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¿Qué quiere sostener el desarrollo sostenible?

Aunque la definición es precisa, no aclara cuáles son esas necesidades legítimas de cada generación humana. Determinar esa finalidad podría facilitar la aclaración de cuáles son esas necesidades.
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¿Qué quiere sostener el desarrollo sostenible?

La definición más conocida, y quizás también una de las más precisas, del término “desarrollo sostenible” es la que aparece en el Informe Brundtland (1987) y se repite en el 3° Principio de la Declaración de Río (1992). Según estas fuentes, el desarrollo sostenible consistiría en  “satisfacer las necesidades de las generaciones presentes sin comprometer las posibilidades de las del futuro para atender sus propias necesidades”. Aunque la definición es precisa, también es demasiado abstracta, pues no aclara cuáles son esas necesidades legítimas de cada generación humana ni tampoco señala la finalidad de la satisfacción de esas necesidades, sea la felicidad, sea la mera supervivencia. Determinar esa finalidad podría facilitar la aclaración de cuáles son esas necesidades.

La distinción epicúrea entre deseos vanos, deseos naturales necesarios y deseos naturales innecesarios no tiene un grado de abstracción menor, pero nos puede dar algunas luces respecto a este tipo de necesidades que cumplirían con el principio de responsabilidad de Hans Jonas. Para Epicuro, la “consecución del placer y la evitación de su contrario, el dolor, guían nuestras elecciones y rechazos de modo natural”. La consecución del placer se identifica, sin muchos reparos, con la felicidad. Sin embargo, cabe aclarar, como no nos cansamos de subrayar quienes leemos a Epicuro, que no se trata de un placer en movimiento, de un placer cinético, que añade cosas, sino de un placer catastemático, que se define como ausencia de dolor. La ausencia de dolor ya es, en sí misma, placer. Por tanto, podemos reconocer los placeres naturales y necesarios en su posibilidad de evitar el dolor. Entre ellos: comer, no importa qué, para calmar o evitar el hambre; o beber agua para calmar o evitar la sed. 

Hasta el momento, pareciera que Epicuro sitúa la finalidad de la satisfacción de necesidades en la mera supervivencia, no obstante, dice que el sabio “por un amigo llegará a morir, si es preciso”. La amistad no es un bien trascendente; ni siquiera los dioses lo son para el maestro del Jardín (los dioses sólo son seres felices y, por lo tanto, dignos de imitar). Pero lo que intriga es que, aun siendo hedonista, el ideal de sabio epicúreo esté dispuesto a ser torturado o muerto en lugar de un amigo. 

Aristóteles situaría a las necesidades mencionadas, como tomar agua o comer cualquier alimento, en un tipo de alma específico: el alma vegetativa. Luca Valera, en Desarrollo humano sostenible: una visión aristotélica, dice interpretando al estagirita que la felicidad es “una actividad que implica un moderado grado de bienestar (dada nuestra naturaleza animal), un adecuado entorno de familia, amigos y comunidad (dada nuestra naturaleza social) y una orientación hacia el saber y la contemplación (dada nuestra naturaleza racional)”. Esta última orientación sería la superior, el tipo de alma que supera lo animal para acercarse a lo “divino”. De acuerdo con esta interpretación, la amistad estaría en un grado menor al del saber y la contemplación. Así, la propuesta epicúrea no deja de sorprender. 

En la Ética a Nicómaco, Aristóteles define la felicidad como “una actividad de acuerdo con la virtud”. La virtud, o areté, es la función de cada ente; la virtud de un bolígrafo es hacer un trazo; si el bolígrafo pudiera sentir felicidad, sería pleno cuando hace un trazo. Y, siguiendo la doctrina del Filósofo, la virtud más excelsa del ser humano tiene que ver con la contemplación. Por consiguiente, la felicidad es una actividad de acuerdo con la contemplación, pero no puede ejercerse sin antes cubrir las condiciones que imponen nuestra naturaleza animal y nuestra naturaleza social.

El desarrollo humano sostenible busca que esas necesidades acordes a nuestra naturaleza animal y naturaleza social sean cubiertas, para que el ser humano tenga la oportunidad de cumplir con su función. A partir de Aristóteles y Amartya Sen, Valera define el desarrollo humano como “protección y fomento desde instancias político-sociales de las capacidades humanas”. Las capacidades humanas son funciones humanas, son virtudes de la dimensión más excelsa del alma humana en términos aristotélicos. 

Como es propio del discurrir de una reflexión filosófica, ésta ha partido de una pregunta  y culminará también en una pregunta. Aristóteles y Epicuro sitúan la finalidad de la vida humana en la felicidad. Para el primero, la satisfacción de las necesidades naturales es una condición para la actividad teorética, para el cumplimiento de la función humana. Para el segundo, esta satisfacción es deseable por sí misma, pues ahí se resume la felicidad; pero también puede ser sacrificada, si es necesario, para evitar el dolor de un amigo. Frente a la diversidad de respuestas que es posible dar a la pregunta por la actividad que corresponde a la areté humana, es necesario volver a preguntarnos: ¿qué quiere sostener el desarrollo sostenible?, ¿qué capacidades humanas quiere cuidar?, ¿qué quiere mantener a lo largo del tiempo?, ¿qué pretende desarrollar más allá de las necesidades cubiertas por el mismo valor de no sentir dolor?, ¿no será el cuidado, en sí mismo, el medio y el fin de ese continuo sostener?

Licenciada en Filosofía y Letras - [email protected]