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  • Diario Digital | jueves, 28 de marzo de 2024
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El confinamiento que casi acaba con sus participantes

Ocho personas fueron encerradas en un domo para demostrar que podían ser autosuficientes. Pero, la comida escaseó y los problemas entre ellos perjudicó la misión.
El confinamiento que casi acaba con sus participantes

En 1991, un grupo de ocho    investigadores voluntarios se encerró durante dos años en una estructura de cristal y acero dentro de la que científicos habían recreado varios ecosistemas del planeta Tierra.

Aquel experimento formaba parte del proyecto Biosfera 2 y el objetivo era comprobar si, en un futuro, los  humanos podrían vivir en circunstancias similares en colonias en otros planetas.

Gran parte de la rutina de los participantes, llamados "biosferianos", se redujo a labores agrícolas. Debían cultivar sus propios vegetales, recolectar granos del suelo y obtener proteínas de animales de granja y peces criados en estanques de acuicultura.

El experimento, presentado como como una "misión espacial" dentro de la Tierra, acaparó la atención mediática. Pero la aventura no acabó como se esperaba. Los cultivos no crecían al ritmo estimado, la    comida empezó a escasear, el oxígeno era insuficiente y la tensión afloró en la convivencia de los     participantes.

La construcción se completó en 1989 y consistía en tres edificios. El primero, un gran domo de cristal y acero; el segundo, un área subterránea de tecnología y el tercero, una zona destinada al hábitat humano.

El domo medía casi 28 metros en su punto más alto y contenía cinco ecosistemas: un bosque tropical, un desierto, una sabana, un manglar y un océano con arrecifes de coral. Dentro se encontraba, además, la zona dedicada a la agricultura.

Los investigadores involucrados querían saber si una biosfera autosostenible, con todos los ecosistemas de vida de la Tierra, podía "proveer una vida creativa y saludable para humanos que trabajaron como naturalistas y científicos".

Y así, en septiembre de 1991 cuatro hombres y cuatro mujeres ingresaron al lugar. "Éramos pioneros, los primeros biosferanos. Nos habían dado un nuevo mundo para cuidar de él", cuenta Mark Nelson, uno de los participantes.

Poco después de empezar el confinamiento, el entusiasmo inicial de los integrantes comenzó a disiparse. Aumentaron los roces y las discusiones. "Nunca se sabe lo que puede pasar cuando te encierras a convivir durante dos años con otras siete personas", recuerda Nelson.

Los turistas se paseaban por fuera de las instalaciones, en visitas guiadas donde veían trabajar a los investigadores a través del cristal,   como si se tratara de una visita al zoológico.

Dentro, cada uno de los participantes tenía una misión específica.   Debían ocuparse de la ganadería, la preservación de los arrecifes de coral, la cría de peces y los cultivos, por ejemplo. Además, evaluaban el comportamiento de los gases, sobre todo del oxígeno y el dióxido de carbono.

Los biosferanos concuerdan en que la escasez de comida no ayudó a tener un ambiente sano. De todos los cultivos, uno de los más exitoso fue el plátano. 

Pero los alimentos no fueron el único recurso que empezó a faltar. Tanto los participantes en el confinamiento como otros científicos que monitoreaban el experimento desde fuera, detectaron un aumento en los niveles de dióxido de carbono y una disminución del oxígeno.

La falta de suficientes alimentos hizo que los biosferanos perdieran peso, y de mantenerse los bajos niveles de oxígeno existía el riesgo de daño cerebral.

El experimento se desmoronaba y la primera idea de sobrevivir dos años solo con lo que había dentro de Biosfera 2 no funcionó. Se introdujeron alimentos extra y extractores de dióxido de carbono y bombas de oxígeno desde fuera. La prensa tildó al proyecto como un "fracaso".

A pesar de necesitar ayuda del exterior y no poder llevar una vida autosuficiente, el proyecto consiguió   durar los dos años estipulados.

En 1994, una segunda expedición regresó a los interiores de Biosfera 2, pero se canceló antes de que terminara la misión.