Cannabis contra VIH: Bolivia prueba los beneficios medicinales en personas que viven con el virus
El estudio CannaVIH, llevado adelante por el IpDH, reúne las experiencias de pacientes que viven con VIH y que cuentan los beneficios y dificultades del uso de la cannabis medicinal en el país.

Nathalia, Darwin, David, Manuel y Joaquín viven en diferentes partes de Bolivia y tienen orígenes diversos. Se dedican a actividades distintas y cada uno tiene una historia particular. Sin embargo, comparten muchas cosas: todos son portadores del Virus de Inmunodeficiencia Humana (VIH), consumen cannabis medicinal y son indetectables; es decir, su carga viral es tan baja que ya no transmiten el virus vía sexual. Los cinco también son parte de la investigación CannaVIH, el primer estudio exploratorio sobre el uso de cannabis medicinal en personas que viven con VIH en el país.
El objetivo de esta investigación es conocer cuál es la situación de las personas VIH positivo que emplean este producto para aliviar diferentes problemas, como el insomnio, la depresión, la ansiedad o los ataques de nervios.
La cannabis tiene dos principales compuestos: el THC —que tiene efectos estimulantes en el cuerpo humano y que es la sustancia más psicoactiva de la planta— y el CBD —que deprime el sistema nervioso y se le atribuyen más efectos beneficiosos para la salud—. Estudios demuestran que el cuerpo humano tiene receptores cannabinoides, gracias a los cuales es posible que el sistema nervioso reaccione a los efectos positivos.
“Hoy en día la planta de cannabis es más conocida por sus efectos psicoactivos por los cuales el uso y el tráfico sigue siendo ilegal en la mayoría de los países en el mundo. Pero también se reconoce más y más sus efectos positivos para diferentes enfermedades físicas y mentales, particularmente se han atribuido a la planta efectos antieméticos, antiinflamatorios, antitumorales y analgésicos basándose en diversos estudios”, describe la investigación.

UN TEMA TABÚ
El facilitador y asistente de investigación del Instituto para el Desarrollo Humano (IpDH), Harold Mendoza, fue quien motivó el estudio luego de escuchar la historia de la primera mujer que dio a conocer su diagnóstico con VIH en Argentina, en la década de los 80. Ella cuenta que atravesó la etapa más dura del VIH-SIDA cuando recién se sabía qué era y había mucha desinformación; también sobrevivió los primeros tratamientos que tenían más efectos secundarios que beneficios y, en los últimos años, luego de la legalización de la marihuana en Argentina, pudo dedicarse al cultivo de plantines de cannabis y sus derivados y se convirtió en una oportunidad económica.
“Ella narra cómo en toda su historia, de casi 40 años de diagnóstico, el cannabis le ha acompañado (…) Cuenta cómo la marihuana le da sentido a su vida, en su salud, en lo social y en lo económico”, describe Mendoza.
Esta fue la base de Mendoza para iniciar la investigación en Bolivia. A él se sumó Mariella Hummel, quien llegó desde Austria a realizar una pasantía de posgrado de Trabajo Social en el IpDH. Fue de esa manera que juntos buscaron entre los pacientes que recibe el IpDH y otros externos que querían contar sus historias.
“Al ser ilegal en Bolivia, es un tema muy tabú. Hay muchas personas que lo usan, pero que nunca lo van a aceptar por temor”, cuenta Mendoza.
Esto conflictuó el inicio del estudio. Sin embargo, a través de las mismas redes de contacto, consiguieron personas de diferentes partes de Bolivia que querían dar su testimonio. La muestra de cinco pacientes incluye un migrante venezolano, dos originarios de La Paz, uno de Santa Cruz y uno de Cochabamba.
Hummel, como investigadora principal, y Mendoza, como asistente de investigación, se encargaron de llevar adelante el estudio recolectando los testimonios de los pacientes y la postura del médico Jhemel Garay, especialista en ITS y atención a diversidades sexuales, y de Jorge Castañares, abogado, activista en temática de drogas y miembro de la Red Latinoamericana y del Caribe de Personas que Usan Drogas (Lanpud).

EL PRIMER IMPACTO
Mendoza explica que hay varios momentos importantes en la historia de una persona que vive con VIH, como la primera vez que recibe su diagnóstico o cuando comienza el tratamiento antirretroviral. Por eso investigaron qué participación tuvo la cannabis medicinal en cada una de estas etapas.
El estudio mostró que los cinco pacientes ya conocían la marihuana, habían fumado de forma recreativa antes. Sin embargo, a partir de recibir su diagnóstico enfrentaron un trauma psicológico y males físicos que los llevaron a incursionar en el uso de cannabis medicinal.
El médico Garay explica que, si bien no hay investigaciones grandes, sí experiencia clínica que prueba que la cannabis medicinal ayuda en enfermedades como la fibromialgia, la esclerosis múltiple, el síndrome de Tourette, crisis convulsivas y otras enfermedades neurológicas. También se utiliza con enfermedades mentales como la ansiedad o la depresión.
“Hay literatura que describe el uso de cannabis en pacientes con VIH para aumentar el apetito y disminuir el dolor de la polineuropatía distal (trastorno neurológico que produce dolores y sensaciones extrañas similares a los síntomas de pacientes diabéticos) y también para sobrellevar mejor su diagnóstico y sentirse más tranquilos”, afirma Garay.
Nathalia (nombre cambiado al igual que del resto de los pacientes), de 36 años, cuenta que, luego de empezar su tratamiento de VIH, incrementó sus niveles de ansiedad, insomnio y estrés, y tuvo alucinaciones. Además, atravesó por una crisis de depresión a causa del diagnóstico.
Si bien ya conocía el uso de la cannabis de forma recreativa, incrementó su consumo de manera medicinal desde 2018, lo que le ayudó a combatir los males propios del virus.
Algo similar atravesó David (27 años) cuando recibió su diagnóstico de VIH hace tres años. Los primeros meses con el tratamiento le provocaron náuseas y malestares en el estómago, además de depresión. Esto lo motivó a usar cannabis medicinal. Cuenta que sintió los efectos positivos rápidamente, como el aumento de apetito y el alivio de dolores de artritis. “[…] si tengo esta ayudita (cannabis) que me va despejar y me va hacer dejar de llorar, pues la voy a usar. Y así fue como prácticamente sobrellevé la depresión”, confiesa.
Con el tiempo fue aprendiendo más acerca de la planta y así extraer las propiedades benéficas. David comenta que sabe preparar diferentes derivados de la cannabis medicinal, como manteca, aceite, alcohol y postres comestibles, que también vende a quienes lo necesitan.
Al ser ilegal en el país, las fuentes de información son mínimas. Dice que aprendió a través de internet sobre la producción de derivados y el cultivo.
“Yo creo que puede ayudar a beneficiar a muchas otras personas con artritis, reumatismo (…) Es muy bueno para tratar esos dolores como analgésico, desinflamatorio y demás”, relata.
Asimismo, su mamá usa alcohol de cannabis para el reumatismo y su hermana toma gotas de THC para tratar la epilepsia y la ansiedad, aunque no siempre pueden acceder al aceite porque es muy costoso.
Por su parte, Joaquín (35 años) también relata que sintió efectos positivos en su salud cuando comenzó a usar cannabis medicinal. “Puede haber ayudado en el hecho de subir un poco mis defensas, porque sí hubo un año en el que mis defensas estaban súper bajas. (…) luego me doy cuenta que van subiendo, y es la época en la que estoy empezando a fumar en las noches, a sentirme un poco más tranquilo, ya no andar tan agobiado”, indica.
Después del primer impacto comienza el proceso de adherencia al tratamiento con antirretrovirales. Hasta llegar a esta etapa pueden presentarse diferentes efectos en el cuerpo, tanto a nivel físico como mental, dice Harold Mendoza.
El objetivo principal de iniciar el tratamiento es que la persona sea indetectable. “Significa, básicamente, que el laboratorio no encuentra el virus, pero como no hay cura, se supone que sigue ahí. Es tan poca cantidad que no solamente es indetectable, sino que el más grande logro en la ciencia del VIH es que no se puede transmitir vía sexual”, explica Mendoza.
Los cinco pacientes usaron cannabis medicinal durante diferentes etapas del VIH y actualmente son indetectables.
Otro de ellos es Darwin (23), quien probó la cannabis medicinal durante la cuarentena de la COVID-19 para tratar sus malestares y acompañar a su pareja, que tiene ansiedad y también la usa con fines médicos. Emplea aceite y alcohol para heridas o picaduras.
Mendoza afirma que los estudios que se realizan en el mundo enfocados en personas que viven con VIH se hacen especialmente en hombres, por lo que se sabe menos acerca de los efectos que produce el virus y tratamiento en las mujeres.
Uno de los hallazgos más particulares de la investigación es que la cannabis medicinal también puede ayudar con la libido de las mujeres. Esto se descubrió a partir del testimonio de Nathalia, quien contó que luego de empezar el tratamiento con antirretrovirales sintió una disminución importante en su deseo sexual. “Era como que estaba bloqueada. Entonces una de las razones para utilizar cannabis era sentir otra vez esa atracción”, dice.

BARRERAS Y DIFICULTADES
Mendoza explica que la principal dificultad que enfrentan los usuarios de cannabis es la ilegalidad. Esto imposibilita que encuentren un producto de buena calidad, así el acceso se da por “prueba y error”, de forma empírica y están expuestos a los peligros del mercado negro.
Otro problema es que, debido al estigma, las personas no pueden hablar abiertamente con su médico de base sobre este tema.
El médico Garay sostiene que es importante examinar el caso de cada paciente en concreto para determinar qué es lo mejor para su salud. Pero, al ser ilegal, no puede recetar el uso de cannabis medicinal.
“La situación legal es muy difícil para los usuarios de cannabis medicinal. Hay casos en que se pude importar el aceite de cannabis de forma legal, pero el camino es muy largo para conseguirlo, demanda mucha burocracia, mucho dinero y tiempo, y la duración del permiso de la importación es muy corta”, afirma Garay.
Por su parte, el representante del colectivo Lanpud, Jorge Castañares, afirma que es importante tratar este tema como un asunto de salud pública. “Hubo intentos de cambiar la ley a favor del cannabis medicinal, pero siempre había mucho desacuerdo en la temática. El conjunto de casos similares en que se ha permitido la importación del aceite de cannabis puede establecer una base de solicitudes que podría llegar hasta a la Corte Suprema, donde se puede luchar por una regulación del cannabis medicinal”, explica.
Debido a esto, Mendoza asegura que este primer estudio exploratorio puede aportar datos para analizar la legalización de la cannabis medicinal en Bolivia. Se busca aumentar la población de estudio y la información recolectada.
“Hemos encontrado que (los pacientes) tenían muchas ganas de hablar. Y, por otro lado, tenían muchas preguntas. Tienen la necesidad de aclarar algunas dudas”, sostiene.
Como prueba de ello, Manuel (28 años) cuenta que algunas personas le pidieron consejos sobre el uso de cannabis para sus familiares que tienen diferentes problemas de salud. La vergüenza era el primer sentimiento que pudo identificar.
“Es un buen momento para liberarse de prejuicios y estigmas del cannabis medicinal para tener más posibilidades terapeúticas. Recomendamos a las autoridades y personal de salud a informarse sobre la utilización de cannabis medicinal que ya existe en la población, sus beneficios del consumo y las barreras que existen para quienes la usan”, sostiene el director del IpDH, Édgar Valdez.
Aunque no existen estudios científicos en Bolivia respecto al uso medicinal de cannabis en personas que viven con VIH, es cada vez más común que aquellos que tienen esta u otras enfermedades acudan al producto, sobre todo, en el mercado negro. Pese a que esta vía informal entraña peligros para los consumidores, no rehúyen de arriesgarse si se trata de buscar una mejor condición de vida.
“Me ha sensibilizado entender que hay gente que necesita el cannabis para paliar las dolencias. Y que esa realidad está muy presente en nuestro país, donde el acceso a la salud es complicado tanto por un tema de dinero y también por el tema de distancias. Hay sectores marginados de la población que necesitan cannabis medicinal", sentencia David.
