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  • Diario Digital | jueves, 28 de marzo de 2024
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Adrián Ávila, el intensivista alteño que recorrió Bolivia para salvar vidas

En la etapa más crítica, fue a socorrer a Beni y Santa Cruz. Fue elegido  miembro de la Federación Panamericana de Medicina Crítica y Terapia Intensiva. 
Adrián Ávila, el intensivista alteño que recorrió Bolivia para salvar vidas

En varias ocasiones se quebró ante un panorama oscuro que parecía no tener una salida. Pero, como aprendió bien de su madre, rendirse nunca fue una opción. Pese a estar en alto riesgo, eso no mitigó su vocación de servicio.

Adrián Ávila Hilari es el actual presidente de la Sociedad Boliviana de Medicina Crítica y Terapia Intensiva. Su gestión comenzó en 2018 y concluye este año, cuando la pandemia de la COVID-19 azota con fuerza a todo el mundo.

Como autoridad médica, el alteño asumió el compromiso hasta la raíz. En el momento más álgido de la enfermedad viajó hasta Santa Cruz y Beni para socorrer a los pacientes críticos. Esa entrega lo llevó a contraer el virus y ahora considera que tiene una segunda oportunidad de vida. Lejos de mermar su trabajo, su sueño de conseguir un sistema de salud público equitativo y de alto nivel lo mantiene fortalecido.

Justamente en su afán de seguir aportando a los estudios científicos, presentó su postulación para ser parte de la Federación Panamericana de Medicina Crítica y Terapia Intensiva —una de las más grandes nivel mundial— y fue elegido parte del consejo; el primer boliviano en obtener ese logro.

ENFRENTAR AL VIRUS COMO MÉDICO Y PACIENTE

Desde que surgieron los primeros casos de COVID-19 en Sudamérica, Ávila comenzó a alertar que Bolivia no estaba lista para recibir una enfermedad de esta magnitud. Asimismo, también fue uno de los primeros en denunciar que los AMBUS que adquirió el Gobierno actual no eran los adecuados. “Siempre hemos sido muy críticos solo con la finalidad de mejorar”, dice.

A través de las redes sociales y los medios de comunicación, fue difundiendo el colapso de los hospitales y la falta de insumos médicos y personal para atener la emergencia. Cuenta que recibió muchos pedidos de ayuda; muchas veces no sabía qué hacer. Por eso, cuando el coronavirus golpeó con fuerza a Santa Cruz y Beni, no dudo en ir hasta el lugar y atender en persona a los pacientes que necesitaban ayuda.

“No solo tengo que hablar, también tenía que actuar. Fue muy complicado para mi familia porque me decían que daba mucho por las personas y que nunca iban a valorar lo que hacía. Pero, mi madre siempre me ha inculcado valores de que todo lo uno hace, se triplica”.

Primero llegó a Santa Cruz y luego pasó a Trinidad. “Era catastrófico, no había intensivistas”, asegura. Cuando volvió a La Paz, donde reside, se dedicó a dar a conocer la realidad que vivían en la parte oriental para que la gente pueda ayudar.

Su compromiso con su profesión hizo que deje, en varias ocasiones, a sus hijos pequeños y su esposa. Una decisión difícil que tuvo que asumir para lograr un cambio. “Todos los días me llamaban llorando para que vuelva y para que me cuide mucho. Pero yo estaba muy consciente de todo lo que hacía. No podía ver de palco cuando la gente estaba muriendo, más aún porque yo soy especialista”, enfatiza.

A principios de junio recibió la solicitud de la actriz Carla Ortiz, a través de su fundación, para que pueda volver a Beni a capacitar a los médicos ya que allá no contaban con intensivistas. “Si Trinidad tenía un panorama triste, Guayaramerín era desolador”, indica sobre la provincia a la que llegó.

Poco después de su vuelta se encontró con la mala noticia: era positivo a COVID-19. Ávila asegura que su contagio se produjo ya en La Paz porque estaban en la fase comunitaria. Pero, además, su esposa y sus dos hijos también adquirieron la enfermedad.

Pasó de atender pacientes en los lugares más críticos del país, a ser uno de ellos y vivir en carne propia la falta de atención y las carencias del sistema médico. Su salud se complicó rápidamente. “Yo conozco la  realidad, una vez que te complicas en los pulmones, puedes entrar a terapia intensiva y puede ser un viaje sin retorno, como muchos. He sufrido lo mismo que cualquier otro boliviano que accede al sistema público”, relata.

Decidió hacer el tratamiento en su casa, donde se mantuvo en observación constante con oxigeno y un monitor. Poco a poco fue mejorando y pudo vencer al virus luego de 14 días de lucha. “Me llamaban amigos o colegas y me decían que sus papás se estaban muriendo porque todo estaba colapsado. Sentía mucha impotencia. El sistema de salud es muy precario. Es un slogan cuando dicen que es gratis porque cuando van a recoger los medicamentos no pueden tener ni el 40%”, aservera.

Pese a ser un hombre de ciencia, cree en Dios y siente que la fe jugó un rol importante en su recuperación.

VENCER DIFICULTADES

Desde que era niño, Ávila sabía que para superarse tenía que atreverse a romper las barreras.

Es hijo de Juan Ávila y Gregoria Hilari, y el segundo de cinco hermanos. Nació y creció en El Alto luego de que sus padres migraran desde la provincia Camacho. La educación para sus progenitores fue complicada. Con mucho orgullo, Adrián cuenta que su madre se graduó de bachiller a los 61 años, lo que considera un ejemplo de perserverancia.

Los padres de Adrián durante
la graduación de Gregoria Hilari.

Su inclinación por la carrera de Medicina surgió a raíz de una enfermedad que enfrentó doña Gregoria y que le demostró lo difícil que es acceder a un hospital. “Cuando uno carece de muchas cosas, y más aún cuando no tiene los recursos, es muy complicado acceder al sistema de salud”.

De ese modo ingresó a la Universidad Mayor de San Andrés y se tituló como médico cirujano, hace 18 años. Luego, hizo su especialidad en Terapia Intensiva y Medicina Crítica, algo poco usual, considerando que, incluso, actualmente solo hay 230 en todo el país.  

“Antes había mucha discriminación. Mi madre es de pollera, mis padres de provincia. Era complicado insertarse a un ámbito diferente”, afirma.

Poco a poco comenzó a ver las injusticias y, lejos de aminalarse, se comprometió más. Siempre estaba en la primera línea de protesta para exigir los derechos de sus colegas y suyos.  

Ávila conoce de cerca la situación médica en Bolivia. “Yo soy el único de mi familia que tiene seguro, el resto no. Si es que ellos se enferman van a ir al sistema público y las condiciones son realmente tristes. Entonces hay que cambiar, a todos nos puede tocar esto”, afirma.

Su arduo trabajo le valió el reconocimiento de sus colegas. De esa forma se convirtió en uno de los médicos más jóvenes en asumir la presidencia de la Sociedad de Medicina Crítica y Terapia Intensiva.

Y, bajo el mismo impetú, en diciembre será posesionado como miembro del consejo de la Federación Panamericana de Medicina Crítica y Terapía Intensiva, que engloba estados de Sudamérica, Norteamérica y Europa. Ningún boliviano había optado por ser parte de esta organización, hasta ahora. “No podemos seguir yendo atrás. No les podemos dar pena. Tenemos que demostrar nuestra capacidad, el boliviano la tiene”, dice.

Su inspiración y soporte es su familia. Le gusta jugar fútbol y es hincha de The Strongest. Está casado con Rosario Mendoza, con quien tiene dos hijos, Adriana de nueve años y Ricardo de cuatro. “Ellos son mi fortaleza. Los miro y  pienso que ellos son el futuro del país. Por eso, es mi obligación darles mejores condiciones”, finaliza.

El médico junto a su hija Adriana.