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  • Diario Digital | viernes, 19 de abril de 2024
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CINE

El tiempo de un fantasma

Sobre ‘A Ghost Story’ (‘Historia de Fantasmas’), filme del director David Lowery, disponible en Netflix y en el mercado pirata.
El tiempo de un fantasma

¡Pobre Johnson! ¿Nunca miró las marejadas de vida humana que amaba tanto? ¿No se miró siguiera a sí mismo? Johnson era un fantasma, un fantasma auténtico; un millón de fantasmas lo codeaba en las calles de Londres. Borremos la ilusión del Tiempo, compendiemos los sesenta años en tres minutos, ¿qué otra cosa era Johnson, ¿qué otra cosa somos nosotros? ¿Acaso no somos espíritus que han tomado un cuerpo, una apariencia, y que luego se disuelven en aire y en invisibilidad?”

Thomas Carlyle

Hay muchas imágenes que nos da la muerte, o, mejor dicho, hay muchas imágenes que nos ayudan a abarcar la muerte, es un intento. La memoria está plagada de formas difusas, estas formas las labramos en la tierra, en las piedras, en cuanto material encontramos, papel, arcilla, bits, impulsos eléctricos, cosas que nos puedan sobrevivir. También imaginamos, intentamos entender el crujir de los muebles viejos en las noches, la presencia de alguna sobra inexplicable, la presencia de algún espíritu. De todas maneras, el tiempo, eso complejo que nos envuelve y no podemos entender, se lo lleva todo. A Ghost Story (2017) de David Lowery habla de esas fantasías que nos pueden asaltar una noche en la que no hay energía y sentimos el silencio de la casa, o tal vez no podemos salir de ella, por cualquier razón, física o simplemente emocional. Esta película es una especie de rareza, tiene más bien un perfil modesto como su director y guionista (que tiene en su haber varias películas de encargo entre algunas más personales y cortos), aunque cuenta con nombres que llaman la atención como Casey Affleck y Rooney Mara, dupla que ya acompañó al director en un western denominado Ain’t Them Bodies Saints (2013). Parece (y es muy posible que lo sea) una película de amigos, algo pensado con mucha libertad creativa y pocos recursos.   

Pero, ¿qué historia nos cuenta Lowery?, ¿qué es esta historia de fantasmas? Para narrar esta fábula sombría, el director usa la imagen de un fantasma adoptada por la cultura pop de algunas prácticas de la edad media, usada tanto, que, por burda, se volvió menos usual: una sábana con dos orificios a modo de ojos. Sin embargo, manteniendo el tono transcendente, existencial y hasta a momentos esotérico y paranormal, todo en la película se narra de una forma natural, ese es uno de los grandes aciertos del filme. Para lograr esa extraña atmósfera, Lowery, al menos en la primera mitad del filme, juega con la extensión de sus cortes (siempre tendiendo a prolongarlos) y deja surgir el ritmo interno de la toma, especialmente los pequeños detalles del sonido ambiente, el Foley y el ritmo dramático de la actuación. Casi podemos sentir los latidos y la respiración de M (Rooney Mara) cuando come ansiosamente un pie por un poco más de 5 minutos, sin corte y con una progresión dramática muy sencilla. 

Y si la historia es, literalmente, la historia de un fantasma, cómo aborda su tiempo. Cómo es el tiempo de un fantasma, cuando luego de la muerte, este tiempo se pulveriza. Luego de que un personaje muere, no hay qué contar más que su recuerdo a través de la voz de quienes lo conocieron, a través de lo que hizo, lo que algunos creen que hizo o finalmente se inventaron. Pero qué pasa si la narración continúa acompañando al personaje después de la muerte, desde la muerte, ellos (los que le rodean) desaparecen, todo pasa, pero él (el difunto) sigue ahí, y los años pasan, aunque pueden ser años o pueden ser segundos. Otro elemento que le da a esta historia una particular belleza: el armado sutil de un tiempo tortuoso, complejo y pesado, el tiempo de un fantasma, un tiempo y espacio poco usual, alejado y al mismo tiempo rondando por momentos el tono habitual del género de terror y fantasía, incluso el costumbrismo y folclore. 

Así como el ritmo interno de la toma es importante, para este aspecto de la propuesta cinematográfica, es el corte el elemento clave, que va hilando un tiempo cada vez más abigarrado y extenso, nuevamente, de una manera natural, en cortes simples que, como el personaje, nos mantiene estaqueados en el mismo espacio por casi toda la película, pero dando saltos enormes en el tiempo. Como ejemplo de la armonía que se logró está la escena en la que, a través de una canción (M abstraída con unos audífonos como imagen central), se unen dos tiempos en el mismo espacio, la textura del sonido es protagonista, y las imágenes, nuevamente extendidas, parecen como capturas de un recuerdo, casi una foto. Esa misma canción es tarareada luego por una niña siglos antes mientras deja un mensaje debajo de una piedra, y, cuando volvemos a M escuchando la canción, sabemos que todo encaja muy bien, y que, además, es solo un momento, ese en el que a veces parecemos “colgarnos”, abstraídos, hipnotizados.    

Con esta película recordé el cuento Donde su fuego nunca se apaga, de May Sinclair. Más allá de las implicaciones y el imaginario religioso que pueda tener este cuento, me llamó la atención que, al igual que en A Ghost Story, el personaje principal es una especie de fantasma que deambula. En el cuento, Harriet, la protagonista “fantasma”, está en un laberinto de recuerdos, del cual nunca puede salir, siendo el recuerdo más antiguo, y por ende más vago y difuso, la última salida, si pensamos en Dante, era un purgatorio, que se repetía una y otra vez. En la película, C (Casey Affleck) también deambula, y podríamos decir, que, a su manera, está en una especie de laberinto, un extraño laberinto que no va a ninguna parte. Pero sus recuerdos se van diluyendo y C ya no es C, es un fantasma que busca una señal aferrado a una casa, un ente infinitamente breve que en algún momento habitó y luego habitará un cuerpo.    

Un diálogo de algún momento en la película: Estoy esperando alguien, dice un fantasma, ¿a quién?, responde C, no lo recuerdo, finaliza el otro. La película genera este tipo de momentos. Hay sangre, fuego y polvo antes de nosotros, y lo habrá después. En una escena, Lowery, casi lo explica didácticamente a través de un personaje. Cuando me pongo a pensar en eso, ahora, en julio del 2020, cuando no podríamos estar más conscientes de la sombría fragilidad de nuestra existencia, no puedo evitar sentir, al mismo tiempo, que esa fragilidad es parte de una cadena infinita de sucesos y esencias, incalculables, y que tan solo pensar, intentar imaginar esos espacios (después de la angustia) puede ayudar a atenuar el miedo, el miedo a la muerte, claro, y luego el miedo al olvido. Lo especial de esta película es que podemos experimentar todas esas sensaciones. 


Realizador audiovisual y crítico de cine - [email protected]