Opinión Bolivia

  • Diario Digital | martes, 23 de abril de 2024
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En torno a la poesía de Jaime Canelas

Recuperamos una crítica del fallecido autor sucrense sobre la obra del poeta cochabambino, quienes mantenían una gran amistad. 
Archivo Elías Blanco Mamani.
Archivo Elías Blanco Mamani.
En torno a la poesía de Jaime Canelas

Lo esencial en la poesía de Jaime Canelas es impalpable, imponderable, cerrado al instrumento de la razón, al análisis que corre el riesgo de suprimir su profunda realidad. El ojo del poeta proyecta los objetos hacia otro plano, creando una existencia nueva, otro objeto: un árbol transfórmase en árbol-hombre, una naturaleza transfigurada se desarrolla entonces a partir de las palabras:

Mira cómo han crecido mis raíces,

llevándose mi corazón por dentro. 

Primera fase en la poética de Jaime Canelas: la naturaleza es incorporada y su movimiento se transforma en la carne misma del poeta. El poema fluye en imágenes visuales como una oscura conciencia del objeto, el poeta no se limita a contemplar las cosas y describirlas, es la retina, la lengua hablando desde el interior alucinado de la cosa misma:

Búscame, entonces, en el cutis

de los primeros árboles del huerto

y deja un beso tibio en mis naranjos…

Su cuerpo ha retoñado de la tierra y va buscando en cada órgano interno la analogía con su elemento natural: corazón de trigales, órgano-raíz, etc.

El lenguaje se desenvuelve transparente, sometido a las alteraciones dulcificadas de las formas; en sus articulaciones líquidas flota la mirada de El Joven río.

A través de esta metamorfosis, la conciencia del poeta va transformando los materiales exteriores, la creación de un mundo poético ha comenzado. Paulatinamente el ojo ya no se vuelca sobre el objetivo, sino que penetrando hacia lo más interno, descubre su alma sujeta ya a las atroces estaciones espirituales, un viento la erosiona, descarnando una naturaleza donde la presencia de la muerte y la angustia sucede al juego puro. Sombras y temores, aparición de la imagen lacerante: “El hombre es miedo y le ha crecido un árbol en el cuerpo”, dice el poeta.

El corazón quisiera

repartirse entre páramos rojizos

donde el gusano tenga vida múltiple.

Por ese entonces, la muerte había llegado a él y habíase instalado en ese casi órgano visual: su corazón. A partir de ese momento, un viento de purificación atraviesa las páginas de Jaime Canelas. Es el renunciamiento, la expiación; el verso tórnase silencio: 

Mártir de la venganza

quiero verme en la cruz…

Oh qué temores tengo!

Sombra de amor sin nombre,

duerme la mariposa

bajo un fanal de muerte.

La muerte toca una cuerda tendida de sombra a sombra y el poeta escribe: “Comenzaré por fecundar mi muerte…”. Sus raíces ya no se hunden en tierra tibia y amorosa, han crecido hacia el cielo, hacia lo metafísico. Si bien la muerte había abierto una brecha en su primer libro (El Joven Río), deformando el rostro del artista adolescente, en Las transfiguraciones, su segunda obra, ella juega de contrapeso, elevando al poeta hacia un mundo de redención y purificación.

Los elementos naturales, los materiales, no han cambiado, quedan en la segunda obra. Ahora bien, no se trata ya de una identificación con ellos; no constituyen el vínculo para una afirmación vital, se van alineando como fórmulas químicas de las que el poeta se sirve para desencadenar una reacción de catarsis individual. Cada poema se construye alrededor de un secreto desgarrador: “La bestia lame el pie del santo”. El imposible puente hacia los otros. 

El sentido de la poesía de Canelas se ha modificado. Las transfiguraciones, es la lucha entre el bien y el mal y la mirada abierta sobre otros mundos:

Tal vez las mismas alas

se confiaron a un vuelo de purificaciones,

donde la inquieta llama se poblaba de flores…

Una profunda lucha espiritual se inicia. Lo ético se afirma rodeado de temores, castigo del pecado, angustia del devenir y de la muerte. Más allá de las cosas, siguiendo la inflexible cadena de los huesos, como el poeta dice, se entra en la primavera verdadera y segura. Redención, segunda naturaleza purificada, el poeta nos conduce a lo eterno. En síntesis, tres movimientos pueden distinguirse entonces en la poesía de Jaime Canelas López: 

El poeta se incorpora a la naturaleza, se encarna en el objeto.

El poeta se lacera en medio de objetos de pronto peligrosos, bajo la mirada de la muerte y la angustia.

Duelo profundo entre el ser y su naturaleza defectuosa. Más allá de esta lucha entre el ángel de las tinieblas y el ángel de la purificación, surge la meta: más allá del “lirio y la serpiente”, surge la muerte y sus posibilidades.

Poeta