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  • Diario Digital | jueves, 28 de marzo de 2024
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Streaming Wars. Disney contraataca

Una revisión al ensayo de Elena Neira que describe la encarnizada lucha que veteranas plataformas como Netflix o Prime Video mantienen con los recién llegados Disney+ o Apple TV+ por el trono de hierro del negocio del video bajo demanda, uno de los pocos beneficiados por la crisis del coronavirus.
Streaming Wars. Disney contraataca

El 8 de agosto de 2017 Disney anunciaba su intención de crear su propia plataforma de streaming. En realidad, hacía algo más que eso: lanzaba un bomba al centro de gravedad del negocio del video bajo demanda, basado hasta entonces en los catálogos nutridos con contenidos de terceros. Por la herida abierta por Disney en plataformas como Netflix o Prime Video, las decanas del negocio, empezaron a brotar, a medida que los contratos para su explotación expiraban, productos tan suculentos como la saga de Star Wars, las películas de Marvel, los filmes de Pixar o los clásicos animados como el Rey León o La bella y la bestia. Desde el pasado 24 de marzo, fecha de la llegada de la plataforma a España, solo se pueden ver en Disney +. La guerra del streaming había comenzado.

“Es curioso, pero durante mucho tiempo Disney no parecía que tuviera interés en este negocio”, comenta Elena Neira, que acaba de publicar el ensayo Streaming Wars. La nueva televisión (Libros Cúpula). La razón es que la compañía del ratón Mickey ganaba una fortuna vendiendo sus contenidos a terceros (Netflix, por ejemplo, le pagaba al año 150 millones de dólares). Además, Disney no es desde hace décadas una simple productora de películas para niños. Sus negocios están muy diversificados y, aunque acumulan casi el 70% de la taquilla anual mundial, los parques temáticos o el merchandising le proporcionan pingües beneficios. “Pero la compañía dirigida actualmente por Bob Chapek llegó a la conclusión de que la mayor riqueza que puede tener una empresa hoy en día son los datos de sus clientes”, asegura Neira. “A partir de la información que pueden obtener de los usuarios en su plataforma, van a poder explotar de una manera más eficiente los otros aspectos de su negocio. Hasta ahora quién más estaba aprendiendo de las nuevas películas de Star Wars o Marvel era Netflix”.

Netflix fue la primera compañía en apostar por el negocio del streaming en 2007. Pasaron de alquilar y vender películas y series en formato físico a hacerlo en digital gracias al video bajo demanda. Aunque su catálogo contenía en un principio productos que ya habían sido explotados en todas las ventanas (salas de cine, compra, alquiler y televisión), la comodidad de su asequible servicio hizo que fuera ganando suscriptores en un tiempo en el que la piratería estaba en alza. Pero la visión de los responsables de Netflix fue más allá y, quizá sabedores de que la licencia a terceros podría acabarse más pronto que tarde, adoptaron dos medidas para reforzarse de cara a unas probables Streaming Wars: implantarse lo antes posible en todos los países del mundo y comenzar a producir contenido original.  “Desde 2013 su inversión en contenido original no ha parado de crecer a costa de ir perdiendo cada vez más contenido de su catálogo”, asegura Neira, que explica en su libro con todo lujo de detalles y con un lenguaje cercano los nuevos modelos de distribución audiovisual que están cambiándolo todo. “Y no es que no esté interesado en productos de terceros, el problema es que las empresas que antes se lo licenciaron ahora han dejado de hacerlo”.

Y es que a Netflix le han crecido los enanos últimamente. A Amazon Prime Video y Disney+ se le han sumado Apple TV+ (que solo ofrecerá contenido original, series como The Morning Show, See o For all the mankind), HBO Max (con todo el catálogo de HBO, Warner Bros, TNT, The CW, Turner Classic Movies, DC Entertainment, Cartoon Network o Adult Swin, entre otros, y que por ahora solo puede disfrutarse en EE.UU.) o Peacock (todo el contenido de NBCUniversal, desde las series de Sam Esmail –Mr. Robot o Homecoming– a los taquillazos de Universal Pictures, Dreamworks o Focus Features y con la aplicación todavía en desarrollo en EE.UU.). Y ninguno está dispuesto a seguir nutriendo con películas, series, documentales, programas y realities a sus rivales. Frente a todos ellos, Netflix tiene el inconveniente (o la ventaja) de ser la única de estas empresas que solo tiene una línea de negocio: el streaming. “Esto, por una parte, le imprime a Netflix una gran ambición porque tiene que poner toda la carne en el asador. Todo lo que ganan lo invierten en contenido, absolutamente todo”, asegura Neira. “Por otro lado no tienen plan B y por eso algunos analistas han vaticinado que no tardará en fusionarse con otra gran plataforma. Yo sigo pensando que Netflix tiene ventajas competitivas muy importantes: es la empresa con mayor penetración global -aunque China se le resista- y tienen una acumulación de datos de usuarios tremenda. Esto les proporciona una inteligencia de negocio muy importante sobre la que han construído todo su tinglado: su sistema de recomendación, de compra y de producción de contenidos”. 

En cualquier caso, la guerra ha comenzado y cada plataforma busca convencer a nuevos suscriptores con su catálogo y, sobre todo, con su contenido original. Por eso, unas y otras se disputan a base de sumar ceros en un cheque a los grandes creadores del medio, de J. J. Abrams (arrebatado por HBO MAX a Apple TV+) a Shonda Rhimes (responsable de Scandal o Anatomía de Grey), que ha firmado un contrato récord con Netflix. La cuestión es sí tanta producción encontrará a espectadores dispuestos a pagar por estar en varias plataformas a la vez y si hay cuota de mercado para todos en este negocio. De hecho, desde hace tiempo se habla de que el mundo de las series es una burbuja que va a estallar. “Netflix lo tiene muy claro”, comenta Neira. “Reed Hastings, en una carta a los accionistas, explicaba que ellos no querían ser la televisión del hogar sino la televisión de cada miembro del hogar. Quieren ofrecerle a cada miembro del hogar su programa favorito, pero tienen en cuenta que ese programa favorito es distinto según el momento: si el suscriptor está cansado, si va de camino al trabajo, si es domingo y no quiere quitarse el pijama en todo el día… Netflix aspira a satisfacer todas las necesidades de todo el mundo en cada momento y eso implica que la necesidad de contenido no tiene fin. Por eso hablar de burbuja, en el sentido de que nos ponen delante un montón de contenidos que no podemos abarcar, me parece algo ingenuo. Es imposible hacerse una idea de todos los contenidos que hay en una plataforma”.

Quizá, como viene siendo habitual desde hace tiempo, quienes van a perder en esta Streaming Wars no sea ninguna plataforma en concreto sino los viejos agentes del sector: la televisión y el cine. “La crisis del coronavirus ha provocado que el streaming tenga incluso más implantación que antes, gracias al adelantamiento de las ventanas y el estreno de las películas directamente en alquiler digital o incluso en suscripción”, explica Neira. “Habrá que ver cuál es el calado de esta crisis para la industria del cine. Dependerá del número de cadenas de exhibición que sean capaces de levantar ahora la persiana y de cómo sobrevivan en esta etapa de transición en la que no van a tener grandes estrenos y en el que van a tener que reducir el aforo. Pero también habrá que ver cómo afecta a la economía en general y a la economía de las familias. Todo depende de cómo lleguemos a septiembre”.