Opinión Bolivia

  • Diario Digital | jueves, 25 de abril de 2024
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LECTURAS SUTILES

Crónicas de la peste

Crónicas de la peste

PARTE 2

… Y la pandemia hizo un silencio a eso llamado la era del narcisismo y propició otra manera de ver el mundo. Trajo algunas cosas buenas, como la nostalgia del abrazo, el ansia de la caricia y el recuerdo de la ausencia.

Y el tiempo volvió a ser tiempo aunque no sepamos bien aún que hacer con él. Algo del Eros se coló en ese Thanatos avasallante y estridente que parece haberlo tomado todo. Pero aún en un resquicio, en una zona abisal algo del amor se escurrió entre las ventas en forma de canción que se canta o se palmea en algún balcón. Porque como dice Freud: “Pues allí donde el amor despierta,muere el yo, déspota y sombrío”.

En la clínica psicoanalítica observamos cómo esto traumático resuena de distintas maneras en nosotros. Cada uno va a intentar enfrentarlo como pueda, es así que algunos van a ritualizarse aún

más en sus manías diarias, otros se pondrán más evasivos en sus fobias, otros podrán delirar con teorías conspirativas, y algunos menos trasgredirán las medidas que se aconsejan.

No hay medida cuantificable para homogeneizar el impacto de las tragedias comunes y apocalípticas. Cada uno de nosotros hará lo que pueda con su propio virus, no el de la pandemia, sino el de la fantasmática singular, esa que agobia y que estas catástrofes no hacen más que potenciarlas.

Este virus pasará como tantos otros, pero lo que perdurará serán las consecuencias subjetivas que produjo. Lo más letal y contagioso de esta pandemia no es la transmisión del virus, sino la del miedo. Ese que se propaga por las redes, por la televisión, por la radio, pero también en forma de chiste o meme. 

El miedo angustiante con disfraz de virus mundial es fundamentalmente el temor a lo desconocido, a eso que nos saca del confort al que estamos acostumbrados, (aunque pueda ser doloroso y sufriente). Se trata, por tanto, de una emboscada fatal donde perdimos el lugar que teníamos en la queja de nuestra vida diaria.

Como pasa en las guerras, la cotidianidad de los sinsabores y de algunos placeres ha sido arrasada, dejándonos a merced de este gigante virulento que parece no tener medida ni freno, lo cual lo convierte, en nuestro imaginario, con necesidad de respuestas inmediatas, en un rival invencible y mortífero donde todos somos inocentes y víctimas por igual, porque no hay que desconocer que esta pandemia no tiene distinción social en el contagio.

Otro de los efectos colaterales que trajo esta peste fue la de la cuarentena obligatoria y como consecuencia la disponibilidad del tiempo y del ocio de otra forma. Tenemos tiempo para hacer otras cosas, aquellas que siempre añorábamos. Sin embargo, algo que parecería del orden del placer se convirtió en pesadilla. Muchos se dieron cuenta que no saben cómo vivir con este tiempo disponible y en familia. Una verdadera paradoja.

NOTA: Para cualquier consulta o comentario, contactarse con Claudia Méndez Del Carpio (psicóloga), responsable de la columna, al correo [email protected] o al     teléfono/WhatsApp +591  62620609. 

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