Opinión Bolivia

  • Diario Digital | miércoles, 24 de abril de 2024
  • Actualizado 20:43

Abuso sexual masculino, el delito tabú durante las guerras

Estudios demuestran que al menos el 50% de hombres que combatió en la guerra de Yugoslavia fue víctima de  violencia sexual. 

Abuso sexual masculino, el delito tabú durante las guerras. GETTYIMAGES
Abuso sexual masculino, el delito tabú durante las guerras. GETTYIMAGES
Abuso sexual masculino, el delito tabú durante las guerras

“La violación de hombres ha ocurrido, de cierta manera, en todos los enfrentamientos armados del mundo a lo largo de la historia", dice el científico social Thomas Osorio.

Osorio es investigador de derechos humanos en la Organización de las Naciones Unidas (ONU) y afirma que una certeza en la guerra, entre tantas interrogantes abiertas en un escenario así, es que tanto hombres como mujeres son víctimas de delitos sexuales. 

Sin embargo, el asunto sigue siendo un tabú, incluso en el mundo académico y en los organismos que trabajan con el tema, como la propia ONU y los tribunales de guerra.

Hay reticencia a aceptar la realidad, pero es importante no solo reconocer que el abuso sexual masculino existe, sino también nombrar el problema como tal, sostiene el investigador, porque ignorarlo significa desatender a las víctimas y permitir que la brutalidad continúe.

Osorio conoció el tema por primera vez en 1993, durante las investigaciones que realizó con motivo del conflicto armado en la antigua Yugoslavia.  Desde entonces, ha entrevistado a decenas de víctimas masculinas de las guerras de los Balcanes.

"Una vez que se toman prisioneros, comienza la espiral de crueldad que progresa hacia la violación o innumerables formas de tortura física y psicológica utilizando el sexo como arma, ya sea a través de la humillación, la flagelación genital, la penetración de objetos, el incesto forzado, la castración e incluso la esterilización", explica Osorio, quien aporta su trabajo a la investigación sobre violencia sexual en conflictos de la Universidad de Lovaina, en Bélgica.

La investigadora Janine Natalya Clark, de la Universidad de Birmingham, en Reino Unido, dice que la violencia sexual contra los hombres es un arma en conflicto porque sacude profundamente al enemigo al atacar el núcleo de su masculinidad.

El objetivo, como en todas las batallas, es deshumanizar al hombre y despojarlo de su orgullo con la humillación, castigar al oponente y obtener información a través de la tortura para controlar territorios y recursos.

EN LA GUERRA, NO HAY PAÍS "BONITO"

Osorio sostiene que la mayoría de los abusadores en Bosnia Herzegovina y Croacia eran policías     activos o de reserva, que se convirtieron en soldados y vieron a los prisioneros de guerra como traidores de su patria.

Su investigación muestra que, durante el conflicto armado en la antigua Yugoslavia, más del 50% de los detenidos sufrieron tortura sexual, incluido el 80% de los hombres en los campos de prisioneros.

Según la investigadora Valorie K. Vojdik, de la Universidad de Tennessee, en Estados Unidos, en los territorios del este del Congo el 20.3% de los hombres declararon haber sido mantenidos como esclavos sexuales por sus enemigos durante la guerra que asoló el país entre 1998 y 2003.

En el caso de la guerra de Irak, por ejemplo, los combatientes recluidos en la prisión de Abu Ghraib fueron obligados a estar desnudos y con la cabeza cubierta junto a perros. "Un rasgo cultural es que la gente de ese país le tiene mucho miedo a estos animales y eso para ellos era aterrador", explica Osorio.

Un informe de la Agencia de las Naciones Unidas para los Refugiados (ACNUR) de 2017 expuso que entre el 19.5% y el 27% de los hombres en el Kurdistán iraquí, Jordania y Líbano dijeron haber sufrido violencia sexual.

Sin mencionar los informes de refugiados de guerras que actualmente se encuentran en campamentos y tienen que lidiar con este  horror.

Un joven, que fue secuestrado y detenido en medio de la guerra civil en Sri Lanka (1983-2009), le contó a la investigadora Heleen Touquet cómo fue abusado por varios hombres al mismo tiempo.

UN EFECTO DEVASTADOR

Osorio no olvida los horrores que ha escuchado. Comparte el caso de un hombre detenido durante el conflicto de Bosnia que fue obligado a cometer incesto con su hijo.

El trauma fue tan grande que nunca más se volvieron a ver y el niño se convirtió en refugiado. No hubo posibilidad de contacto, ni siquiera cerca de la muerte del padre, muchos años después.

"Nunca subestimes el severo daño que este tipo de mal puede causarles a las familias. Un padre y un hijo pueden sobrevivir la guerra, pero quizás nunca superen la humillación y la vergüenza", agrega.

Las consecuencias psicológicas incluyen pérdida de la función sexual, infertilidad, ansiedad y depresión. Además de las secuelas extremas y la deshumanización de la víctima, la práctica aún genera estigma.

Según el experto, el frecuente silencio sobre el asunto solo agudiza el trauma sufrido y abre el camino para que las víctimas se conviertan en perpetradoras de la violencia.

"Es importante hablar sobre lo que pasó. Volver al pasado significa remodelar el presente y el futuro".

Existe un círculo vicioso en torno a esta brutalidad, según el estudio del Proyecto Internacional Verdad y Justicia, liderado por Touquet.

La negativa de los gobiernos a enfrentar el problema genera una cultura de impunidad, que contribuye al silencio de los sobrevivientes y, en consecuencia, conduce a una documentación insuficiente.

El resultado es la falta de espacios seguros para abordar el tema y la falta de medidas para combatir esta violencia. Muchas de las víctimas no quieren hablar de eso, dice Osorio.

"En mi investigación, me puse en contacto con uno de mis entrevistados de hace 30 años para saber cómo manejó el tema en ese momento. Quedamos en una pizzería, pero no pudo entrar a hablar conmigo. Nunca olvidaré verlo caminar por la plaza sin coraje".

DESHONOR Y ESTIGMA

"Ni siquiera mi familia puede saber sobre la   violación que sufrí. Si se enteran, seré excluido de mi comunidad", le dijo un hombre que sufrió violencia sexual en Sri Lanka a Heleen Touquet.

La violencia sexual contra los hombres es un tabú expresado en varios ámbitos. Las víctimas temen el juicio de la comunidad y enfrentan el temor de ser vistas como homosexuales. "A la mayoría incluso los médicos les aconsejan que no informen de lo que pasó", afirma Osorio.

El estigma de la homosexualidad está presente, principalmente, porque, en muchas de estas culturas, está prohibido tener una orientación sexual distinta a la heterosexual. De esta manera, las víctimas incluso estarían en peligro si hablaran sobre el asunto, otra razón más para no denunciar lo sucedido.

Aunque los hombres promueven la agresión y la humillación contra los enemigos masculinos, la práctica no tiene nada que ver con la orientación sexual.

"La mayoría no son homosexuales enclaustrados, aprovechando la situación de conflicto para abusar, aunque es común que las personas pongan en práctica deseos reprimidos en este tipo de oportunidades", explica Osorio.

La agresión también está virtualmente desacreditada. "En la narrativa sobre la masculi-nidad, no es posible violar a un hombre", explica Osorio. "Las víctimas también temen a la policía, a la que consideran homofóbica. Por estas razones, los abusos contra los hombres no se denuncian mucho y son en gran medida invisibles".

Janine Natalya Clark afirma en su estudio que la violación "es el acto más puro mediante el cual un hombre le demuestra a una mujer que la está dominando con su fuerza y poder superiores".

Valorie K. Vojdik agrega: "La violencia sexual contra los hombres en un conflicto no es una aberración aislada, sino un medio de dominación que tiene que ver con la supremacía y el poder, al igual que para las mujeres. La violación de los hombres da poder al oponente, mientras feminiza y conquista a la víctima".

'SUPREMACÍA MASCULINA'

Los expertos señalan que gran parte de este abuso tiene lugar en los centros de detención y, a menudo, se denomina imprecisamente 'tortura', otra razón por la cual las estadísticas no reflejan la realidad.

En algunos países, la ley ni siquiera reconoce la práctica como delito. Osorio cita, por ejemplo, que la Corte Constitucional de Sudáfrica amplió, en 2007, la definición de violación anal para mujeres, pero no para hombres.

Según Clark, un informe de la OMS de 2007 se centra exclusivamente en las víctimas mujeres. "Y el hecho es que son invisibles hasta en la medicina. Los tratamientos, cuando existen, son menos efectivos porque se basan en el universo femenino", explica Osorio.

Clark argumenta que una mayor conciencia sobre la existencia de víctimas masculinas sería fundamental para, además de reconocer el problema, promover la justicia y el cambio.

Osorio argumenta que, como es imposible borrar los crímenes, no se puede silenciar a las víctimas. "La solución es hablar del dolor", concluye.