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  • Diario Digital | miércoles, 24 de abril de 2024
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La representación de lo irrepresentable

Una evocación del mediometraje documental Noche y niebla (1955), del cineasta francés Alais Resnais, que se enfrenta a las imágenes del horror en el campo de concentración nazi de Auschwitz, de cuya liberación acaban de cumplirse 75 años.
Mediometraje documental Noche y niebla (1955).
Mediometraje documental Noche y niebla (1955).
La representación de lo irrepresentable

El pasado 27 de enero se cumplieron 75 años de la liberación de Auschwitz, uno de los campos de concentración más terroríficos del nazismo, uno de los lugares más ignominiosos para la humanidad. Y aunque creamos estar lejos en tiempo y espacio, hay que apelar nomás a la memoria desgarrada del horror que sembró la Segunda Guerra Mundial en ese y otros "viveros" de la muerte ideados por el Tercer Reich. En este texto, se lo hace desde el cine, desde la evocación, dolorosa pero necesaria, de Noche y niebla, de Resnais, un documental fundamental en la historia del cine y del arte para dimensionar los alcances y límites de la representación de lo irreprensentable, el horror infligido por unos a otros. Recuperamos parte de un texto publicado en 2014, en ocasión de la muerte del director de Hiroshima Mon Amour. 

Noche y niebla, mediometraje de 1955 dirigido por Alain Resnais (1946-2014), no solo constituye el punto culminante de la carrera del realizador francés en el documental, sino que resume y redondea las búsquedas formales y discursivas de todo su cine. Apenas 10 años después de concluida la Segunda Guerra Mundial, Resnais entrega una inapelable invectiva sobre el horror de los campos de concentración y el manto de desmemoria con que Europa intenta cubrir ese episodio de barbarie. Sobre el texto preparado por Jean Cayrol (y por Chris Marker en la sombra, según cuenta la leyenda), que no por combativo renuncia a la poesía y la ironía, Resnais monta una obra moral y estéticamente audaz, que discurre entre los lentos travellings por el despoblado campo de Auschwitz y el montaje lúgubremente musical para articularse con las imágenes de archivo (originalmente capturadas por los nazis) de las prácticas de exterminio propias de aquel infame recinto. La foto de Ghislain Cloquet y Sacha Vierny y la partitura de Hanss Eisler afianzan el clima de gravedad, sojuzgamiento y muerte que aún desprenden las imágenes de la yerba que crece y los alambres de púa que resisten al paso del tiempo en el campo de concentración.

No en vano reconocida como piedra fundamental de todo el cine que habrá de aproximarse seriamente al Holocausto y a sus sucedáneos contemporáneos (desde Shoah de Lanzmann hasta The act of killing de Oppenheimer), Noche y niebla abre –como bien ha señalado algún crítico- una brecha en la historia del cine, al fijar un estatuto ético-estético para mirar al horror; para, si no superarla, al menos encarar esa crisis de representación que la barbarie humana de la Segunda Guerra Mundial provocó en el cine y en otras artes. 

Resulta imposible pensar la modernidad del cine y la propia historia del cine sin reconocer la brecha que el documental de Resnais abrió para dejar ver cuál sería el horizonte al que podría apuntar el cinematógrafo comprometido con la humanidad, pero reacio a esa renuncia a la memoria sobre el horror que pareció haberse impuesto tras el final de la guerra. Y resulta, asimismo, imposible pensar la modernidad del cine sin reconocer que en este mediometraje -como en algunos cortos documentales que le precedieron y sucedieron- alcanza una de sus encarnaciones más acabadas esa máxima “godardiana” que demanda del autor de cine pensar con la cámara (en el caso de Resnais, con el travelling) y hablar mediante el montaje.

*Periodista – [email protected]

El artículo completo sobre la obra documental de Resnais puede leerse aquí: https://www.opinion.com.bo/…/resn…/20140309035900666390.html