Equipo MAMBU, los jóvenes detrás del primer respirador de Bolivia
Cuando comenzaron a idear su proyecto, tenían todo en contra, pero un gran sueño que los impulsaba a seguir. A medida que fueron avanzando en el trabajo, se encontraron con muchas trabas, largas horas de labor y poco apoyo. Sin embargo, el día que les comunicaron que su dispositivo salvó una vida, todo valió la pena.
Los nueve jóvenes que desarrollaron el respirador MAMBU (Mechatronic AMBU), marcaron un hito en la medicina y tecnología nacional, ya que este aparato es el primero creado y puesto en marcha por mentes bolivianas.
Más allá de haber dado respuesta eficaz al momento más crítico que atravesó el país a raíz del coronavirus COVID-19 hasta ahora, los emprendedores tienen, cada uno, carreras profesionales brillantes, son parte de varias investigaciones y demuestran a cabalidad que Bolivia tiene la capacidad académica para innovar y salir adelante.
Luego de recibir la certificación nacional emitida por la Agencia Estatal de Medicamentos y Tecnología en Salud (Agemed), uno de sus objetivos fue alcanzado. Pero, para este grupo, la experiencia de haber convivido y luchado tanto por una meta los unió y quiere que sirva para que las personas apuesten primero a lo nacional. Sin duda, este no será el último proyecto que emprenderán.
EQUIPO INTERDISCIPLINARIO
Fabio Díaz, Khalil Nallar, Diego Suárez, Jhon Ordóñez, Gabriel Rojas, Rodrigo Botelho, Juan Manuel Valverde, Miguel Ángel Clavijo y Renán Espinar son los nueve creadores de MAMBU.
La mayoría de ellos son ingenieros mecatrónicos y son docentes en la Universidad Católica Boliviana (UCB), en La Paz. De esa forma, se contactaron y formaron el grupo. Ya existía un trabajo previo de diseño de equipos médicos, así que, cuando el coronavirus comenzó a hacer estragos en Europa, sabían que era inevitable que llegue al país y que- rían hacer algo que ayude al resto.
Fabio Díaz, actual director de la carrera de Ingeniería Mecatrónica de la UCB, fue uno de los que canalizó las ideas e invitó a muchos a que se unan al equipo. Además, eran parte del Centro de Investigación, Desarrollo e Innovación en Ingeniería Mecatrónica (Cidimet). “Nuestro propósito es siempre generar soluciones tecnológicas, ingeniería aplicada, más allá de una investigación”, explica Díaz.
El 19 marzo comenzó el trabajo arduo y cada uno se fue especializando en cierto campo, lo que permitió formar un equipo interdisciplinario que cuidó cada detalle. “Todos teníamos áreas distintas y empezamos a trabajar con la misma idea. Eso hizo que cada uno saque su potencial para resolver lo que podía, considerando que teníamos casi todo en nuestra contra. No había movilidad, ni comida, no teníamos nada. Realmente estábamos en contra ruta”, cuenta Diego Suárez.
El objetivo era no perjudicar el trabajo del otro y sacar provecho a su conocimiento. Con el tiempo, eso les sirvió para saber cómo organizarse. El grupo fue creciendo poco a poco de acuerdo al requerimiento que necesitaban. Por ejemplo, Diego es arquitecto y Rodrigo es ingeniero mecánico; sin embargo, esa diversidad sirvió para crear un dispositivo completo.
Debido a la urgencia que vivía el país, los jóvenes dedicaron 10 días enteros (casi sin horas de sueño) al trabajo, para terminar lo antes posible el MAMBU. Aunque, en ese momento, no imaginaron que su principal traba estaba por empezar: conseguir la certificación.
FALTA DE APOYO NACIONAL
“Hemos tenido un dispositivo médico, ya funcionando, en dos semanas. Nuestro primer paciente lo usó el 24 de abril y, desde ese entonces hasta agosto, hemos tenido que realizar toda la documentación, más pruebas clínicas y otros papeles. Entonces, se podría decir que un 5% de todo el tiempo fue en diseño del equipo y un 95% fue en burocracia”, explica Suárez.
Pese a la saturación del sistema de salud, tanto público como privado, y la falta de respiradores en hospitales, el aparato MAMBU no recibió la atención necesaria. Al no contar con la certificación correspondiente, no podían funcionar en la magnitud que deseaban sus creadores y requerían los pacientes.
“Lo que pasa en nuestro país es que la aceptación a lo propio es muy complicada. Lo que estamos demostrando es que hay la suficiente capacidad humana para crear estas cosas en Bolivia. Es un gran paso el que hemos dado. Se muestra lo que nosotros queríamos al principio: meternos en este proyecto hasta que esté salvando vidas”, dice Khalil Nallar.
Tener tantas dificultades generó que el grupo busque diferentes formas de lograr el objetivo final. “Nos han cerrado la puerta en todo lado, fue bastante frustrante para todos”, asevera Diego.
La certificación de Agemed llegó el 14 de septiembre, luego de más de cinco meses de espera y trámites. Cuando tuvieron la oportunidad de presentar el proyecto, también querían dar a conocer quiénes estaban detrás. “No éramos nueve chicos locos, era mucho más. Hay experiencia. Detrás de este aparato que ven, tenemos cientos de hojas llenadas, hay un manual de uso sencillo para que, hasta en las comunidades más alejadas, puedan utilizarlo, hay protocolos, un montón de documentación”, añade Suárez.
Al ser el primer ventilador fabricado en Bolivia, marcaron el inicio de normativas y requisitos para que otras empresas puedan registrar dispositivos de este tipo.
Luego de una alianza estratégica con la empresa cochabambina Quantum, comenzaron a utilizar sus instalaciones para el ensamblado y fabricación del equipo. Tienen el objetivo de terminar 300 respiradores que irán entregando a requerimiento. Justamente, hace poco llevaron 20 unidades a Oruro.
PROYECCIÓN INTERNACIONAL
Cuando estaban en pleno proceso para lograr que el Gobierno les otorgue la certificación para funcionar, desde Chile se contactaron con los jóvenes para adquirir los ventiladores. Lo que en Bolivia no era considerado prioritario, en el país vecino era requerido con urgencia.
“Tuvieron una aceptación muy buena allá. Hubo un trato muy amable con los amigos chilenos, respecto a lo que nos ha pasado acá. Estamos muy agradecidos por ese apoyo, Fue un impulso para seguir y lograr la meta dentro de nuestro país”, comenta Nallar. Incluso, como no tenían el aval aquí, sí lograron obtenerlo en Chile.
Pero, también perdieron oportunidades valiosas. En la etapa crítica del virus se comunicaron con ellos desde Costa Rica, Puerto Rico, Nueva York y Londres, entre otros. Como pasaron muchos meses de espera por temas ajenos al grupo, varios países terminaron desarrollando sus propias iniciativas.
Por el momento, todavía no tuvieron la oportunidad de conversar entre todos para ver cómo continuará el equipo. Sin embargo, después de una experiencia como esta, se sienten fortalecidos y con la suficiente capacidad de seguir creando y demostrar que Bolivia no tiene nada que envidiar a profesionales del exterior. l