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  • Diario Digital | jueves, 28 de marzo de 2024
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Constantino Aucca: el Campeón de la Tierra que reforesta los bosques de kewiñas de los Andes

El biólogo peruano comenzó su labor de reforestación hace décadas. Hasta el momento plantó, junto con comunidades indígenas de cinco países de Sudamérica, más de 6 millones de árboles.
Constantino Aucca.       NICOLE ANDREA VARGAS
Constantino Aucca. NICOLE ANDREA VARGAS
Constantino Aucca: el Campeón de la Tierra que reforesta los bosques de kewiñas de los Andes

Constantino Aucca Chutas creció en una comunidad de Cusco, Perú, sabiendo cuál era su mandato como indígena: trabajar en la conservación del medioambiente. Para eso eligió un árbol que hermane a varios países de Sudamérica: la kewiña. Y sumó a las poblaciones indígenas al proyecto reconocido a nivel mundial por su efectividad frente a la deforestación y el cambio climático. Ahora es el Campeón de la Tierra.

El biólogo peruano, de 58 años, comenzó su trabajo clasificando especies de aves en los bosques de Perú junto con el ornitólogo Jon Fjeldsa. Pero eso no era suficiente para él. Lo movilizó la    inacción de los grandes grupos de poder ante el futuro del planeta. “Solo se comprometían a unirse y no hacían ninguna actividad concreta”, dice. 

De esa manera fundó, en 2001, la Asociación de Ecosistemas Andinos (ECOAN), una organización enfocada en proteger los bosques primarios, las cabeceras de cuenca y los humedales, con el objetivo de preservar los recursos hídricos y los suelos. Posteriormente, creó Acción Andina para fortalecer su labor de reforestación a lo largo de los Andes de Sudamérica.

Luego de haber plantado más de 55 mil árboles de kewiña en un día decidió que era momento extender su sueño y compartirlo con otros. 

Poco a poco fue aumentando su área de impacto y pasó de Perú a Chile, Ecuador, Argentina y Bolivia con el objetivo claro de conservar y reforestar los sistemas altoandinos. Su árbol elegido fue la polylepsis spp o kewiña, conocida en otros países como queñua, tabaquillo o yagual; tiene 46 especies reconocidas y es el bosque que crece a mayor altura (5.000 metros sobre el nivel del mar) en el mundo. 

“Así como una vez estuvimos hermanados como incas dentro del imperio, luego nos hermanamos de nuevo para pelear y liberarnos del yugo español, ahora nos hermanamos por un árbol”, sostiene Aucca. 

Una de las preguntas más comunes que recibió el biólogo durante estos años fue por qué había elegido específicamente la kewiña. Sostiene que esta especie nativa ayuda a concentrar agua de las vertientes y de las lluvias, que  después se desprende y llega hasta la Amazonía, provisionando a las personas del líquido elemento. “En todo el mundo la gente clama por agua, este no es un problema solo de Bolivia”, remarca Aucca. 

Hace poco Constantino llegó a Chiaraje, comunidad de Cocapata, donde hace un año comenzaron a implementar un vivero de kewiñas para reforestar la cordillera del Tunari. Durante su visita, el líder resaltó los beneficios de los bosques naturales que posee la población y destacó el compromiso que asumieron los comunarios para proteger sus recursos naturales. 

“Lo que tienen acá es fabuloso, todavía hay boques prístinos”, afirma Aucca y añade que en Chiaraje hay kewiñas que podrían tener entre 300 y 400 años de antigüedad, lo que sirve para crear bancos de germoplasma con sus semillas. 

“Bolivia tiene que agradecer a estos bosques que todavía podemos contar con un número de plantas, animales. Y lo mejor es que están regulando el cambio climático”, indica.  

Las mujeres de Chiaraje celebran la plantación de kewiñas en su comunidad.    NICOLE ANDREA VARGAS
Las mujeres de Chiaraje celebran la plantación de kewiñas en su comunidad. NICOLE ANDREA VARGAS

Luego de su visita a Cocapata y ver los resultados de este primer año en la comunidad, Aucca menciona que lo fundamental en su proyecto es impulsar el compromiso de los pobladores. “Acción Andina quiere poner millones, pero ¿cómo se logra eso? Con la organización. El Tunari es inmenso, pero la necesidad es única”, dice. 

La óptima respuesta de la población de Chiaraje permite soñar con lograr la producción de millones de árboles de kewiña para tener un impacto verdadero. Es por eso que el programa no es a corto plazo, busca instaurarse como parte de las prácticas de las comunidades a las que llega sin descuidar su efectividad concreta. 

“Si en 20 años logramos plantar 20   millones de árboles, tal vez digamos que hicimos algo”, asegura a la vez que menciona que, hasta la fecha, plantaron 6 millones de kewiñas. 

Aucca ve su proyecto con estrategia. Sostiene que es importante lograr un equilibrio entre el anhelo y la efectividad y conocer acerca de marketing para “vender sus programas”. 

El biólogo menciona que el proyecto inició en un contexto en el que se empleaba el dinero en crear áreas protegidas sin darle mucha importancia a la deforestación, que avanza en silencio pero a grandes pasos. Esto lo motivó a visitar bosques desde las montañas de Venezuela hasta la Patagonia. Así eligió la kewiña como su elemento de conexión entre países. 

Aucca junto a la viverista de Chiaraje, Betty Durán.      NICOLE ANDREA VARGAS
Aucca junto a la viverista de Chiaraje, Betty Durán. NICOLE ANDREA VARGAS

LA UNIÓN CON LA NATURALEZA

La niñez de Constantino estuvo marcada por el contacto con la naturaleza. Se recuerda criando las ovejas y las vacas de sus abuelos, en Cusco. 

Relata que ellos se lamentaban que nadie de su comunidad haga algo para cambiar la destrucción de la naturaleza. Fue de esa manera que él asumió ese rol. 

Algo que Constantino repite a menudo con orgullo es el origen de su apellido: Aucca significa guerrero y Chutas es pan grande. La combinación de ambos le dio un propósito a su vida. “Cuando eres joven piensas que es una novela más que te están contando, pero el mundo da vueltas y llegas a un punto donde dices que la necesidad lo vale”, asevera. 

“Yo, un campesino, hijos de campesinos, puedo hacerlo. Quiero mover más gente, quiero que esto sea un movimiento. No me gusta la conservación de las mafias o la gente que está detrás de los escritorios. Si yo no planto millones de árboles, esto no va a funcionar”, añade. 

La burocracia política, los celos profesionales y el conformismo son algunas de las trabas que debe enfrentar Aucca para consolidar su sueño. El peruano es un cuestionador de los académicos de escritorio, aquellos que se quedan solo en las letras y no van hacer los cambios reales afuera. 

Las claves para el éxito de su proyecto son simples, pero fundamentales: lo primero es el respeto, después está el diálogo, luego la escucha y, finalmente, el aprendizaje.

Su experiencia en Chiaraje estuvo marcada por la emoción y la sorpresa ante el buen trabajo que está haciendo la comunidad en tan poco tiempo. “Espero que Bolivia, de acá a un año o dos, produzca el millón de kewiñas anual”, indica. 

El trabajo de varias décadas de Aucca fue reconocido, en noviembre pasado, por el Programa de las Naciones Unidas para el Medio Ambiente (PNUMA), que lo distinguió como uno de los Campeones de la Tierra 2022 en la categoría de Inspiración y Acción. 

En enero de 2023, Constantino tomó sus primeras vacaciones en más de 22 años. Como padre de dos hijos y esposo, recomienda no perderse la crianza de los menores y el tiempo compartido en familia. Sin embargo, afirma que su sueño requiere una entrega total. “Agradezco a mi esposa y mis hijos que entienden que esta labor merece sacrificios”, señala.

Cuando sus hijos le preguntan qué espera ahora que ya es un Campeón de la Tierra, Aucca sonríe y dice que se viene el premio Nobel. Aunque millones de árboles están creciendo en los Andes gracias a su trabajo, esto aún no termina; garantizar el futuro de las siguientes generaciones es la meta. l