dice Lavorino.

"De repente se volvió real, posible. Nos entusiasmamos muchísimo". Con José Pérez, su pareja desde hace 15 años, Flavia había probado todos los tratamientos de fertilidad posibles a lo largo de una década. Una vez, la mujer logró quedar en la dulce espera después de un procedimiento complejo y doloroso, pero lo perdió enseguida. "Así que cuando nos confirmaron que el embarazo de la gestante en Ucrania iba adelante, estábamos emocionadísimos", cuenta José.

Poco podían predecir que, para cuando naciera el bebé, estarían varados al otro lado del Atlántico debido a la pandemia de coronavirus. Su hijo Manuel tiene ya siete semanas, y ellos aún no han podido conocerlo. "Esta es la peor pesadilla. Imagínate todos los años que llevamos esperando y ahora la espera se alarga todavía más, sin que tengamos siquiera idea de cuándo vamos a poder viajar", dice José.

Ucrania, como muchos otros países, ha cerrado sus fronteras a los visitantes internacionales en un esfuerzo por limitar la propagación de la COVID-19. Eso ha dejado en el limbo a decenas de bebés nacidos de madres gestantes en Ucrania y que debían ser recogidos por sus padres que viven en el extranjero en uno de los principales destinos del turismo de fertilidad en el mundo.

Manuel, el hijo de Flavia y José que permanece en Ucrania.

Manuel, el hijo de Flavia y José que permanece en Ucrania.

Argentina también ha prohibido todos los vuelos comerciales hasta septiembre como parte de un estricto programa de confinamiento para contener el virus, lo que hace improbable que la pareja pueda viajar en un futuro inmediato.

"Sabemos de la importancia del contacto físico para su desarrollo en esta etapa. Él tiene que estar con nosotros y nosotros con él", reclama Pérez.

PLANES TRUNCADOS 

Flavia y José comenzaron su camino en la gestación por subrogación en diciembre de 2018 y viajaron a Kiev cuatro meses después para aportar su material genético con el que crearon sus embriones en un laboratorio. Después, se transfirieron al útero de la gestante, o "madre subrogante", a la que habían contactado a través de una clínica local.

"No conocimos a la gestante, no hubo oportunidad… La clínica nos dijo que ellos se encargaban del contacto, eso nos pareció bueno. No sabemos mucho de la relación de la gestante con la clínica. Sí sabemos que le pagamos, claro", explica José.

La subrogación comercial es legal en Ucrania. Y es también es un gran negocio. El precio del paquete promedio ahí oscila entre 30.000 y 50.000 dólares, una fracción de lo que cuesta en Estados Unidos y otros países donde esta práctica de carácter comercial es legal.

Para la pareja argentina, supuso pedir un préstamo y también dinero a la familia. No dicen cuánto han gastado, pero sí que el monto estuvo "dentro de esos rangos, y la mitad al menos fue para la gestante".

"Desde que nos confirmaron el embarazo, comenzamos a programar todo con mucha antelación. Todos los detalles, la estadía y los viajes resueltos. Queríamos llegar varios días antes de la fecha de parto, que estaba calculada para el 10 de abril", cuenta Flavia.

"Mientras tanto, el embarazo lo fuimos viviendo mes a mes con las ecografías que nos iba mandando la clínica", agrega José.

La pareja había reservado vuelos transatlánticos para el 2 de abril, con una escala en Madrid. Cuando el coronavirus comenzó a extenderse y golpeó gravemente a España, se dieron cuenta de que su viaje podría no ocurrir como estaba planeado. "Ni Flavia ni yo tomamos conciencia, creo que por el optimismo tuvimos un punto de ceguera. Así fue seguimos planeando todo como si nada, y mientras tanto ya iban cerrando los aeropuertos", dice José.

A medida que los países europeos iban cerrando sus fronteras y Argentina decretó una cuarentena temprana, a mediados de marzo, la pareja comenzó a desesperarse. "Cuando comenzaron a cerrar fronteras primero en Europa y después acá, ahí ya me agarró un terror terrible", dice la mujer.

El panorama se complicó aún más por el hecho de que ambos trabajan en el sector de la salud. Flavia es asistente social y José es médico de cuidados intensivos en un hospital del conurbano, a las afueras de la ciudad de Buenos Aires.

Como trabajadores esenciales, al principio no les permitieron tomar días libres. Como parte de su trabajo, José tuvo que tratar a pacientes con COVID-19. "Nos comunicamos con las empleadas hispanoparlantes de la clínica (de Ucrania) por WhatsApp a medida que armábamos un plan", dice él.

"Quédense donde están", fue el mensaje. El centro de fertilidad había establecido un lugar para que Manuel se quedara mientras espera a sus futuros padres.

"Ellos nos dijeron mil veces que los bebés iban a estar resguardados, cuidados, alimentados. Nos tranquilizaron, hasta donde era humanamente posible tranquilizarnos", cuenta José.

NACIMIENTO TEMPRANO 

Manuel nació antes de lo previsto, el 30 de marzo. Los ansiosos padres recibieron la noticia por mensaje de texto en las primeras horas de esa mañana, de camino al trabajo. "Nos avisaron que nuestro hijo había nacido y nosotros estábamos a 12.500 kilómetros de distancia. Casi chocamos, tuvimos que parar en un puente que está cruzando al trabajo", recuerda Flavia.

Más tarde vieron por primera vez a su bebé sano, de 3.720 kilogramos de peso y 52 centímetros de estatura. Fue a través de una fotografía. "La gestante pidió la posibilidad de mandarnos un WhatsApp y comunicarse con nosotros y nos felicitó, nos remarcó que había sido un embarazo feliz y que estaba muy contenta por habernos cumplido un sueño que había demorado tanto", dice José.

"Nosotros le dijimos que, sin conocernos, nos había completado la familia y nos había cambiado la vida", agrega Flavia.

Sin embargo, la pareja nunca consideró dejar al bebé a su cuidado. En otros países, algunos niños nacidos por subrogación se quedaron con sus madres gestantes o con empleadas de las clínicas y agencias de fertilidad, ya que la COVID-19 detuvo muchos procesos de subrogación.

"En definitiva el cuidado del bebé hecho por la gestante o por niñeras o por cuidadoras capacitadas tiene la misma función: velar que no corran riesgos ni su salud ni su desarrollo. Pero no se va a conseguir el cariño, el amor de padres que solo le podemos dar nosotros", indica la madre. 

HOTEL DE BEBÉS

La clínica ucraniana hizo las gestiones para que los bebés varados se quedaran en un pequeño hotel que la compañía posee en las afueras de Kiev. No solo está Manuel: unos 50 recién nacidos están al cuidado de enfermeras en un gran cuarto reconvertido en guardería.

El número probablemente siga creciendo, ya que hay más partos programados para las próximas semanas y es poco probable que se levanten las restricciones de la      cuarentena.

"Tenemos bebés chinos, italianos, bebés, británicos...", dice Denis Herma, portavoz del Centro BioTexCom para la Reproducción Humana, la compañía detrás del hotel y una de las agencias de subrogación más populares de Ucrania.

El hotel Venecia normalmente se ofrece como alojamiento para los padres biológicos que vienen a Kiev a recoger a sus hijos. Ahora está manejado por un equipo de enfermeras que trabajan las 24 horas bajo estrictas reglas de cuarentena, dice la compañía de fertilidad.