Opinión Bolivia

  • Diario Digital | viernes, 19 de abril de 2024
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Erika y Pablo, los valientes enamorados del tango

Ella es ingeniera de sistemas y él, comunicador social. Juntos, comparten la pasión por la danza argentina. Fueron representantes del país en varias oportunidades y ahora les enseñan a otros.  

La pareja comenzó a bailar hace más tres años, pero, por separado, iniciaron hace mucho, primero como hobby y luego como una práctica profesional. RUBÉN RODRÍGUEZ-CORTESÍA
La pareja comenzó a bailar hace más tres años, pero, por separado, iniciaron hace mucho, primero como hobby y luego como una práctica profesional. RUBÉN RODRÍGUEZ-CORTESÍA
Erika y Pablo, los valientes enamorados del tango

“El amor es para valientes y lo que nosotros sentimos por el tango es amor”, resume Erika cuando explica por qué, pese a la dificultad que supone practicar este baile en Bolivia, lo elige una y otra vez, al igual que Pablo, su compañero de baile y aventura si se trata de estudiar y profesionalizarse en la danza argentina. 

La pareja comenzó a bailar hace más tres años, pero, por separado, iniciaron hace mucho, primero como hobby y luego como una práctica profesional. 

Pese a que Erika Claros es ingeniera de sistemas y Pablo Lavadenz, comunicador social, su prioridad es el tango, y juntos fueron consolidando una carrera, con obstáculos, pero, sobre todo, muchas alegrías. 

Los acercamientos a esta danza surgieron en momentos distintos, pero con sentimientos similares. Erika recuerda que su primer encuentro con el tango fue a través de la televisión, aunque en ese entonces lo veía como algo “totalmente inalcanzable”. 

Como el baile era parte de sus intereses fue a pasar clases de salsa con un maestro cubano. Al finalizar cada sesión observaba a un grupo que se reunía a bailar tango de forma amateur. “Yo fui por la salsa, pero me quedé a ver la primera vez (el tango), la segunda vez probé, y nunca más pude dejar”, dice. 

Los viajes a La Paz se volvieron frecuentes para ambos porque era la única manera que encontraban de pasar clases; en Cochabamba no se practicaba en las escuelas de baile. “Me iba todos los meses, durante unos días, y tomaba todas las clases posibles”, afirma Erika. 

Entre tanto, Pablo asegura que la “semilla” del tango llegó cuando era un niño. Sus padres, ambos médicos, migraron a Argentina para hacer su especialidad. Allí creció mirando programas de televisión donde tocaban y bailaban la danza tradicional. 

De aquel primer encuentro le siguió el internet, en el que encontró videos de bailarines emblemáticos de tango y fue aprendiendo paso a paso. La persona que le ‘cambió el chip’ fue la campeona mundial de tango Bárbara     Ferreyra, con quien tuvo la oportunidad de pasar clases. 

En 2018, organizó un evento en el que conoció a Erika y se volvieron pareja de baile porque, como bien dice, ambos querían más. “Los dos vimos que ambos buscábamos lo mismo: el tango más allá del hobby, y queríamos hacerlo como se tiene que hacer”, asevera. 

Lo dos entienden lo que es postergar varias cosas, acomodar los horarios y entregarse en totalidad a un pasión. “Cuando vi a Pablo dije: creo que él tiene un nivel de locura un poco parecido al mío”, recuerda Erika.   

En 2019 fueron, por primera vez como pareja, al mundial de tango en Argentina. Era la segunda vez para Pablo y la primera para Erika como competidora. Allí, en el origen mismo de la danza que los había cautivado años antes, ambos sintieron la plenitud máxima. 

Durante el mundial pudieron acceder a clases gratuitas, exhibiciones y milongas, los bailes tradicionales de esta danza. Para Erika, volver al lugar donde conoció a Juan Carlos Copes en 2013—denominado el bailarín de tango del siglo— le sirvió para determinar lo que ella quería hacer. “Él (Copes) mantuvo la promesa de conocernos. Nos vimos, charlamos y creo que todo eso me dejó con ganas de mucho más. No me bastaba con un grupo de amigos”, sostiene. 

En Bolivia no existe un campeonato para seleccionar a las parejas que van al mundial, como sucede en otros lugares. Quienes van son aquellos que consiguen sus propios medios para llegar. “Pese a que bailábamos poco tiempo juntos y que tenemos un recorrido muy grande por hacer, nos lanzamos. Y pudimos  hacer una exhibición de nuestro baile en una milonga”, recuerda Claros. 

Al ser un baile propio de otro país, el estudio es minucioso y la práctica, una muestra de reverencia. “Nosotros siempre recalcamos que hacemos el tango de la manera más repetuosa posible”. 

La pandemia les impidió participar del mundial los años siguientes, pero pudieron volver a Argentina a otros festivales.

EL ESFUERZO POR LA PASIÓN

En Bolivia, ser artista es un reto. La falta de apoyo apremia y orilla a que las personas deban hacer otras cosas para generar ingresos extras. 

Erika trabaja desarrollando aplicaciones para MAC. Actualmente, se desempeña de manera independiente, lo que le ayuda a organizar sus tiempos y moverse sin mayor conflicto cuando tiene que viajar. Además, se dedica a la caligrafía y da clases a niños.

Por su lado, Pablo es comunicador social especializado en el área cooporativa y se encarga de organizar bodas, y, paralelamente, es docente. 

“En más de una oportunidad, seguramente, nos hemos sentido desmotivados ambos, pero el amor al tango ha sido más fuerte siempre”, dice Erika. 

ENSEÑAR DESDE EL CORAZÓN 

La pareja sabe el dificultoso trabajo que es profesiona-lizarse en el tango, aprender más allá del hobby y darse modos para cumplir su sueño de bailar. De hecho, cuando van al  exterior y cuentan cómo viajan dos días para tomar talleres, la sorpresa de sus colegas es inmediata. 

La falta de oportunidades los impulsó a transmitir lo que ellos saben hasta ahora “Yo no daba clases de tango y jamás había imaginado que iría al mundial de tango”, dice Claros, pero, como las sorpresas que fue recibiendo de la mano de esta danza, la docencia también se convirtió en parte de su vida. 

Primero empezó ayudando a Pablo en ciertas ocasiones y luego se volvió algo más frecuente. 

El tango no se aprende en meses. Es algo que requiere práctica y estudio permanente, quizá de nunca acabar. “Esperamos que los estudiantes sean constantes y pacientes. El tango se debe tomar con mucho respeto”.

Antes de la pandemia ellos tenían un número considerable de estudiantes, pero aprovecharon la etapa de la    cuarentena para estudiar y aprender aún más de grandes maestros del tango. 

Erika y Pablo dan clases todos los domingos, a las 11:00. No tienen un límite de edad —tuvieron alumnos que van desde los 14 años hasta más de 70—, tampoco piden que los asistentes tengan pareja de baile ni experiencia previa. Asimismo, desde marzo implementarán una sesión más a la semana. Se puede pedir mayor información al 79352496. 

El tango, como cualquier arte, requiere entrega absoluta. Para la pareja, el camino aún es largo y el sueño es parte de su vida. “¿Vale la pena? Sí. ¿Lo volvería hacer? Absolutamente sí”, finaliza Erika.