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  • Diario Digital | sábado, 20 de abril de 2024
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Amor perruno: 16 canes conviven con Amparo y sus hijos

Una familia de cinco integrantes está al cuidado de más de una docena de canes. 

 

Amor perruno: 16 canes conviven con Amparo y sus hijos

El amor por los animales y la dedicación para criarlos son correspondidos por 16 perros que conviven con la familia de Amparo Fernández. Esta mujer, junto a su esposo e hijos tienen consigo a 11 canes machos y cinco hembras

Cada animal tiene su plato de comida, comparten los recipientes de agua y algunas camas que están distribuidas en los dos patios de la casa. También, poseen su carnet veterinario al día con sus vacunas y controles para cuidar su salud.

Todos tienen nombres, algunos más creativos que otros: Quesito, Pequeño, Negro, Toto, Sebastián, Lucas, Merlín, Horacio, Muchacho, Nena, Lala, Lola, Luna, Choca y Pequeña. La mayoría de ellos fueron recogidos de las calles. “Ellos son los más cariñosos” dice Amparo.

Para que estos animales puedan jugar y dispersarse cuentan con un espacio grande. Tienen la libertad de correr, pasear y relajarse.

La mayoría de los canes son de raza chapi y de tamaño pequeño. Solamente tres son los más grandes, un golden retreiver, un salchicha y una mestiza. La edad de otros tres, que son los más viejitos, es superior a los 15 años. El resto son adultos y el más joven tiene menos de un año.

ALIMENTACIÓN

Si tener una mascota es un presupuesto extra para la compra de comida, cocinar diariamente para 16 perros es todo un reto.

Amparo cuenta que cada día prepara dos ollas grandes de arrocillo cocido con menudencias de pollo. “Al mes llego a comprar dos quintales de arrocillo y dos veces a la semana 20 kilos de mollejas, hígados, cuellos y patas de pollo”, detalla.  

Pero, ¿cómo hacer que los perros no se disputen por la comida?. Según la propietaria, su hijo mayor los controla mientras comen, así no se quitan el alimento. “Cuidadito con moverse, no se quiten la comida”, les advierte cuando les dan su plato de sopa.

Los “abuelitos”, como los llama Amparo, tienen una dieta especial. Para ellos se prepara hígado de pollo frito con huevo, acompañado de leche. 

El resto come pan e incluso zanahoria y haba cruda. Eso sí, Fernández recalca que no les cocina con harina amarilla para cuidar la “salud de sus niños”.

Para mantenerlos bien hidratados, en diferentes puntos de la casa están los recipientes con agua limpia.

 CUIDADOS DE CADA PERRO

Cada uno de los animales es tratado y cuidado con mucho cariño por parte de esta familia. Reciben una buena alimentación, controles en sus vacunas y su aseo.

Amparo explica que al momento de bañar a sus mascotas, sus tres hijos preparan un trío de bañadores. En el primero los jabonan con un champú especial, los otros dos son para el enjuague. Luego los secan con toallas en desuso y los peinan. “Cada semana los bañan. En invierno los asean pasado un domingo, pero no lo hacen en el patio, sino en la ducha con agua tibia”.

Los perros también tienen un guardarropa, algunos de ellos más abrigados que otros. Esto depende del clima.

Para el cuidado de la casa y que no haya excremento por todo lado, la familia se asigna tareas compartidas. El padre y los hijos se hacen cargo de recoger las heces y de barrer el patio con agua reciclada.

La limpieza que se hace es constante, no solo de los perros, sino también del hogar. “En el día el patio lavamos por lo menos dos veces porque orinan mucho”, detalla la propietaria.

Con respecto a los controles veterinarios, los perros van de dos en dos. A veces, la hermana de Amparo les colabora con el traslado en su camioneta. 

“Cuando hay campañas de vacunación les pido a los brigadistas que vengan a mi casa para que les pongan la vacuna. Ya nos conocen y eso facilita que puedan ser atendidos”, manifiesta.

Por otro lado, para evitar que la llegada de más cachorros, las hembras son separadas del grupo cuando entran en celo.

Las perritas no fueron esterilizadas y así permanecen por temor de los dueños a que suban de peso y cambien de humor. Cada vez que entran en etapa de reproducción, son separadas del resto de los perros al patio de adelante mientras dure su estado.

LLEGADA DE LOS “NIÑOS Y NIÑAS”

Cuando llegaron a la casa de Amparo, cada perro lo hizo con una historia diferente. 

La propietaria cuenta que su primera mascota fue una de raza doberman. “Beba se llamaba. Unos delincuentes entraron a mi casa y envenenaron a mi perrita. Lloramos mucho en mi familia porque todo ocurrió después de la graduación de mi hijo mayor”.

Después de ese trágico momento, la familia de Amparo recibió a tres “abuelitos”, a quienes criaron desde que eran cachorros.

Uno de sus hijos llegó con una hembrita, a la cual habia rescatado. Ella fue la causante de la llegada de otros seis más. “Cuando tuvo a sus crías, quise regalarlas, pero mis hijos se opusieron. Según ellos, los cachorros no iban a ser bien tratados”, menciona.

El resto fueron adoptados en diferentes circunstancias. Por ejemplo, Merlín llegó a causa del abandono y maltrato de uno de sus vecinos. “Eran dos hermanitos que veían de la pared cuando mis perros ladraban. No les daban comida y mis hijos les invitaban. Un día mi hijo encontró al macho en la calle y al devolverlo a su dueño, este le dio una patada. Al verlo nuevamente, decidió meterlo a mi casa y desde entonces se quedó con nosotros. Después nos enteramos que mi vecino mató a la hermanita de mi Merlín”, cuenta Amparo.

Otro caso es del niño con las patitas chuecas, se llama Muchacho y fue recogido de Sumunpaya. “Se entró a la casa de un pariente y corría dando vueltas, no se sentaba. Al retornar se subió al auto con nosotros. 

Cuando fue al veterinario, nos dijo que había sido maltratado, por eso ocultaba sus patitas cuando corría y que estaban con serios daños. Ahora está bien cuidado”.

Los demás canes llegaron porque los hijos de Amparo los llevaban a su casa, alegando que los habían seguido o estaban temblando en las calles en plena lluvia.

En un futuro, Amparo descarta tener más perros en su casa porque ya no tienen espacio y solo queda esperar a que ellos envejezcan. Además a toda la familia le duele cuando alguno de ellos muere. Incluso les hacen algún tipo de funeral cuando llega el momento.

LA VIDA SIN SUS MASCOTAS

Cada perro es tratado con mucho cariño y eso es recíproco. Según la dueña cada uno de sus niños es agradecido. Especialmente aquellos que fueron rescatados. Esta situación lo hizo notar su veterinario, quien le dijo que la mirada de cada animal es de agradecimiento y amor.

Amparo considera que su vida no sería la misma sin sus perritos. “Cuando llego a casa me hacen un alborto. Todos vienen y me abrazan, quieren que les dé cariño”, asegura.

Algunos de ellos son recelosos entre sí, pero no se lastiman, no pelean.

El hogar de esta familia no sería igual. Los padres e hijos son amantes de las mascotas y eso se refleja en el buen trato que dan a los animales. A un principio no sabían como mantener una casa con tantos perros, ahora no conciben estar sin alguno de ellos.