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  • Diario Digital | sábado, 20 de abril de 2024
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Ramón Díaz: “Vivimos en una región en la que el crimen y la justicia está manoseada por quienes detentan el poder económico y político”

Entrevista al escritor chileno autor de novelas policiales y antologador del género en Latinoamérica.
El escritor chileno Ramón Díaz Eterovic. FILSA
El escritor chileno Ramón Díaz Eterovic. FILSA
Ramón Díaz: “Vivimos en una región en la que el crimen y la justicia está manoseada por quienes detentan el poder económico y político”

Ramón Díaz Eterovic además de ser uno de los grandes cultivadores de la novela policial latinoamericana —con su detective Heredia quien apareció por primera vez en 1987 y ya va por su novela número 20— es un estudioso del género, investigándolo, difundiéndolo y recopilando relatos de autores de distintos países de la región. Es el literato que más cerca ha estado, sino de darle un canon, de crear una consciencia de que la novela negra tiene sus propias características entre los que la escriben de este lado del charco. 

Justamente en esta entrevista indaga en los elementos que permitieron que América Latina haga suyo el género, dotándolo de características singulares que la diferencia de otras tradiciones, como la constante corrupción en los sistemas de justicia y la policía, la desconfianza en las autoridades del orden, con una clara secuela de los gobiernos dictatoriales y, sobre todo, las ciudades, tan propias en sus atmosferas y la cotidianidad y lenguaje de sus habitantes. 

Díaz debería ser uno de los invitados internacionales de esta Feria Internacional del Libro de Cochabamba que concluye hoy; sin embargo, ante problemas de organización y conexión tuvo que ser suspendida.

Sus obras pueden adquirirse en formato Kindle a través de Amazon y fuera de su país natal ha sido publicado por los sellos españoles Seix Barral y Txalaparta.

Breve bio

Ramón Díaz Eterovic (Punta Arenas, Magallanes, 1956) ha publicado las novelas: La ciudad está triste, Solo en la oscuridad, Nadie sabe más que los muertos, Nunca enamores a un forastero, Ángeles y solitarios, Correr tras el viento, Los siete hijos de Simenon, El ojo del alma,  El hombre que pregunta, El color de la piel, A la sombra del dinero, El segundo deseo, La oscura memoria de las armas, La muerte juega a ganador, El leve aliento de la verdad, La música de la soledad, Los fuegos del pasado y La cola del diablo. 

Es autor de libros de cuentos: Ese viejo cuento de amar, Muchos gatos para un solo crimen, Un taxi en la nieve y Mi padre peinaba a lo Gardel. Ha publicado las novelas infantiles: R y M investigadores y Misterio en la cueva del Milodón; y los libros para primeros lectores: Los curiosos ojos del volcán y Los tesoros del arcoíris. 

Autor de las compilaciones: Crímenes criollos. Antología del cuento policial chileno; Letras rojas. Cuentos negros y policíacos, y El crimen tiene quien le escriba. Cuentos negros y policiacos latinoamericanos.  

Ha obtenido numerosos premios literarios, entre los que destacan el Premio del Consejo Nacional del Libro y la Lectura (los años 1995, 2008 y 2011), el Premio Municipal de Santiago, género novela (los años 1996, 2002 y 2007), el Premio Altazor 2009; El Premio Manuel Montt de la Universidad de Chile 2018, y el Premio nacional de narrativa Francisco Coloane (2015). El Premio Anna Seghers de la Academia de Arte de Alemania (1987); y el Premio Las Dos Orillas del Salón del Libro Iberoamericano de Gijón (2000). 

Sus obras han sido publicadas en España, Grecia, Estados Unidos, Francia, Holanda, Alemania, Croacia, Portugal, Venezuela, Argentina, Italia, China, Uruguay, México.

¿Cómo llega la novela policial a latinoamericana? ¿Qué autores son las que la introducen a la región?

Voy a responder desde la experiencia chilena que es, por razones obvias, lo que mejor conozco, pero que no me parece muy diferente a la de otros países latinoamericanos como México y la Argentina donde el género policial se instaló con raíces sólidas. En Chile el género llega en las primeras décadas del siglo XX y en lo esencial como imitación del modelo anglosajón. El modelo para seguir es Edgar Allan Poe y un continuador de Poe como Conan Doyle y su personaje Sherlock Holmes. En Chile, el precursor del género es Alberto Edwards (periodista, ministro de Hacienda, político conservador), y su modelo queda muy claro desde el título de su primer y único libro policial: Román Calvo, el Sherlock Holmes chileno. En México la influencia es similar y se concreta en los cuentos y novelas de Rafael Bernal. Y luego, la gran influencia anglosajones se da en Buenos Aires con Jorge Luis Borges y su colección “El séptimo círculo” en la que da cabida a autores ingleses que desarrollan lo que conocemos como novela policial de enigma o de cuarto cerrado. 

¿Cuáles serían los elementos o rasgos que caracterizan a la novela negra o policial hecha en Latinoamérica frente a la de otras tradiciones, como la norteamericana o la escandinava?

La novela negra latinoamericana se nutre de la novela negra que nace en los Estados Unidos de la mano de Dashiell Hammett y Raymond Chandler, entre otros. Luego, me parece que la novela negra latinoamericana va incorporando elementos de la historia política latinoamericana, con el cual el género incorpora algo importante como son los crímenes de Estado. 

Una de sus diferencias con las tradiciones que mencionas es la absoluta desconfianza con las expresiones judiciales y policiales en los países latinoamericanos. Frente a la corrupción de los agentes llamados a investigar y ejercer justicia aparecen personajes que actúan desde los márgenes o de la incomodidad. Personajes que investigan, que suelen encontrar las respuestas que buscan, pero que eso no siempre se transforma en justicia y castigo. La desconfianza hacia los agentes policiales tiene que ver con las infinitas historias represivas que se han vivido en Latinoamérica y en las cuales tanto la policía como los agentes judiciales han jugado un rol nefasto. 

En Chile se suele decir que el género policial ha permitido abordar muchas situaciones delictivas y criminales tanto de la dictadura pinochetista como de los posteriores gobiernos democráticos. Y los protagonistas de las novelas son de alguna manera unos justicieros que, en el plano de la ficción, consiguen la verdad y la justicia que la realidad suele escamotear. Y desde luego, en la novela negra latinoamericana hay un acercamiento a la vida cotidiana de cada país, y esa vida suele ser más importante de conocer que los enigmas policiacos que se proponen. En muchos casos, y me incluyo en ellos, el enigma es secundario, un buen pretexto para hablar de las deficiencias e injusticias del mundo en el que se vive. 

Existen ciertas referencias y componentes que hacen el género de la novela policial, como el solitario detective, el hecho delictivo, tal vez un romance no estable. ¿El escritor de la novela policial es consciente de estos, digamos, parámetros a la hora de escribir su propio relato? ¿Cómo los enfrente?

Elementos como los que mencionas tienen que ver con el modelo clásico del detective de ficción. He sido consciente de ellos desde que inicié la serie del detective Heredia, que nació en 1987 y está por llegar a su vigésima novela. Lo que he tratado de hacer es partir del modelo clásico e ir incorporando elementos que lo hagan más cercano y representativo a la realidad chilena y a un chileno medio. He buscado darle una vida con algunas originalidades que lo hagan distinto y para eso ayudan cosas como el barrio en el que vive, los libros que lee, la música que escucha, sus aficiones, etc. Y también hay aspectos que tienen que ver con el lenguaje del personaje, y otros relacionados con su sicología y con la historia personal que le he dado a mi personaje. Y bueno, el conjunto de estos y otros elementos, es lo que al fin de cuenta provoca la identificación de los lectores con un personaje.

Algunos de los libros de Heredia están situados en Santiago y otros en Punta Arenas, ¿cuáles serían las mayores diferencias entre estas dos ciudades y su gente?

La mayoría de las novelas de Heredia están ambientadas en Santiago, dos en Punta Arenas y una en Villarrica. Hay otra en la que algunos de sus capítulos transcurren en el norte de Chile. Pero, en general, Heredia es un personaje de la gran ciudad que viaja a otros sitios siempre muy a contrapelo, sin ganas. Y bien, entre Santiago y las otras ciudades hay diferencias lógicas, como el tamaño y la cantidad de habitantes; y otras que tienen que ver con las costumbres especiales que existen en las ciudades provincianas. Me interesa que las ciudades sean protagonistas de mis novelas y por lo tanto las sitúo en lugares que conozco o que investigo. No quiero que la ambientación en ciudades distintas a Santiago sean meros paseos turísticos, sino que pretendo hablar de ellas con alguna profundidad. Trato de ser responsable con aquellos lectores a los que les interesa particularmente la ambientación urbana que entrego en mis novelas. Y, por último, entre una y otra ciudad, hay diferencias en el lenguaje que usa su gente, en el ritmo que se vive y en el impacto que provoca una situación criminal. 

Gonzalo Lema ya decía que la novela policial se transforma en una novela de denuncia al exponer la corrupción, el abandono de los marginales o las falsas apariencias de las buenas familias; problemas que se pueden trasladar a cualquier ciudad latinoamericana. ¿Qué hace que compartamos las mismas dolencias como región?

Somos una región con raíces comunes e historias similares en las que la relación entre el poder, el crimen y la justicia siempre ha estado manoseada por quienes detentan el poder económico y político. Somos una región en la que el atropello de los Derechos Humanos es constante, al igual que la corrupción de sus agentes políticos. Una región en la que el narcotráfico, el fraude, el robo y otros males son parte del paisaje que vemos y vivimos a diario. Y estas dolencias generan situaciones, muchas de ellas delictivas, que no dejan de entregar buenos argumentos para historias policiacas. Basta con abrir un diario y se encuentran, en un día, cinco o seis hechos convertibles en relatos policiacos o negros. 

¿Has leído algo de novela negra boliviana? ¿Qué opinas al respecto?

Desgraciadamente, he leído muy poco. Y lo mismo pasa con la mayoría de los países latinoamericanos. Hay una realidad de la que siempre hablamos los escritores en encuentros y seminarios, y dice relación con el hecho de que nuestros libros circulan muy poco más allá de las fronteras de cada país. Leemos lo que algunas editoriales españolas escogen de nuestros países o lo que conocemos a través de viajes o en encuentros literarios. 

Conozco, porque nos hemos encontrado en actividades literarias y hemos podido intercambiar nuestros libros, el trabajo de Gonzalo Lema que sin duda está entre los autores latinoamericanos más destacados del género. Su investigador Santiago Blanco es un personaje atractivo que uno quiere seguir de una pesquisa a otra. También conozco algunos buenos cuentos policiacos de Yuri Soria-Galvarro, escritor boliviano que vive y ha publicado parte de su obra en Chile. Lo incluí, al igual que a Lema, en una compilación que publiqué hace unos años: El crimen tiene quien le escriba. Cuentos negros y policiacos latinoamericanos”. 

Podrías darnos una lista de tus cinco novelas negras favoritas o las que más disfrutaste con su lectura…

A vuelo de mala memoria, centro mi respuesta en cinco autores latinoamericanos que siempre me parece importante recordar por el aporte que hicieron al género policial en Latinoamérica: Triste, solitario y final de Osvaldo Soriano (Argentina); La Mara de Rafael Ramírez (México); El gran arte de Rubem Fonseca (Brasil); Joy de Daniel Chavarría (Uruguay); Las manos al fuego de José Gai (Chile).