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  • Diario Digital | jueves, 28 de marzo de 2024
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Bullying y cyberbullying en Latinoamérica

Bullying y cyberbullying en Latinoamérica

En los últimos años, la preocupación social por las conductas violentas entre iguales (bullying y cyberbullying) ha aumentado en Latinoamérica. El bullying fue investigado por Dan Olweus quien considera que una persona está siendo intimidada por otro estudiante o grupo de estudiantes que se burlan de él o ella, se ríen, le ignoran, le excluyen, le golpean o le amenazan. Estas conductas ocurren frecuentemente, se mantienen en el tiempo y es difícil para la víctima defenderse por sí misma. De un tiempo a esta parte, ha surgido una nueva forma de acoso denominada cyberbullying, que consiste en utilizar las Tecnologías de la Información y la Comunicación (TIC), principalmente Internet, correo electrónico, mensajería instantánea y el teléfono móvil, o a través del uso de las redes sociales, para ejercer el acoso psicológico entre pares.

Según los datos extraídos del estudio de Garaigordobil, Mollo, Torrico y Larraín, los resultados aportan porcentajes de víctimas y agresores de bullying y cyberbullying en América Latina desde el 2005 al 2018, que evidencian una alta prevalencia de estos problemas, en varios países donde el fenómeno ha sido estudiado, por ejemplo, Colombia, México, Argentina, Brasil, Bolivia, Perú, Chile, Nicaragua, Venezuela, Panamá, Ecuador y Puerto Rico. La revisión ha evidenciado en bullying un rango de 4.6% y 50% de víctimas; y entre un 4% y 34.9% de agresores/as. Respecto al cyberbullying las prevalencias oscilan entre un 3.5% y 58% cibervíctimas; y entre un 2.5% y 32% de ciberagresores/as. Gran parte de los implicados son varones. El tipo de acoso más frecuente es el verbal, seguido del psicológico y el físico. Bolivia, Colombia y Brasil son los países donde existe mayor prevalencia de bullying y cyberbullying. 

Por lo tanto, estas modalidades de acoso entre iguales está latente en todos los contextos geográficos, culturales y educativos de Latinoamérica, tanto en niños, jóvenes y adolescentes. Además, las consecuencias son muy dañinas o perjudiciales, aunque los efectos más nocivos los sufren las víctimas, agresores/as y observadores/as ya que son los/as receptores/as de aprendizajes y hábitos negativos que influyen en su comportamiento. Se evidencian en las víctimas ansiedad, depresión, ideación suicida, suicidio, trastornos en el sueño, en la alimentación y dificultades en el aprendizaje. 

También ser agresor/a está asociado con bajo rendimiento académico, con consumo de alcohol y drogas, con el desarrollo de una personalidad sin empatía, cruel e insensible frente al dolor ajeno, con dificultades para cumplir las normas, para controlar la ira y la impulsividad. Estos comportamientos repercuten en problemas de adaptación personal y social en el transcurso de su vida. 

Por esta razón, existe la necesidad de seguir investigando este fenómeno, desde un enfoque experimental, explorando factores de protección y de riesgo, diseñando y evaluando protocolos y programas de prevención e intervención.

NOTA:  Para cualquier consulta o comentario, contactarse con Claudia Méndez Del Carpio, responsable de la columna, al correo [email protected]  o al  WhatsApp  62620609. Visítanos en Facebook como LECTURAS SUTILES