Anticuario El Relicario: entrar en el presente y disfrutar del pasado
El propietario busca convertir el espacio en un hotel con temática antigua. Alberga más de mil piezas, desde monedas de colección hasta figuras religiosas, entre las que destaca una imagen de la Virgen del Carmen de hace 200 años.

Abrir dos puertas grandes y macizas de madera y entrar en un espacio que es un mundo en sí mismo en el que los objetos cobran vida y cuentan historias propias, de años y personas por las que pasaron hasta ubicarse en El Relicario, un anticuario que, más que un depósito de piezas antiguas, es el santuario personal de Raúl Maldonado, un apasionado por el arte que heredó de sus padres la afición por coleccionar y que tiene el objetivo de convertir ese espacio en un hotel para otros fanáticos como él; eso es lo que el visitante encuentra en el interior.
Aunque parezca una casa más de la calle España y se confunda, a primera vista, con otras vecinas por la similitud del frontis, al ingresar se descubre un espacio lleno de objetos que captan la mirada, en forma desordenada, por su belleza y peculiaridad.
Desde camionetas de gran tamaño hasta monedas que se pueden sostener sobre la yema de un dedo son parte del ‘tesoro’ de Maldonado. En una primera visita es casi imposible conocer todos los objetos que están resguardados en esas cuatro paredes, una mirada veloz al panorama provoca hasta mareos por la gran cantidad de piezas, sin lugar fijo, que se distribuyen sobre mesas, repisas, mostradores o el mismo suelo.
La idea de crear el anticuario nació del deseo de Maldonado de regalarle algo especial a su esposa, hace ocho años. Empezó poco a poco, pieza por pieza que llegaba de las manos de personas que tenían el deseo de desprenderse de objetos que ya no utilizaban y que tienen un valor histórico.
Con las primeras reliquias que obtuvo, su pasión por coleccionar creció. Ya jubilado de su profesión de odontólogo y luego de haber vivido 30 años en Brasil, decidió retornar a Bolivia para quedarse, porque, según él, ‘adora’ su tierra. Y, paralelamente, encontró en el anticuario su espacio ideal para hacer lo que le gusta y generar ingresos para su familia.
Pero la afición por coleccionar cosas antiguas no era nueva para él. De hecho, es una de las mayores herencias que le dejó su familia y que él retomó como forma de reencontrarse con su pasión por el arte.
“Me convertí en un coleccionista porque, desde niño, mis papás también fueron anticuaristas. Por eso yo entendí y sé el valor de estos objetos”, cuenta Maldonado, de 75 años.
El coleccionista proviene de cuna quechua, vivió y creció en Bella Vista, una zona productora de flores de Quillacollo, hasta que se fue a estudiar a Brasil. Sin embargo, nunca olvidó ni se desconectó de su lugar de origen.
Cuenta que su mamá se dedicaba al trabajo de campo y la producción de cereales y verduras, y que, entre sus mayores herencias, está el idioma y el gusto por resguardar piezas antiguas.
Maldonado relata que su progenitora adquiría objetos a los que todavía les podía dar uso —como sillas, mesas o cuadros— y que le generaban alegría cuando los veía colgados en su casa.
Ese gusto por lo antiguo la motivó, junto con su esposo, a abrir el primer anticuario de Cochabamba, en la calle Colombia entre Junín y Hamiraya, en 1963.
El lugar no permaneció muchos años, pero sí sirvió para marcar la vida de Raúl y ser la base sobre la que cimentaría su gusto por el arte, que luego se solidificó gracias a su vivencia en otros países en los que fue descubriendo y aprendiendo más.
PIEZAS CON HISTORIA
El anticuario El Relicario fue formándose casi de forma autónoma. Pese a que Maldonado era un fanático desde pequeño, cuenta que las personas que pasaban por su casa lo buscaban para ofrecerle sus objetos más antiguos y preciados.
Con el tiempo aprendió a reconocer piezas con verdadero valor histórico. Junto con su esposa ya saben cuáles sí valen la pena ser adquiridas.
Entre pequeños y grandes, Maldonado posee más de mil objetos, cada uno único. Según comenta, sus piezas preferidas son los muebles y la platería.
Entre las cosas más antiguas que posee están un retablo de madera de hace unos 150 años, que llegó hasta su tienda de forma casual, y una Virgen del Carmen, de unos 200 años de antiguedad, aproximadamente.
Además de tener El Relicario como un trabajo, Maldonado tiene una pasión especial por el arte, la historia y los objetos de colección. Su casa, que está detrás del anticuario, es un pequeño museo con adornos, cuadros y detalles artísticos.
Entre los objetos que más le gustan de su colección personal está un cuadro que él mismo pinto en el que emula una obra de Diego Velázquez, que permanece en el Museo Nacional del Prado, pero con la característica de que le cambió el rostro del personaje y puso el suyo.
La pintura, que le tomó casi dos meses de trabajo, se luce en su comedor, y no es la única. De hecho, pintó cuadros para cada miembro de su familia, siempre inspirado en obras de grandes maestros del pincel. “Pinto cuando estoy inspirado, no lo hago por dinero, lo hago por hobby”, asegura Maldonado.
Este tipo de piezas adornan toda su casa, desde los cuadros más sencillos hasta los más preciados. Por ejemplo, descansa en una cama que trajo desde Europa, hecha de madera maciza, valuada en más de 3 mil dólares, aunque él es un defensor de que los objetos, a veces, valen más por lo emotivo que por lo material. “Es mi forma de vida”, dice.
La restauración es otra de sus habilidades. Aprendió este arte en Italia, durante los nueve meses que vivió allá; además de otros países de Europa que visitó. Tiene un “laboratorio” donde repara cada objeto que le llega y que no está en óptimas condiciones. Incluso, gracias a su talento, otras personas o instituciones religiosas lo buscan para que repare sus piezas.
De su estadía en Italia también rescata su estilo de pintura, que está presente en todas sus obras. Según dice, trata de reflejar todo lo que vio a través de su pincel.
UN HOTEL DE OTRO TIEMPO
El siguiente sueño de Maldonado es crear un hotel con todas las piezas antiguas que posee en su colección.
El espacio en el que está ubicado el anticuario tiene una característica colonial, lo que complementa la idea de este hotel temático. En el segundo piso de la casa hay disponibles 10 habitaciones que planea adaptar con camas de fierro, roperos de madera y otras piezas más.
“Quiero poner en la entrada ‘pase en el presente y siéntase como en el pasado’. La idea es que la gente entre al pasado, y eso me gusta mucho porque de esa manera podemos conocer nuestras raíces y saber qué es lo que han vivido nuestros antepasados”, describe Maldonado.
“Quiero reflejar una época de 200 a 300 años atrás, porque la casa ya tiene ese aspecto antiguo”, añade.
Además, con este proyecto tiene el deseo de impulsar el turismo en Cochabamba y crear un espacio en el que más personas se sientan a gusto.
La crisis que trajo consigo la pandemia también lo perjudicó y retrasó sus planes. “Lo hacemos con mucha dificultad porque no es como antes. Antes había más movimiento, ahora está completamente parado”, afirma.
Sin embargo, tiene la meta clara de hacer realidad su sueño y seguir dándole a las personas un lugar en el que se sientan en otro tiempo, palpen la historia y se conecten con el pasado.