Opinión Bolivia

  • Diario Digital | viernes, 19 de abril de 2024
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‘Trece vidas’ en Amazon Prime: el pulso para narrar un imposible

Ron Howard, director de ‘Apolo 13’, vuelve a demostrar su oficio para contar historias de supervivencia. Y evita caer en una mirada occidental sobre una cultura ajena
Colin Farrell, Joel Edgerton y Viggo Mortensen como buzos profesionales en ‘Trece vidas’.   PRIME
Colin Farrell, Joel Edgerton y Viggo Mortensen como buzos profesionales en ‘Trece vidas’. PRIME
‘Trece vidas’ en Amazon Prime: el pulso para narrar un imposible

Fue un hecho que atrajo la atención del mundo, como el de los 33 mineros atrapados bajo tierra en Chile o el de los rubgiers uruguayos sobreviviendo durante meses en la Cordillera de los Andes. Todo comenzó el 23 de junio de 2018, cuando 12 chicos de entre 11 y 16 años y el entrenador de su equipo de fútbol se metieron en una de las tantas cuevas que penetran las montañas del noroeste de Tailandia, sin saber que unas horas más tarde se desataría un monzón que, con sus vientos y lluvias, les taponaría las entradas y las salidas, obligándolos a adentrarse para huir de las aguas crecientes. Tanto se adentraron, que cuando quisieron darse cuenta no podían salir: el grupo quedó miles de metros dentro de ese enrevesado complejo de túneles subterráneos, una zona de acceso imposible con esas condiciones climáticas. O casi imposible. Para amarrar en puerto seguro una película basada en todo ese periplo, nadie mejor que un capitán como Ron Howard, un hombre avezado en el arte de contar sucesos en los que el ser humano se enfrenta a lo imposible… y gana.

Tres astronautas intentando regresar a la Tierra en una nave espacial con daños internos masivos en Apolo 13. Un profesor universitario sacando a la luz una sociedad secreta religiosa oculta en El código Da Vinci. Niki Lauda volviendo a un Fórmula 1 un mes después de haberse rostizado en el habitáculo tras un accidente en Rush: Pasión y gloria. Los marineros arponeando con alma y vida a una ballena gigante que los obsesiona en En el corazón del mar. Aunque ecléctica y a priori impersonal, la voluminosa filmografía de Ron Howard tiene una zona con eje en la supervivencia ante lo catastrófico: personajes sometidos a situaciones extraordinarias –que salen mal– en las que ellos eligieron involucrarse. A ese grupo se suma ahora Trece vidas, que Amazon Prime Video sumó a su catálogo con un silencio llamativo, pues se trata de una película de la vieja escuela, una en la que sus protagonistas son definidos con un par de movimientos para luego sí empujarlos a la aventura más clásica. O, mejor dicho, sumergirlos.

Del rescate participaron cinco mil personas de 17 países. Dos de los más relevantes fueron los buzos profesionales británicos Rick Stanton (Viggo Mortensen) y James Volanthen (Colin Farrell), quienes junto al doctor Richard Harris (Joel Edgerton) idearon un plan tan descabellado que ni siquiera ellos sabían si podía funcionar, como bien cuentan en el documental de Disney+ Rescate en las profundidades. La ejecución de este operativo ocupa la segunda mitad del metraje de un film cuyo arranque tiene a los hombres llegando hasta el lugar para colaborar con las fuerzas especiales tailandesas. Fuerzas a las que, desde ya, no les gusta ni un poco que vengan extranjeros a decirles qué hacer. Trece vidas toma como punto de vista a los buzos sin que esto implique caer en una mirada occidental sobre una cultura ajena. Lo hace eliminando cualquier intento de embadurnar de psicologismo el accionar tanto de los británicos como de los locales, como si Howard creyera que el único camino hacia el éxito de la misión no está en la fortaleza mental sino en el trabajo comunitario y mancomunado, por encima de todo interés personal.

La película se ubica más cerca de la amplia paleta narrativa de ¡Viven! que del pastiche eurocéntrico de acentos que fue Los 33, en la que, por ejemplo, Juliette Binoche hacía de chilena y vendía empanadas. Al igual que la recreación de lo ocurrido con los rugbiers uruguayos, Trece vidas cambia de tonalidad a medida que lo hacen las situaciones, poniéndose angustiante mientras los chicos no aparecen, resignada ante el hallazgo de sus paraderos, nerviosa cuando se delinean las bases del operativo y atenta y paciente al momento de adentrarse en esos túneles cuyas paredes rocosas irregulares y sus techos cada vez más cercanos imprimen un aire de asfixia y contrarreloj, que la cámara de Howard respira con el tempo que solo la experiencia puede enseñar.