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  • Diario Digital | jueves, 28 de marzo de 2024
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LOS VILLANOS DEL ACTOR ESPAÑOL JAVIER BARDEM

Un malo buenísimo

Un malo buenísimo



A principios de este mes el actor español Javier Bardem recibió uno de las más pintorescos reconocimientos a una personalidad relacionada con el cine, una estrella en el Hollywood Walk of Fame. Más allá de que tenga poca relevancia fuera del mundillo mediático, es uno de los muchos síntomas que confirman que el actor nacido en Las Palmas ya es parte de la historia del cine contemporáneo. En algún momento sospeché que Hollywood terminaría haciendo con Bardem más o menos lo mismo que con Antonio Banderas, convertirlo en un galán “exótico” de medio pelo, con un pasado digno pero con un presente lleno de tumbos graves y difíciles de superar. Al menos eso sugirieron esos esperpentos llamados El amor en los tiempos del cólera y Eat Pray Love. Pero, a base de interpretaciones impecables, Bardem sigue siendo uno de los pocos actores que garantiza un trabajo entregado, lleno de talento y de riesgos emocionales. En sus momentos más notables, parece tener la camaleónica energía del joven Robert de Niro y la bestial intensidad del primer Marlon Brando.

Aunque casi desde el principio de su carrera fue respetado, se ganó la admiración indiscutida de los cinéfilos cuando abandonó su imagen de súper macho ibérico, cuando abrió su rango actoral en papeles como el del inolvidable Santa en Los Lunes al sol (2002) o cuando encarnó al poeta cubano Reinaldo Arenas en esa sobrevalorada cinta llamada Antes que anochezca (2000). Como buena parte de los actores que tienen un físico imponente, Bardem fue jugador de rugby, tuvo que tomar muchos riesgos para poder ser considerado un actor serio y versatil. Tuvo que inyectarle fragilidad, emotividad y humanidad a su imagen de rompecorazones rústico. Seguramente, el punto máximo de este gesto explorador fue la insufrible Mar adentro (2004), que hizo que el público que se conmueve con las historias obviamente trágicas lo aclame como “el mejor español de todos los tiempos”. Si ser un buenazo convirtió a Bardem en un interprete hecho y derecho, pocos podrían discutir que el papel que inscribió su nombre en los anales del cine mundial fue el de un súper villano. Como Roger Ebert lo señaló en su crítica de Skyfall, su Anton Chigurh de No Country for Old Men, está casi a la altura de Hannibal Lecter, es una de las encarnaciones del mal más logradas que se ha visto en la pantalla grande. Parece no tener origen y explicación, Chigurh es una fría y eficiente máquina de matar. Inconmovible, indolente, inmisericorde, es el ángel exterminador. Así como lo que más se suele recordar de Lecter es esa su máscara/bozal, el peinado del personaje de Bardem siempre remitirá a ese gélido jinete del Apocalipsis. Con ese papel Bardem deja de ser un buen actor y pasa a ser un actor creador.

Su más reciente trabajo está cosechando enormes elogios. Su Raoul Silva en Skyfall, la película número 23 de la saga de James Bond, parece confirmar esa máxima que reza que la calidad de una aventura del 007 es directamente proporcional a la de su villano. Para muchos esta es la mejor entrega en muchísimo tiempo. Y Bardem vuelve personificar a uno de esos malos malísimos, tan amenazantes y perversos que terminan imponiéndose al héroe en nuestra memoria. Aunque Silva no tenga la profundidad de Chigurh, aunque sea más cerebral y su crueldad tenga innecesarias y algo pueriles explicaciones, es una encarnación del mal que le hace mucho bien a la película. Y, al igual que Chigurh, tiene un peinado innombrable. Bardem destaca con calificación sobresaliente en un elenco compuesto por actores de la talla de Daniel Craig, Judi Dench, Ralph Fiennes y Albert Finney. Lo que es un mérito en sí mismo.

Lo que llama la atención es que Javier Bardem, uno de los actores más comprometidos políticamente y críticos con el estado del mundo, se está especializando en interpretar a malhechores. Al menos, ya tiene varios en su filmografía. Si bien en casi toda su primera etapa, optó por personajes de moral ambigua, tal vez su primera aproximación a ser el antagonista del héroe fue en la cinta de Pedro Alomodóvar, Carne trémula (1997). En ella interpreta a David, un policía joven y correcto, que en una pelea con el desafortunado protagonista de la cinta, Víctor (Liberto Rabal), queda invalido. Desde entonces, se dedica a hacerle la vida miserable, lo persigue con tesón. En esta almodovariana fábula, ambientada en los años posteriores a la transición democrática en España, próxima al Conde de Montecristo, Bardem es el enemigo a vencer y desde una silla de ruedas impone respeto. Otro magnífico ejemplo está en la película de culto de Alex de la Iglesia, Perdita Durango (1997). Bardem hace pareja con Rosie Pérez, para encarnar a una de las parejas más desquiciadas de los últimos tiempo. Su Romeo Dolorosa, amante del personaje del título, es tan salvaje, sanguinario e inexplicable, como romántico. Es esa bestia brutal a la se teme. Pero a la que también se puede amar.

Siempre que Bardem ha interpretado a un villano, como es de suponer, no ha tenido demasiado tiempo en pantalla, pero siempre ha dejado una profunda huella en los espectadores. Por ejemplo, en 2004 tuvo un brevísimo pero poderoso papel en la película de Michael Mann, Collateral, en la que interpretó al misterioso Felix Reyes-Torrena, un capo de la droga que es clave para el desarrollo de esa trepidante historia, termina opacando a un correcto Tom Cruise y a un notable Jamie Foxx. También, su cameo en la aclamada comedia española , Torrente. El brazo tonto de la ley (1998), es uno de los momentos más recordados de la cinta. En ella hace de un villano menor, es un matón, medio deformado, medio subnormal, que en el salón de billar intimida a José Luis Torrente, pero que termina en el piso, víctima de las triquiñuelas del repulsivo y, al mismo tiempo, adorado policía madrileño.

Ya sea como genio de la informática, como matarife de hombres, como narco, como psicótico o como golpeador, Bardem parece sentirse muy a gusto haciendo de malo, puede transgredir los límites y tiene grandes resultados.

Hace muy poco, en alguno de los actos de promoción de Skyfall, Bardem dijo que los verdaderos villanos de hoy son: “Quienes rescatan a los bancos en vez de a las personas y los que hacen que los bancos no piensen sinceramente lo que significa un desahucio para tantas personas”. Haciendo directa alusión a lo que está sucediendo en su país. Por supuesto, levantó ronchas en el Partido Popular, el partido de Gobierno, incluso un diputado lo acusó de ser un frívolo multimillonario que vive en Miami. Bardem vive en Madrid y suele salir a la calle a sumarse a las manifestaciones populares. Pero, lo sabemos todos, vivimos en un mundo en el que los que abusan, explotan, roban y matan, nos quieren hacer creer que son los héroes y los que los critican son los malos de la película. De ser así, no nos vendría nada mal que Bardem sea poseído por Raoul Silva o por Anton Chigurh y que cace uno a uno a todos esos pecadores que se quieren hacer pasar por justos.

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