Opinión Bolivia

  • Diario Digital | viernes, 19 de abril de 2024
  • Actualizado 18:38

¡Sálvese quien pueda! Individualización de la culpa

Una mirada sobre el levantamiento de la cuarentena en medio de la polarización política que vive Bolivia

¡Sálvese quien pueda! Individualización de la culpa

Frente a la desobediencia civil debida a la falta de legitimidad del Gobierno, éste decidió pasar la responsabilidad a las alcaldías. Pero la cosa va más allá. En realidad, la responsabilidad recaerá sobre el individuo. Esta decisión, además de razones políticas, tiene causas ideológicas y consecuencias graves en el imaginario colectivo.

Vivimos en una época que pretende dar soluciones biográficas a problemas sistémicos, dice Beck. Bauman, por su parte, señala que, “en la actualidad, no hay faraones que ordenen a los capataces azotar a los perezosos. Hasta los azotes han pasado a la rúbrica «hágalo usted mismo»”. Esta autoflagelación en nombre de la productividad ha sido vivida incluso en cuarentena. Quienes tuvimos la oportunidad de estudiar o trabajar desde casa, seguimos viviendo “sin tiempo”, apurados y ansiosos. Recuerden el imperativo: si no aprendiste un idioma o acabaste un libro en cuarentena, lo que te faltaba no era tiempo, sino disciplina. No nos permitimos un respiro.

La individualización de la productividad del trabajo, sin embargo, no es el único signo de nuestra época. En realidad, las responsabilidades cívicas, en nuestro caso, la higiene personal y el cuidado sanitario, también pasaron a manos del ciudadano. Las clases medias y altas ven a Suecia como el ejemplo a seguir, sin tomar en cuenta que este país presentó más muertos que sus vecinos nórdicos que sí hicieron confinamiento obligatorio. Con 10 millones de habitantes, tuvo alrededor de 3.000 muertos. En cambio, Dinamarca, Noruega y Finlandia, cuyas poblaciones suman 15 millones, tuvieron un total 1000 muertos. ¿Qué nos espera en Bolivia?

Claramente, no gozamos la misma responsabilidad cívica ni el mismo nivel educativo de los países del primer mundo. Tampoco tenemos el apoyo estatal de los llamados ‘Estados del Bienestar’. De hecho, los liberales en Bolivia a menudo critican a los socialistas porque esperan todo del Estado, cual parásitos. Sin embargo, en tiempos de crisis sanitaria, el rol del gobierno central es primordial. Al concentrar la mayor cantidad de recursos, tiene la obligación de salvaguardar la mayor cantidad de vidas. Lástima que una crisis política haya precedido y agudizado nuestra crisis sanitaria. Esto dificultó buena parte las estrategias del gobierno para detener los contagios. Por supuesto, pruebas masivas y mayor equipamiento médico hubiese sido preferible para aprovechar el sacrificio que las familias bolivianas hicieron en cuarentena. Pero no fue el caso.

Frente a las presiones de diversos sectores sociales por volver a trabajar, el gobierno decidió levantar la cuarentena casi en su totalidad. Suponiendo que la cantidad de contagios y muertos se dispare y el sistema de salud colapse (que es el pronóstico), ¿quién tendrá la culpa?

No será culpa del Gobierno, ni de los alcaldes, sino de la irresponsabilidad de la gente. Muchas personas no se preocuparon de aprender a usar correctamente el barbijo o tener los cuidados de limpieza mínimos, aun pudiendo. Las reuniones clandestinas y la desobediencia civil no pueden ser obra exclusiva de la propaganda masista. En verdad, nuestro problema es también idiosincrático.

Es necesario señalar los deseos y falacias que animan a las clases medias y altas. No podemos tapar el sol con un dedo. Así como hay eco-fascistas que celebran las muertes humanas en nombre del medioambiente, hay racistas que celebrarán los muertos del MAS por una suerte de “selección natural”. Los sectores populares, por supuesto, esperan algo similar. Dicen: los pititas son ‘flemas’, no aguantan la enfermedad, deben morir. Cualquiera sea el caso, la política sigue importando más que la vida. La polarización puede más que la empatía.

El dolor de las familias no distinguirá color político. Lo peor de todo: la culpa quedará individualizada. Cada quien será responsable por su contagio, como si la ‘teoría del caos’ no explicara mejor la expansión del virus. Así, todos tienen lo que se merecen. Es cómodo atribuir al karma las falencias del ser humano y su modo de vida. ¡Sálvese quien pueda!