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  • Diario Digital | martes, 23 de abril de 2024
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Reseña: La ciudad imaginada

Sobre el libro de cuentos del escritor mexicano Alberto Chimal, disponible a través de la editorial Yerba Mala Cartonera.
Portada del libro de cuentos ‘La ciudad imaginada’ y el autor Alberto Chimal. CORTESÍA
Portada del libro de cuentos ‘La ciudad imaginada’ y el autor Alberto Chimal. CORTESÍA
Reseña: La ciudad imaginada

Si hay una palabra que puede definir La ciudad imaginada, el libro de cuentos de Alberto Chimal, esta es “cotidianidad”. Así, entre comillas, pues la cotidianidad de la ciudad que Chimal nos presenta es absolutamente atípica. Una ciudad que podría ser cualquiera, que tiene a muchas otras habitando en un solo cuerpo, no puede sino ser extraña y peculiar. 

Es por ello que los entrecruzamientos entre las distintas cotidianidades involucran tiempos, espacios y personajes diversos que no siempre terminan por encontrarse, pero que permiten que el lector husmee en su intimidad. Y qué intimidad, señores. Partiendo por el texto de presentación que define más o menos las reglas del juego en el que como lectores estaremos involucrados, la escritura de Chimal ya nos va familiarizando con el tipo de lenguaje que empleará y con las referencias que serán parte de sus historias. El tema de las referencias podría ocupar un texto aparte ya que abarcan textos literarios, autores (Lovecraft, por ejemplo, se pasea libremente entre ciertos párrafos, así como Coleridge), personajes de diferentes mitologías y alguna alusión a productos de la cultura popular. Cabe mencionar también que el espíritu de Asimov parece deslizarse jugueteando en el cuento “Veinte de robots”. Se trata entonces de una intimidad curiosa, poblada, que parece oscilar entre mostrar algo y esconderlo, para aterrizar en la sugerencia, en la alusión, en el apenas permitir un vistazo, que, paradójicamente, permite contemplar lo suficiente para comprender el complejo mecanismo que rige el funcionamiento de esta ciudad. 

Así, los doce cuentos que componen el volumen parecen merodear por espacios invisibles a simple vista, espacios que encubren objetos misteriosos, mágicos y a la vez increíbles. Es el caso de “Mesa con mar”, “La caja de Urías” con sus 34 monedas, la carta inconclusa de “La balanza” y hasta “Corredores”, un relato futurista que involucra a DiCaprio en donde el trabajo de edición se visibiliza y se usa como parte del juego narrativo. Están, por otro lado, los cuentos que evocan a criaturas mitológicas como las sirenas de “Parasitismo”, o esas historias oscuras, esos mitos urbanos que parecen pensados para aterrorizar a los niños, como “Mogo”, y a los adultos, como “La mujer que camina para atrás”. Hay cuentos también que trabajan con el lenguaje en sí mismo, los mismos que permiten definir las reglas (y por qué no, el tono) de la narración que se nos presenta, como “La ciudad imaginada”, “Variación sobre un tema de Coleridge” y “El gran experimento”. Mientras que, por su lado, “Cuerpo” roza, como quien no quiere la cosa, y de una manera casi sensorial el erotismo, el contacto físico entre dos cuerpos que se atraen. 

La ciudad imaginada ofrece un menú amplísimo a cualquier lector que quiera asomarse a ella. Lo hace desde el cotidiano funcionamiento de un espacio que, a la manera de un ente vivo, muta, late y respira. Desde la intimidad de personajes que no terminan de revelarse, que se construyen más por la sugerencia, por el fragmento, por el instante, tal como pasa en los más inolvidables momentos de nuestra vida. 

Escritora, profesora universitaria, crítica literaria y desarrolla proyectos educativos destinados a adolescentes.