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  • Diario Digital | viernes, 19 de abril de 2024
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El verdadero 'virus': SARS-CoV-2 y la memética

Un breve ensayo sobre las interpretaciones filosóficas que viene detonando el coronavirus y su relación con los memes, que son tanto o más pandémicos que sus parientes víricos.
 
El verdadero 'virus': SARS-CoV-2 y la memética

¡Alto! ¡Peligro! Hay un virus en este texto. Para evitar contagiarse, léalo con calma y mente abierta. Ojo: mientras más se resista, este se arraigará más, y usted no volverá a ver el mundo igual. Es un virus de la mente. Por ello, arrímese al texto con simpatía hipotética. Créale para entenderlo momentáneamente; después olvídelo. Si puede.

¿Cuál es el verdadero virus?, se pregunta el mundo. Por un lado, G. Agamben dice que el coronavirus es una invención mediática ―que reemplaza al tópico del terrorismo― para normalizar el estado de excepción en Occidente en nombre de la salud pública. Por otro lado, los religiosos claman por el perdón divino en busca de salvación; Dios mismo estaría castigando a su creación, dándole la oportunidad de aprender o sufrir en silencio para probar su fe. Exceso de realismo o de imaginación: nada aportan.

Byung-Chul Han, por su parte, considera que el paradigma político de Asia ―fundado en el control, la disciplina cívica, el Big Data y el autoritarismo de Estado― puede ganar fuerza a raíz de esta pandemia, si se emplea como teoría del shock, coartando la libertad ciudadana. Buen análisis, pero nada nos dice sobre el verdadero virus. En realidad, tres respuestas compiten entre sí: el SARS-CoV-2, el humano y el sistema capitalista.

La más sobria: el SARS-CoV-2 es fruto de la selección natural. Aleatoria, sin propósito ni sentido. Hubo otros coronavirus antes y probablemente habrá más en el futuro. El actual es una mutación más. El gran problema: la capacidad inaudita de expandirse. Y el pánico asociado a la velocidad de contagio despierta sueños apocalípticos. Desde que vivimos en ciudades, gracias a la domesticación animal, experimentamos numerosas zoonosis Mientras mayor la aglomeración, y el contacto inter-cultural, mejor el caldo de cultivo para estos micro-organismos. La adaptación de estos virus al hombre y viceversa fue costosa al principio, pero paulatinamente menos dramática. Como lo será ahora con el SARS-CoV-2. Al final, los virus no pueden matar a sus huéspedes. Se extinguirían también. La globalización nos conectó a tal punto con un virus puede recorrer el mundo en menos de un año e infectar a buena parte de nuestra especie.

El hombre es un virus para la Tierra, y esta, a través del Covid-19, se defiende y se limpia [como en Nausicaä de H. Miyazaki]. Los animales retoman su espacio y la polución ambiental cesa. De una forma ya no maltusiana, esta visión justifica y agradece las pérdidas humanas. Fumar es bueno porque mata personas, diría un eco-fascista. Otra versión asegura que los chinos crearon el virus, y que ellos deberían pagar. Entonces, la discriminación y el racismo afloran por doquier.

El virus no es el humano per se, sino su comportamiento depredador y destructivo, cual si fuera un “asesino ecológico en serie” (Y. N. Harari). Pero Slavoj Žižek va más lejos e identifica este comportamiento con el capitalismo, y proclama: ¡Comunismo global ―lo único racional― o barbarie! El capitalismo, que intensifica la ley del más apto, es el verdadero virus. Y los que se tragan su tecno-optimismo ―que justifica el progreso en desmedro de la naturaleza― son simples alienados que secretamente buscan escapar de la Tierra y vivir en el espacio.

Aunque la opción 3 es más coherente que la 2 ―que encubre maltusianismo con pachamamismo―, ninguna acierta en distinguir al verdadero virus, además del 1. El coronavirus SARS-CoV-2 es un virus real que usa a los humanos como huéspedes; pero no el único. Los humanos no son virus [no necesitan huésped] pero se comportan como tal. Depredan y extinguen todo a su paso. ¡Con razón el agente Smith [en The Matrix] creía que los humanos somos una enfermedad de la Tierra, y las máquinas, la cura!

Efectivamente, el hombre está enfermo, pero no sólo de CoVid-19. Frente a la pregunta que se hace el mundo, respondo:

Para la memética, la cultura es como La Matrix: es un sistema hecho de partículas de información, de memes. Cada meme es como un gen: una unidad de información replicable, que produce efectos fenotípicos en el ambiente. Su fundador, R. Dawkins, llamó esto “darwinismo universal”. Sin embargo, los memes estarían aún en su etapa larvaria. No podrían demostrar todo su poder evolutivo, aunque la religión y la filosofía son ejemplos magníficos.

Son los memes el virus, y nosotros, los huéspedes. El lenguaje es el propagador. Y el cerebro, su hogar. Toda la programación de nuestra mente ―el software― produce comportamientos y hábitos peculiares. El homínido no era un “asesino ecológico en serie” antes de infectarse con los memes. Ellos hicieron el cerebro más grande a medida que éste seleccionaba mejor los memes. Por eso demandan la mayor cantidad de energía de nuestro cuerpo, incluso dormidos. Así, el cerebro es una máquina productora de memes. Y la cultura los almacena y reproduce.

La técnica y la ciencia serían efectos fenotípicos destinados a promover las redes humanas sobre las que se asentarían los memes, desembocando en la globalización. Una vez consolidada su propia dimensión, independiente de nuestro hardware, el siguiente paso evolutivo sería deshacerse de nosotros. ¿Cómo? A través de memes que alienten la auto-destrucción del humano, sea en nombre de Dios o de la Naturaleza. Entonces, vivirían solos en la web auto-replicándose, sin cerebros ni computadoras. Aunque esta interpretación es hipotética, no contradice la versión más sobria que dimos sobre el CoVid-19, la evolutiva.

Los memes y los genes, a un principio, evolucionaron juntos. Hicieron que extingamos a todos nuestros parientes homínidos primero. Luego, nos enseñaron la agricultura, la escritura y la electricidad. Hoy, buscan independizarse, matando a su huésped poco a poco, con ayuda de otros virus. Ser consciente de este hecho: he aquí el virus del texto.