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  • Diario Digital | sábado, 20 de abril de 2024
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Clint Eastwood, el nonagenario inagotable

El actor y director  se mantiene en actividad y estrena una película por año. Se hizo conocido gracias al género  Spaghetti Western; sin embargo, su trabajo como director lo terminó de consagrar en el cine.

Clint Eastwood, el nonagenario inagotable

Clint Eastwood cumplió hace unos días 90 años, en un estado de increíble lozanía. Su obra sigue creciendo año a año. El Hombre sin Nombre, Harry el Sucio, el director aclamado. El galán de la vida privada agitada pero de la que se conoce poco. El de las opiniones políticas fuertes y poco complacientes. Uno de los pocos que reconvirtió una carrera de actor consagrado y taquillero en la de un autor cinematográfico con una notable obra para exhibir.

No sabía bien que quería. Su rendimiento académico era malo. Había probado trabajar de muchas cosas. Desde guardavidas hasta empleado en una estación de servicio. Alguien le dijo que podía aprovechar su más de metro noventa de estatura y su cara de rasgos definidos para hacerse un lugar en el mundo de la actuación. Los primeros intentos fueron fallidos. Apenas farfullaba y mostraba una rigidez de movimientos casi insalvable, pero alguien confió en él, en su aspecto físico y en 1954 consiguió un contrato en Universal. Le pagaban 75 dólares por semana para estar listo para el (siempre pequeño) papel en que lo requirieran. "Producían miles de películas rápidas y baratas. Mis papeles eran el de joven teniente o enfermero. Tenía una frase que decía: ‘Salió como lo planeamos’ o ‘Acá están las radiografías’. Y alguien me gritaba: “Muy bien. Largo de aquí'. Esa era toda mi participación”, contó Clint.

Unos años después llegó el primer golpe de suerte. En 1958 consiguió el protagónico en una serie de televisión, “Rawhide”, que estuvo varias temporadas en el aire con un buen rating. Hasta que recibió una propuesta que cambiaría su vida. Después de que varios actores norteamericanos rechazaran el papel, Clint aceptó protagonizar a un cowboy duro en una película italiana. “La idea de un western italiano era un oximoron; era como pensar que pudiera existir una comedia romántica italiana”, escribió años después un crítico en la revista Rolling Stone.

La apuesta era improbable. De todos los géneros clásicos de Hollywood es probable que por esos años el western haya sido el que menos vigencia tenía. Era una época pasada.

En esa película todos los elementos hacían pensar en una derrota anticipada. Un western filmado en la España de Franco dirigido por un italiano desconocido casi sin actores conocidos. El productor, mientras trataba de juntar algunos pesos para pagar el hotel, trataba de seducir financistas explicando que estaban filmando un western con reparto internacional. El único problema era que a esos actores internacionales nadie los conocía.

Los motivos por los cuáles Eastwood aceptó la propuesta son difusos. Él, alguna vez respondió sin darle mayor importancia: “No conocía Europa y me parecía una buena excusa”. El papel originalmente se lo ofrecieron a su compañero en “Rawhide” que ni siquiera consideró la oferta. Eastwood quería cambiar su perfil, dejar atrás a ese vaquero inocente, torpe y medio tonto que hacía en la televisión. 

“Por un puñado de dólares” se convirtió en un éxito impensado en Italia. No fue el primer Spaghetti Western. Antes hubo al menos una docena pero todos fueron un fracaso. Luego del éxito de esta película y de las otras dos que completan la trilogía, se filmaron cientos de ellos. El hombre sin Nombre de la Trilogía del Dólar (“Por un puñado de dólares”, “Por unos dólares más”y “El bueno, el Malo y el Feo”) cambió todo para muchos de los que participaron en ella. Para Sergio Leone, para Ennio Morricone y, naturalmente, para Clint Eastwood. Ese hombre parco, de mirada afilada, barba crecida, cigarrillo en boca —Eastwood no fumaba— y poncho al hombro se convirtió en unos de los personajes más importantes de la historia del cine.

La carrera del actor, que tardó en arrancar, se disparó para ya no parar. A principios de los 70 apareció Harry Callahan, Harry el Sucio, otro duro pero en otro ambiente que también animaría una saga. Eastwood con su reciedumbre, con su mínima efusión, con las palabras que salían arrastradas de su boca, se había convertido en poco tiempo en uno de los héroes de acción de Hollywood. Pero sus inquietudes eran otras, no solo pretendía liderar la taquilla. Ya cuando actuaba en “Rawhide” había intentado que lo dejaran dirigir algunos capítulos. Su oportunidad llegó en 1971. Tuvo un sólido debut cinematográfico con “Obsesión mortal”. 

La consagración como director llegó en 1992 con “Los Imperdonables”, ese western incómodo que ganó varios premios Oscar. A partir de ese momento Eastwood fue considerado más un director que un actor. Con su perseverancia, con su talento y con el manejo firme de su oficio logró que el público se olvidara de una carrera repleta de éxitos y aprendiera a mirarlo de otra manera. Sin embargo, antes de esa cinta, la filmografía de Eastwood ostentaba varias obras maestras 

Luego vendría otro Oscar por “Million Dollar Baby” y otras películas superiores a esas que, como suele suceder, no fueron premiadas: “Un Mundo Perfecto”, “Sully”, “Los Puentes de Madison”, “Cartas de Iwo Jima”, “Gran Torino” o la reciente “Richard Jewell”.

La longevidad suele ser un mérito en sí mismo para muchos. Pero la energía y vigencia de Eastwood a los 90 años constituyen un milagro. Su ritmo de filmación es de una película por año, aunque en algunas temporadas sorprende a los espectadores con dos.

Republicano primero y autodeclarado libertario después, nunca ocultó su inclinación por los políticos de la derecha norteamericana. En un ambiente en el que abundan los que adscriben al Partido Demócrata pero en especial los progresistas, Clint Eastwood siempre fue una excepción. Apoyó a Nixon, a Reagan, a los Bush. Sin embargo, no dudó en denostar las maniobras de Nixon en el Watergate, apoyar el aborto o declararse a favor del control de armas. El actor piensa por sí mismo y no hay obediencia partidaria ni devoción a un líder que se lo impidan.

Durante dos años fue alcalde de Carmel. A fines de la década del 80 se presentó como candidato y ganó con comodidad las elecciones del pueblo en el que reside. Mientras tanto siguió rodando. Los vecinos coincidieron en que su gestión fue buena y que las obras realizadas en el pueblo mejoraron la vida de sus habitantes. Con discreción, al terminar el mandato, se retiró de la arena política.

De su vida personal no se sabe demasiado. Pese a su fama, logró preservarse con bastante habilidad de los paparazzis, revistas del corazón y tabloides. Y eso que su vida amorosa fue cambiante y agitada. Tiene seis hijas y dos hijos con seis madres distintas. Sus divorcios fueron tormentosos en el ámbito privado pero silenciosos en el público. Sondra Locke, pareja de Eastwood y actriz de la mayoría de sus películas desde 1975 hasta 1986, luego de la separación denunció maltratos y que Clint impidió que ella progresara como directora y como actriz. Sin embargo, eso no llegó a convertirse en escándalo, como si el público norteamericano no estuviera interesado en su vida privada. Como si ese carácter poco demostrativo se trasladara a su persona y les impidiera animarse a conocer más de su intimidad. 

La lucidez de Clint parece no tener fin, al igual que su habilidad para narrarar. Nueve décadas después de llegar al mundo, Eastwood demuestra ser un nonagenario inagotable.