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  • Diario Digital | sábado, 20 de abril de 2024
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Clínica de instrumentos musicales en la Llajta, el santuario de un luthier

Víctor Alarcón, es músico profesional y repara todo tipo de instrumentos, incluso tiene una ambulancia que va hasta la puerta del cliente para recoger al “enfermo”. Cada aparato que llega a su estudio es un  “paciente” .
Víctor Alarcón, es músico profesional y repara todo tipo de instrumentos. NOÉ PORTUGAL
Víctor Alarcón, es músico profesional y repara todo tipo de instrumentos. NOÉ PORTUGAL
Clínica de instrumentos musicales en la Llajta, el santuario de un luthier

La música es una de las formas de arte más reproducidas y aclamadas. Los instrumentos son la herramienta elemental del artista y, a través de una conexión llena de vida entre ambos, nacen melodías que hacen vibrar los cuerpos. Al menos así lo describe Víctor Alarcón Rivadeneira, un luthier profesional que creó, hace 35 años, la Clínica de Instrumentos Musicales Santa Cecilia, en Cochabamba, un espacio que se asemeja a un santuario para los músicos.

Alarcón se formó toda su vida como músico profesional. En el oficio diario, y gracias a la enseñanza de un maestro, se inició en la luthería cuando era bastante joven. Aunque  comenzó como un hobbie que disfrutaba mucho, con el tiempo se convirtió en su especialidad y su sustento. Él está convencido de que los instrumentos tienen vida y como tal necesitan atención de primera, al igual que las personas en los hospitales. Inicialmente, tener un espacio así solo era un sueño, pero con los años se materializó y ahora tiene la clínica de instrumentos más completa de Bolivia; incluso, cuenta con una ambulancia para atender emergencias y recoger al “paciente” desde la puerta de su casa. 

Alarcón, de 70 años, es músico profesional. Estudió en el Conservatorio Nacional de Música de La Paz y, paralelamente, en la Escuela Militar de Música. Asimismo, culminó la carrera de Música en la Universidad Católica Boliviana. Luego de esos primeros pasos en el medio artístico, ingresó a la Orquesta Sinfónica Nacional como primer oboísta. 

En su trayectoria conoció al maestro uruguayo Claudio Bondi, quien, a la vez, era luthier. De él aprendió la base de este oficio tan peculiar, que consiste en la fabricación y reparación de diferentes instrumentos. 

Alarcón lleva el amor por la música en la sangre. Su padre fue compositor y le abrió las puertas de la escena artística. “Yo tocaba otros instrumentos, pero el oboe le encantaba a mi padre y me dijo que estudiará eso porque es bien raro en Bolivia, no hay muchos oboístas”, cuenta. 

Bondi también fue su profesor de oboe. En aquel entonces, el padre de Víctor tenía mucha ilusión de que su hijo creciera en esa carrera, aunque para él era algo casi imposible. “Mi papá me decía ‘un día puedes llegar a ser miembro de la Orquesta Sinfónica Nacional’, pero para mí decir eso era como querer tocar las estrellas con las manos. En la época que nosotros vivíamos era casi inalcanzable”, recuerda. 

Aquel sueño se cumplió unos años después. Ingresó a la Sinfónica y fue asistente de Bondi, hasta que tuvo la oportunidad de ocupar el lugar de su maestro luego de un tiempo. “Una vez se arruinó mi instrumento y le pedí que me ayudará. Me dijo que lo llevara a su departamento, ahí conocí su estudio. A mí me gustaba mucho las manualidades, le dije que todo me parecía bonito y me dijo ‘¿quieres que te enseñe?’ y yo le dije que sí”, relata sobre su primer contacto con la luthería. 

Comenzó haciendo trabajos pequeños para sus colegas, y fue perfeccionando poco a poco su técnica. “Yo lo tomaba solo como un hobbie”, dice. Durante ese tiempo, alrededor de la década del 70, se fue al exterior (Argentina, Venezuela y Colombia, entre otros países) becado para complementar sus estudios en música y luthería, de la mano de Ricardo Alesia y Gabriel Cardone. 

“Retorné, como buen boliviano, quería enseñar a mi gente, a los jóvenes lo que es hacer buena música y triunfar”, afirma. Pero, pese a ese deseo, se encontró con una realidad distinta a la que conoció en el extranjero; la labor del músico no siempre es la mejor reconocida ni recompensada en Bolivia. 

Sin embargo, continuó con su pasión e intentó abrirse más espacio en esta área. Tuvo la oportunidad de enseñar en el Instituto Eduardo Laredo y la Academia Man Césped, en la Llajta. “Conocí Cochabamba y me enamoré de la ciudad. Yo creo que mis huesos se van a quedar aquí”, asegura. 

Comenzó a trabajar de forma más profesional en la luthería. Al mismo tiempo, conoció a su esposa, Delia Callejas, quien le incentivó a crear su propio estudio. “Le dije una vez ‘sueño con tener una clínica de instrumentos musicales’ y ella me dijo ‘yo te apoyo, podemos hacerlo’, y luego de que pasó el tiempo me fui olvidando, pero ella lo tenía en mente”. De esa forma nació la Clínica de Instrumentos Musicales Santa Cecilia. 

DESDE EVALUAR AL ‘PACIENTE’ HASTA DARLO ‘DE ALTA’

Alarcón se especializó en todos los instrumentos. Repara desde guitarras acústicas, clásicas, eléctricas, todo tipo de pianos, teclados, clavinovas, clarinetes, oboes, trompetas, trombones hasta percusión y otros más.  

Los instrumentos que más recibe las son guitarras y los más inusuales que le tocó arreglar son los acordeones y las concertinas. Su esposa se encarga de hacer la recepción de los equipos, los registra y proceden a hacer un chequeo gratuito para ver el estado. “Muchos de mis clientes llegan y me dicen ‘le he traído un enfermito’ y yo los reviso. Lo más importante para mí es que el músico esté feliz con la reparación, les aconsejo sobre lo que están haciendo bien o mal en el cuidado. A veces la gente nos cuestiona y no entiende eso de clínica, pero para nosotros los instrumentos tienen vida, son la continuación de nosotros”.

El tiempo de reparación es relativo, según cada caso, aunque oscila entre las dos y tres semanas. “A veces entran a quirófano, tienen un poco de recuperación y una vez que salen yo los pruebo para ver si están como para entregar, pero si tienen algún pequeño problema, vuelven a laboratorio porque algo no está bien hecho. Quiero que el cliente esté contento, yo le digo que si encuentra algún problema venga y nos diga porque los trabajos son garantizados”, enfatiza el propietario.

Como músico, comprende a plenitud lo importante de tener un buen resultado  y dar la mejor atención posible. “El instrumento musical es la continuación del músico. Yo pensé que si los instrumentos son la continuación del ser humano por qué no podemos darles ese valor, hacer una clínica para los instrumentos porque para nosotros tienen vida”, explica. 

Para complementar el servicio, si hay una clínica, también debe existir una ambulancia. Y en Santa Cecilia tienen el paquete completo. “Dije ‘si somos clínica, por qué no tenemos una ambulancia’, entonces diseñé la ambulancia, funcionó bastante bien. Hay gente que se sorprende”, cuenta. El motorizado va hasta la casa del cliente cuando lo requiere. 

Su esposa es una pieza clave en la empresa. Alarcón asegura que ella continuará con el legado cuando él no esté. Su sueño futuro es tener un hospital de instrumentos musicales, ampliar el espacio que tienen y seguir creciendo. Este santuario es único en el país. La creatividad e innovación en la manera de llevar el negocio son las claves del éxito. Los músicos tienen un espacio propio, íntimo y profesional donde pueden llevar a sus fieles compañeros, sus instrumentos. 

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